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El cine colombiano está de estreno este jueves y no es cualquier estreno. Se trata de Horizonte, la esperada segunda película de César Augusto Acevedo, el director caleño que en 2015 puso a la crítica mundial a sus pies con La Tierra y la Sombra, llevándose a casa la prestigiosa Cámara de Oro del Festival de Cannes.

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Casi una década después, Acevedo regresa con una apuesta aún más profunda y desgarradora, un viaje que, literalmente, va más allá de la muerte para entender la vida que nos ha quitado la guerra, que en la ciudad de Barranquilla puede verse en la Cinemateca del Caribe.

La película, que ya tuvo su estreno mundial en el Festival Internacional de Cine de Toronto (TIFF), nos presenta a Inés y su hijo Basilio. Ella es interpretada por la galardonada actriz chilena Paulina “Paly” García (recordada por su Oso de Plata en Berlín por Gloria), y él, por Claudio Cataño, uno de los rostros más potentes de la actuación colombiana reciente (visto en Mil Colmillos y en Cien años de soledad de Netflix).

La sinopsis arranca con un reencuentro que debería ser feliz: madre e hijo, separados en vida por la violencia, vuelven a verse. El problema es que solo pueden reencontrarse porque ambos están muertos.

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Pero la cosa se complica. Este no es el cielo ni el infierno tradicional. Es un limbo que se parece demasiado a la tierra que dejaron: un paisaje devastado por la guerra, con pueblos destruidos y ríos convertidos en cementerios. En este purgatorio terrenal, deciden emprender un viaje físico y espiritual para buscar al padre desaparecido. Sin embargo, el viaje se convierte en una pesadilla cuando Inés descubre la verdad: el causante de toda esa desolación, el “criminal salvaje” que arrasó con todo, fue su propio hijo, Basilio.

Ahora, como parte de su condena, Basilio está obligado a revivir el horror de sus actos una y otra vez, pero esta vez, con su madre como testigo.

“Se nos volvió costumbre ese horror”

Horizonte no es una película cómoda, y no pretende serlo. Nace, en palabras del propio director, de un lugar de profunda frustración con la realidad colombiana.

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César Augusto Acevedo no se guarda nada al explicar la génesis del proyecto. “Esta película nació de mi propia desesperación, de vivir en un país que se ha acostumbrado tanto a la muerte que ha olvidado por completo el verdadero valor de la vida”.

Esa es la herida central que Acevedo quiere hurgar: la anestesia moral de una sociedad que, de tanto ver violencia, ya no siente nada. “Duele reconocerlo, duele ver cómo no solo nos hemos insensibilizado ante la violencia, sino que cada vez nos cuesta más sentir empatía por el dolor ajeno”. En una entrevista incluida en las notas de producción, el director profundiza en esa idea: “Se nos volvió costumbre ese horror, como una marca”.

Para romper esa costumbre, Acevedo toma una decisión narrativa radical: contar la guerra desde la perspectiva de quienes ya no están. Quería, dice, “hablar desde el punto de vista de los muertos, este es un país con más de 8 millones de víctimas y ese número sigue en aumento y nosotros no somos capaces todavía de darnos cuenta que esto tiene que cambiar”.

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Por ello, el objetivo del director es “que dejemos de pensar en ellos como simples números o estadísticas y entendamos que fueron seres humanos como nosotros, con familias, con sueños, con razones para vivir”. Se trata, en esencia, de “dar un rostro a tanta muerte”.

Cortesía

Una guerra sin una gota de sangre

Que nadie espere ver en Horizonte un espectáculo de balaceras o las batallas épicas de las superproducciones de guerra. Acevedo esquiva deliberadamente el acto violento explícito. Lo que le interesa no es el disparo, sino lo que queda después: la destrucción moral y espiritual de las personas.

Esto se refleja en los dos protagonistas. Basilio, el victimario, siente que todo está perdido y que el cambio es imposible. Inés, la madre y víctima, está “llena de ideales” y cree en el diálogo, pero ve cómo todas sus creencias se “destruyen completamente” al atestiguar el horror que causó su hijo.

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La decisión cinematográfica más potente de la película es cómo representa la violencia. Acevedo revela que para una escena clave, una masacre en un pueblo, decidió no mostrar ni una sola imagen explícita.

“En Horizonte se recrea la violencia sin una gota de sangre”, explica el director. ¿Cómo lo logra? “Quise reconstruir esa violencia a través del sonido, el sonido es un sentido mucho más imaginativo, y lo que hacía era crear las imágenes que faltaban, que el espectador tuviera la oportunidad de vincularse y crear desde su propia experiencia lo que cree que sucedió ahí”. Es una forma de obligar al público a dejar de ser un “simple espectador” y volverse crítico frente a lo que está ocurriendo.

El espejo de un país que no se entiende

La película, un drama de 125 minutos, es una coproducción internacional entre Colombia, Francia, Luxemburgo, Chile y Alemania. Este esfuerzo monumental, que reunió a casas productoras como Inercia Películas (Colombia), Ciné-Sud Promotion (Francia) y Tarantula (Luxemburgo), entre otras, sostiene un universo visual y sonoro complejo.

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El propio Acevedo detalla que la película tiene una estructura de tres partes: una primera cercana al “limbo” y la muerte, dominada por ecos y silencio; una segunda que se acerca a la vida y la naturaleza; y una tercera que es un viaje “hacia el vacío”, donde los personajes deben encontrarse solo a sí mismos.

El director confiesa que el punto de partida para el guion fue el plebiscito por la paz en Colombia, un momento que lo dejó perplejo. “Poco más de la mitad de la población dijo que prefería que siguiéramos en guerra. No entendía de dónde surgía esa necesidad de seguir matándonos, ese odio, ver lo desconectados que también estamos como sociedad”.

Esa desconexión es, para él, la raíz del conflicto. Al igual que en La Tierra y la Sombra, la familia vuelve a ser el núcleo. Acevedo reflexiona que la violencia en Colombia es, en el fondo, un fratricidio. “Entre más uno reflexiona e investiga, descubrimos que siempre nos hemos estado matando entre nosotros, entre hermanos, entre padres e hijos, la misma historia que se repite una y otra vez”.

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Al final, Horizonte no busca dar respuestas fáciles, sino proponer un “ejercicio de humanización” en tiempos de desesperanza. Es una película que nos recuerda que la guerra no es una entidad abstracta, sino que nace y existe dentro de nosotros.

Como concluye el propio Acevedo, la película es una reflexión sobre nuestra libertad para elegir el mundo que queremos construir. “Así como tenemos la capacidad para destruir, también tenemos la capacidad para crear”. Y cierra con una frase que desarma cualquier cinismo: “Esta película es mi declaración de amor y de confianza en todos nosotros”.

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