Juan Carlos Villa Cardona, conocido por el alias de ‘El terror de Risaralda’, habló por primera vez sobre los crímenes que cometió. La palabra “hablar” tiene que ver mucho con su proceder, pues es recordado por hacerse pasar por sordomudo.
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El hombre, que paga una condena de 43 años de prisión, que cumple en La Dorada, por el asesinato de 11 personas, 10 adultos mayores y un joven, contó su versión de los hechos atroces que cometió.
Villa Cardona, en el podcast ‘Más allá del silencio’, confesó haber asesinado a las 11 personas, y habló de su modus operandi, como hacerse pasar por sordomudo para evadir a las autoridades. Utilizaba una nota para pedir ayuda a sus víctimas, lo que le permitía espiar sus hogares y estudiar sus rutinas.
“Me pasaba por muchas veredas de Risaralda con ese papel y me daban una moneda o una panela (...) Mis víctimas eran ancianos, yo entraba muy fácil a los hogares (...) Yo analizaba a las personas cómo era la masa muscular y cómo reaccionaba ante el papel”, dijo.
Incluso, afirmó que asistió durante más de 20 años a clases para sordomudos, lo que le permitió perfeccionar su engaño: “Yo miraba las clases y aprendía a hablar por señas y también con las manos. Aprendí a cantar sin hablar. Yo tengo mente para hacer un plan (...) Así me ganaba las víctimas, me desplazaba por Risaralda y por el Valle”.
Hubo un momento en la entrevista en el que el asesino dijo que no sentía ningún tipo de remordimiento por los crímenes cometidos. Dijo que la motivación de sus actos no era otra que la de proveer para su familia, en especial para su hijo, a quien deseaba darle una vida mejor.
“Pido protección para mi hijo, y si no me la dan no me importa pero aquel que atente contra mi hijo lo pagará más tarde conmigo (...) El que se preste para mi hijo yo lo mando a borrar así no salga nunca de la cárcel”, declaró.
El hombre también arremetió contra sus hermanos, acusándolos de ser quienes lo entregaron.
“Nadie sabía que yo no era sordomudo, hasta que ellos (los hermanos) decidieron entregarme, en eso no estoy de acuerdo. Estoy de acuerdo en confesar cómo mataba. Lo que a mí me hiere y no me puedo meter a la cabeza es que ellos se escudan que ellos son las víctimas y yo soy el monstruo. Ellos son más monstruos porque no eran capaces (...) Me arrepiento de haber confiado en mis hermanos”, declaró.
Agregó al respecto: “En ningún momento amenacé a mis hermanos, sino que yo dije así en Fiscalía por sacarlos limpios porque ellos son unos traidores (...) Yo odio a mis hermanos porque le confesaron a la Policía que yo sí sabía hablar y no era sordomudo. A ellos les di de comer y me entregaron”.
También intentó justificar y explicar las razones por la cual eligió su camino criminal, aludiendo a una infancia traumática, el abandono de sus padres, entre otras situaciones.
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“Los niños del colegio me decían que yo no tenía papás, pero yo les decía que sí, solo que se habían ido lejos a trabajar. Yo les decía a mis abuelos que yo quería ver a mi papá y me decían que después venía”, añadió.
Contó que su primer acto violento o perpetró apenas a los 10 años de edad: “Me pasaron un cortauñas (...) Me lleve a este personaje y le pegué diciéndole que por quitarme la lonchera, la comida, la plata y por decirme que no tenía papá. Le pegué más de 40 puñaladas y fui para mi casa”.
“Me subí al techo y me escondí. La Policía llegó y me llevaron al juzgado. Estuve encerrado un año… Ya en la correccional ataqué a más niños con unos cepillos al que les sacaba punta. Me llevaron a un psicólogo, pero yo no necesitaba eso. A los días cogí a otro que estaba comiendo y le pegué en la espalda. Cuando llegó la hora de la libertad no me entregaron a mi tío sino que debían entregarme a mis padres. Ahí fue cuando los vi por primera vez en mi vida. Les dije que no los quería”, también relató.
En la última parte de la entrevista se refirió a su hijo: “Mis hermanos siempre han querido la custodia de mi hijo (...) He visto a mi hijo durante tres veces, solo que desde el 28 de enero no lo he vuelto a ver. Lo veo por una visita virtual. Cuando mi hijo esté más grande le quiero decir que perdón. Quiero contarle mi verdad, yo mismo, nadie más. Que nada le hizo falta. Le quiero decir que sus tíos fueron los que me entregaron. Nunca lo he abandonado. Quiero decirle que todos cometemos errores. No quiero que cometa mis errores. Le pido a Dios que él no sea igual que yo”.