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La gente de Los Pendales lleva tres noches sin dormir. Inexplicablemente, como si el corregimiento estuviera hechizado, sus habitantes no han podido cerrar los ojos.

El sonido de las gotas de la primera lluvia del año y el cansancio acumulado tienen a sus pobladores somnolientos. Aunque, como perros guardianes, vigilan las puertas de sus casas con el temor de que los ladrones regresen. En una misma noche, los bandidos invadieron cinco casas diferentes.

Los Pendales, un corregimiento del municipio de Luruaco, Atlántico, tiene apenas siete cuadras y sus habitantes 'se conocen de toda la vida'. Asustados, nerviosos y adormitados han vivido sus pobladores desde la madrugada del lunes, cuando se registraron los hechos.

El saldo, dos televisores pantalla plana y un loro, dejó en estado de alerta a toda su gente. Desde Rosiris, que vende mangos y la yuca llamada 3 minutos en la orilla de la carretera, hasta Scarlet Crespo, la hija de la dueña del loro, todos coinciden en que en Los Pendales no se pueden quedar dormidos, porque en vez del Cuco o cualquier otro espíritu maligno, aparecen los ladrones y pueda que se lleven más televisores.

Hasta Lorenzo, el loro parlanchín, fue raptado por los bandidos. Conocido por todo el pueblo, la gente de Los Pendales aún se lamenta por su pérdida. Cuando Scarlet, la hija de la dueña del pájaro, entró a su casa, en la mañana siguiente a los sucesos, se dio cuenta de que la puerta había sido forzada. Para su pesar, el animal ya no estaba, aunque su plato estaba vacío, por lo que al menos sabía que había comido antes de ser robado.

'Era un lorito muy bonito. Llevaba con nosotros dos años, luego de que una hermana se lo trajera a mi mamá. Decía hola y hasta pedía comida. Nos hace mucha falta, no sabemos por qué se lo llevaron si de aquí de la casa no agarraron más nada', dijo Scarlet.

Además de los campos verdes, los mangos y la yuca, en Los Pendales ahora también hay miedo. Aunque no se venda, como el resto de las frutas y verduras que abundan en esas tierras fértiles, su gente daría todo porque nunca hubiera llegado.

Frente a las calles destapadas y las cercas de madera ahora hay ventanas rotas y muebles vacíos. Detrás de las risas jocosas y las bromas de su gente hay preocupación y angustia. Nadie sabe quiénes son los ladrones, solo sospechas de que no pueden ser de Los Pendales.

Si fueran de ahí mismo, dicen sus habitantes, sería imposible que se escondieran. 'Se robaron el único televisor de 40 pulgadas de la zona y no hay lugar entre estas siete calles que puedan haberlo escondido', contó Silfredo Simanca, conocido como Don Mingo, una de las víctimas de los robos.

Este anciano, calzando sus sandalias polvorientas, recorrió valiente las calles destapadas de Los Pendales después de que su hija le alertara del robo. Garrote en mano, regó la voz de que unos ladrones le habían robado su televisor, un Samsung pantalla plana de 40 pulgadas. Para su sorpresa, cuando el reloj marcó las 3:30 de la madrugada, le contaron que los mismos bandidos habían ingresado a otras cuatro casas esa misma noche.

'Lo peor del caso es que el televisor era fiado. Lo sacamos hace como tres años y nos faltan otros dos años cuotas. Nos va a tocar pagar un aparato que ya no tenemos', dijo Don Mingo sentado sobre una mecedora en la puerta de su casa. 'No hemos dormido', confesó. 'Desde hace tres noches que en esta casa nadie puede pelar el ojo'.

Lo más sorprendente, cuenta, es que nadie en todo el pueblo escuchó a los ladrones forzar cerraduras y romper las ventanas. Ni siquiera Kaiser, el perro guardián de Don Mingo, se atrevió a ladrar esa fatídica noche. Algo raro pasó la madrugada del 8 de abril en Los Pendales. Un misterio que todavía tiene en vilo a sus habitantes.

En la casa de Don Mingo, un hombre jovial, viven ocho personas, pero nadie se percató del suceso hasta que una de las hijas se despertó. 'Es como si nos hubieran echado algo', contó, risueño, el anciano. 'Es imposible que nadie haya escuchado nada, cuando aquí vive tanta gente'.

A cinco casas de ahí, Kaleidys Duarte, una mujer gruesa, de esas que se ven bravas, también se levantó despreocupada en plena madrugada del lunes.

'Me levanté por agua porque tenía sed', dijo, recordando los eventos de esa noche. 'Cuando miré hacia la pared no vi el televisor, un Daewoo que habíamos comprado hace unos años'.

En Los Pendales, el único corregimiento con Emperatriz, el nombre de su inspectora, ya le siguen la pista a los ladrones. Con la ayuda de la Policía de Luruaco, la gente de esta población sigue alerta ante cualquier robo, que no se presenta —según ellos— desde el año pasado.

'Esperamos capturarlos pronto', dijo Emperatriz Romero, la inspectora, sentada, también vigilante, en la puerta de su casa. 'Tienen a todo el mundo asustado, pero al menos la gente ya está avisada. Cualquier movimiento raro deben llamar a la Policía... pero quién sabe, ojalá que los ladrones ni vuelvan por acá'.