La historia de Saraí, la bebé yukpa que nació en un cambuche en Soledad
El parto fue hace un mes y lo atendió su padre en medio de condiciones inhumanas a raíz del desplazamiento que vivió su familia. La pequeña se aferra con fuerza a la vida.
Con tan solo un mes y 15 días de nacida, Saraí ha tenido que luchar contra la inclemencia de las altas temperaturas y las condiciones inhumanas en las que llegó al mundo.
A diferencia de un parto atendido en un hospital o centro de salud, este se dio en un improvisado cambuche ubicado en una de las orejas del puente de Murillo con Circunvalar, en Soledad.
A Saraí la recibió su padre, Dionisio Romero, un indígena yukpa que hizo las veces de partero y fue asistido por una de sus tías. Aunque desconocían su sexo, esta pequeña de tez morena y cabellos negros logró cautivar a las cinco familias que están asentadas en este lugar.
Una colchoneta desgastada y que permanece tirada en medio de la arena y un poco de grama, hace las veces de cuna. El ventilador es la brisa contaminada que puede provocar el paso de los camiones y vehículos que transitan por este sector.
Saraí se alimenta del seno de su madre, quien poco habla el español y come con lo que pueden conseguir a través del rebusque, o lo que algún alma generosa les lleve.
Aunque es consciente de las condiciones inhumanas en las que actualmente se encuentran, Dionisio Romero, padre de esta menor, conversó con EL HERALDO y explicó que se encuentran asentados en este espacio porque fueron desplazados de sus territorios en la Serranía del Perijá, entre el departamento del Cesar y los límites con Venezuela.
Se ganan la vida haciendo artesanías con palma de iraca, y con lo que pueden darles por ellas, pese a saber el valor que tienen. Con lo que se gana logra suministrar una o dos comidas diarias a su familia.
“Esta niña ha sido de alegría para todos, porque nació en este patio. Lo atendí con una tía porque no teníamos a dónde ir o quién nos llevara a un hospital. La mamá ha sufrido bastante porque casi no bota leche, por la falta de comida, queremos que nos ayuden”, expresó Dionisio, padre de Saraí.
A simple vista parecen indígenas wayuu; pero no, son un grupo de yukpas que se asentaron en el municipio de Soledad, luego de un largo viaje desde la serranía del Perijá, huyendo de la pobreza y los grupos armados que hacen presencia en la zona que separa a Colombia de Venezuela.
Son cerca de unos 60 niños y 10 adultos los que llegaron hace dos meses al barrio Las Moras. Arriba de un arroyo, allí establecieron una especie de “rancho” elaborado de forma artesanal por uno de sus miembros.
Posterior a la llegada de esta comunidad, los vecinos han manifestado sus molestias debido a los “malos olores” que se producen por los desechos humanos que estos arrojan cerca de las casas.
Un residente del barrio señaló que el espacio no es el adecuado para que ellos puedan vivir, porque están cerca de un arroyo, además en temporada de lluvias “hay mosquitos que pueden causar enfermedades graves tanto a los adultos como a los niños”.
“Tú sabes qué es ver a un bebé de menos de un año, desnudo tirado en un piso rústico, lleno de arena, y con sol. Esto no tiene nombre; además ellos no son conscientes de que están al lado de un arroyo y eso con la lluvia trae enfermedades”, dijo Arnaldo Díaz, vecino de la zona.
Otros residentes del sector aseguraron que el único problema es el tema de salubridad que se presenta el sector, en vista de que los yukpa no tienen baños en el que puedan depositar sus desechos y tampoco cuentan con un lugar en el que puedan descansar en buenas condiciones.
“Ellos están viviendo en unas condiciones infrahumanas. En la zona donde están no es una invasión, esto es una urbanización de más de 38 años, no podemos estar así”, mencionó Mariana Jiménez, habitante del sector.
