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Barranquilla, la única ciudad en Colombia reconocida por su infraestructura verde y azul, y exaltada por quinta vez consecutiva como «Ciudad Árbol» sigue gozando de los frutos de la apuesta que emprendió en una carrera por ser una urbe que crece en sintonía y con respeto de sus recursos naturales. Es la misma ciudad que emprendió hace más de 18 años una vital misión para reconciliarse con su esencia fluvial al que por décadas había dado la espalda: el río Magdalena.

La ciénaga de Mallorquín dejó de ser un secreto escondido entre manglares para convertirse en el corazón verde de Barranquilla. Desde que abrió sus puertas el Ecoparque, un espacio que, en palabras de muchos, “es un hito de biodiversidad”, ha venido creciendo en medio del entusiasmo ciudadano y el reconocimiento internacional.

La apertura del ecoparque no fue casualidad. Se inscribe en la gran apuesta de Barranquilla por convertirse en una urbe que abraza sus recursos naturales como motor de desarrollo sostenible.

Ese compromiso se refleja en cada rincón del parque: senderos palafíticos que parecen flotar sobre la ciénaga, miradores estratégicos para observar aves y muelles que conectan al visitante con el agua.

Desde su apertura, el ecoparque ha recibido más de 600 mil visitantes, entre locales, turistas nacionales y extranjeros. Una cifra que supera las expectativas iniciales y ratifica la fuerza del ecoturismo como motor de desarrollo en Barranquilla.

El 24 de mayo de 2025, el alcalde Alejandro Char entregó la segunda etapa del Ecoparque: el Sendero Estuario, un recorrido de 2,5 kilómetros entre manglares y espejos de agua.

“Hoy Barranquilla tiene una joya natural que le muestra al mundo que podemos crecer en armonía con la biodiversidad. Este sendero no solo es turismo, es resiliencia frente al cambio climático, es educación y es orgullo barranquillero”, afirmó el mandatario durante la inauguración.

Con esta ampliación, el parque suma más de 7 kilómetros de senderos, consolidándose como el circuito verde más importante del Caribe colombiano.

Aves y ciencia

La riqueza de Mallorquín va más allá del paisaje. Son 155 especies de aves las que sobrevuelan sus cielos, muchas de ellas migratorias. Gracias a un convenio con la Audubon Society, el parque cuenta con la primera galería educativa de aves a cielo abierto en Colombia, con 50 placas informativas en español e inglés, lo cual se asume como un elemento crucial para la conservación, indicador biológico y contribución a la conservación.

Al mismo tiempo, promueve la apropiación del conocimiento científico ya que estas señaléticas contienen información clave de la especie, rutas migratorias, canto, etc., así como fotografías que permiten su identificación dentro del Ecoparque. En ese mismo sentido, es un repositorio informativo de las aves que habitan Mallorquín, que funciona como inventario vivo de las que hacen hogar, refugio y lugar de paso este lugar.

Otro de las características de la galería es que promueve la ciencia ciudadana, puesto que los ciudadanos participan activamente en los procesos de investigación, en este caso los avistadores de aves. Para este proyecto, Ramon Montes, historiador, avistador y guía, realizó durante tres años el registro, clasificación, y toma de fotografías en la ciénaga. Este ejercicio de ciencia ciudadana demuestra cómo la participación de los habitantes locales contribuye a la generación de conocimiento y al fortalecimiento de la cultura ambiental.

En cuanto al turismo se refiere, es una herramienta pedagógica que permite a los avistadores y ciudadanía en general acercarse, conocer y explorar las aves que habitan en el ecoparque. También, es punto de encuentro para los interesados en las aves, aportando al trabajo y logística de las personas que se dedican a la guianza.

Cabe destacar que el Ecoparque firmó un hermanamiento histórico con el Audubon Center Beidler Forest de Carolina del Sur, siendo el primer parque latinoamericano en entrar a esta red global de conservación.

El convenio se dio en el marco de la celebración del Global Big Day en la ciudad, en una jornada que se realizó en este escenario natural.

ijuanmac

Deporte y recreación

Visitar Mallorquín es un plan que nadie se puede perder. Dentro de sus senderos, rodeados de mangles y espesa vegetación surcados por el ulular y trinos de las aves con la ciénaga apacible como fondo, se ven gentes de todas partes: barranquilleros, visitantes del interior del país y extranjeros que no ocultan su asombro por semejante lienzo natural que se explaya sobre ellos.

Al adentrarse en el ecoparque, explota ante los ojos una sinfonía de colores y sonidos, donde la flora y la fauna se entrelazan en una danza armoniosa. Las aves migratorias encuentran refugio en sus manglares, mientras que los cangrejos violinistas se desplazan con gracia entre los caños y canales que serpentean por el paisaje escondiéndose entre los miles de agujeros en los que se refugian.

Hoy, Mallorquín es también un escenario para el deporte sin motor: kayak, bicicleta de agua, caminatas y ciclismo. Sus aulas ambientales y talleres educativos han impactado a miles de niños y jóvenes que aprenden a valorar el ecosistema mientras lo disfrutan.

La iniciativa Barranquilla es Río llevó hasta aquí música, actividades náuticas y recreación familiar, demostrando que naturaleza y cultura pueden convivir en un mismo escenario.

Modelo de sostenibilidad

Pero más allá de su belleza natural, el Ecoparque Ciénaga de Mallorquín es un testimonio del compromiso de Barranquilla con la naturaleza. A través de iniciativas y programas de restauración y educación ambiental la ciudad ha transformado este espacio en un modelo de sostenibilidad y coexistencia entre el ser humano y el medioambiente.

El sostenimiento de los proyectos en que se vinculan los recursos naturales al desarrollo de la ciudad y al ecoturismo, así como a la construcción de más parques y espacios verdes, la ampliación del Gran Malecón y la puesta en marcha de la construcción del Malecón del Suroriente está garantizado dentro del Plan de Desarrollo ‘Barranquilla a otro nivel’ que el gobierno de Alejandro Char implementó para seguir en sintonía con un desarrollo más sostenible.

Mallorquín se ha convertido en símbolo de Barranquilla: brilla como un faro de esperanza y renovación. Es un recordatorio de que, con determinación y colaboración, podemos restaurar y preservar los tesoros naturales que nos rodean, asegurando un futuro más verde y sostenible para las generaciones venideras que seguirán dando pasos sobre sus senderos.