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En bolsas negras, cajas y maletas siguen los residentes del edificio Las Flores sacando los pocos alimentos que les quedan en sus cocinas y sus objetos personales. La incertidumbre de su futuro va creciendo con el pasar de los días, porque de la noche a la mañana tuvieron que dejar su hogar para alojarse temporalmente en hoteles, familiares y amigos, y no saben todavía por cuánto tiempo.

El incendio que sufrió el conjunto el pasado domingo, que dejó como resultado tres personas fallecidas y más de 60 heridas, de las cuales 12 de ellas aún continúan en cuidados intensivos, les cambió por completo sus vidas.

Así lo narró Cilia Samudio, propietaria y residente de uno de los apartamentos del tercer piso de la torre A, uno de los más afectados por la conflagración.

Aunque esa fatídica madrugada del domingo no se encontraba allí porque, como ella dice, no sabe por qué, pero decidió pasar la noche donde su mamá, no tuvo que vivir esa angustia. Pero sí vive ahora el dolor por la pérdida de algunos de sus vecinos, a quienes recuerda con cariño y mucha tristeza.

Cilia tuvo que ir a sacar algunas de sus cosas personales que necesita, pero no quiere regresar. Su apartamento fue uno de los que más daño sufrió, pero más allá de eso, es la tristeza que reina en ese lugar.

“No es el olor a humo, es que huele a tristeza”, musita con lágrimas en los ojos. Narró cómo en las paredes de los pasillos quedaron las huellas de las manos de quienes trataban de salir de la torre y eso le causa mucho dolor.

Otro de los afectados de este siniestro es Jaime Flórez y su esposa, adultos mayores, que vivieron las peores horas de sus vidas.

Contó que escuchaban, alrededor de las cuatro de la mañana, los gritos de los vecinos, por lo que decidieron abrir la puerta para ver qué ocurría.

Su esposa, pensando en sus nietos, salió y se dirigió a otra de las torres donde vive su hija con su esposo. Cuando él quiso hacer, ya no pudo porque el denso humo se lo impedía; como pudo, logró salir del lugar.

Su vivienda en el primer piso fue la más afectada de la torre B. “Todo está inservible”, dijo con profunda desolación, pero agradeciendo que está mejor que muchas otras familias.

“Gracias a Dios, nosotros bien, pero muchas familias están sufriendo”. Él, junto con su esposa, logra alquilar rápidamente una casa a pocas cuadras del edificio Las Flores. Ha recibido la ayuda de los familiares y amigos, pero no del Distrito. “No hemos recibido ni una llamada para saber cómo estamos, dónde estamos alojados, solo ese día que hicieron un censo”, afirmó.

Gastos inesperados

Muchos de los afectados coinciden en que esto que sucedió no solo les ha causado un trauma emocional, sino también económico, porque muchos han tenido que alquilar o quedarse en hoteles.

Francisco Campos se está quedando junto con su esposa donde unos familiares, pese a que viven en la torre D, la menos afectada.

Dijo que cada familia está viviendo una realidad distinta. “Hay personas que han pagado hoteles, otros que se han quedado donde amigos o familiares. También hay quienes han tenido que pedir prestados carros para seguir movilizándose, porque los vehículos fueron los últimos en ser evacuados. Las realidades son muy diferentes”, contó.

Sostuvo que económicamente todos se ven impactados. “Imagínese saber que tiene casa, pero no poder usarla. Evidentemente, hay gastos adicionales: arriendos, traslados, alimentación. Nosotros, por ahora, estamos con un familiar, pero si esto se alarga, seguramente tendremos que buscar un arriendo”, concluyó.