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En un país donde los animales de compañía hacen parte cada vez más activa de los hogares, es necesario trazar una línea clara entre una mascota y un perro de asistencia.

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Estos últimos están entrenados para realizar tareas que ayuden a personas con algún tipo de discapacidad física o mental a llevar una vida con autonomía e independencia.

Su proceso de adiestramiento es muy riguroso y como mínimo deben tener 250 horas de entrenamiento. Este debe ser realizado por centros especializados y oficialmente reconocidos. Allí se les enseñan tareas concretas dependiendo de la discapacidad de la persona a la que van a asistir.

De esta manera, existen perros lazarillos, adiestrados para guiar a personas con discapacidad visual o sordociega. Estos son los más conocidos a nivel mundial.

También hay perros de señal de sonido, los cuales avisan físicamente a las personas sordas de alarmas y sonidos cotidianos como timbres de puertas, ollas hirviendo o teléfonos sonando.

Además están los perros de respuesta médica, entrenados para dar alerta cuando las personas padecen de epilepsia o diabetes (detectan cambios en los niveles de azúcar en la sangre), y reaccionan anticipándose a los ataques.

Los perros para niños con autismo son unos de los que vienen ganando protagonismo porque ayudan a la conciliación del sueño, a que el niño no huya en la calle y a controlarlo cuando tiene ataques de ansiedad, tras lamerle la cara para que salga de esa situación.

Por último están los perros de terapia asistida o canoterapia, destinados a visitas de hospitales, centros geriátricos, instituciones educativas y prisiones.

EL HERALDO dialogó con el médico veterinario Michel Cardona, gerente de desarrollo técnico de Gabrica, quien ayuda a entender cómo los perros —y en algunos casos también los gatos— pueden pasar de ser simples compañeros a convertirse en verdaderos aliados terapéuticos y médicos.

“La mascota es ese perro o gato que uno tiene en la casa para compañía, pero un perro de asistencia tiene un nivel más alto. Está entrenado para ayudar a personas en diferentes ambientes y contribuir en procesos emocionales, como la ansiedad, el miedo o la depresión, e incluso en la recuperación de enfermedades crónicas”, explica Cardona.

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Aunque tradicionalmente se ha asociado a razas como el labrador o el golden retriever con labores de apoyo, el experto aclara que ya no se trata tanto de razas, sino de individuos. “Cualquier raza puede cumplir esta función, incluso los criollos o mestizos. Lo importante es el entrenamiento, la crianza desde cachorros y el temperamento del animal”, afirma.

Más allá de la obediencia

Para iniciar el proceso de adiestramiento, el animal es sometido a múltiples estímulos que simulan situaciones de estrés, multitudes, ruidos o contacto con personas con discapacidades, para garantizar que su comportamiento sea sereno y equilibrado. “Esto permite que el perro ayude a regular las emociones de quienes lo necesitan. Además, deben obtener una certificación especializada que los identifique como animales de asistencia emocional o médica, dependiendo del caso”, explica el veterinario.

No basta con desear tener un animal de este tipo. Según Cardona, en Colombia se exige que la persona beneficiaria cuente con una certificación emitida por un psicólogo o psiquiatra, que justifique la necesidad de contar con un animal de apoyo emocional.

Además, subraya que es importante diferenciar entre perros de apoyo emocional y los llamados perros de servicio o de asistencia médica. “No es lo mismo un perro que ayuda a calmar la ansiedad, que uno que asiste a una persona ciega, ayuda a prender luces o detecta una crisis epiléptica antes de que ocurra. Ahí estamos hablando de una asistencia médica, no solo emocional”, recalca.