Adentrarse en el corregimiento de Pital de Megua (Baranoa) es sumergirse en historias que se entrelazan con el aroma de las hojas de bijao, las mismas que envuelven el emblemático pastel, producto insignia de esta tierra atlanticense.
31°. Gorras y gafas listas desde temprano para recorrer la Plaza principal, que se transformaría en el recinto de una tradición culinaria que ha pasado de generación en generación. La XXXII versión del Festival del Pastel había llegado y los paladares no daban espera.
Desde el viernes, miles de personas se han dado cita en el corregimiento para rendir tributo a un legado que ha hecho del Atlántico un referente gastronómico.
Las manos expertas de las 58 matronas transforman ingredientes en toda una joya gastronómica. Con arroces adobados y una variedad de especias, se encuentra pastel de cerdo, pollo, res, pato, pavo, carnero y hasta conejo.


Recetas que conservan un legado
¿Qué sería del festival sin sus matronas? Son ellas las portadoras de una rica herencia cultural. Con su sabiduría y destreza, mantienen viva una tradición que se ha mantenido durante décadas.
Así como Rocío Barrios, una de las principales guardianas de esta herencia culinaria que lleva con orgullo gracias a su madre.
Por si le interesa: La ruta que le sigue los pasos a Gabo en Getsemaní
'Este legado comenzó desde que mi mamá me engendró en su vientre. Ella fue una de las pioneras en hacer pasteles aquí, en Pital de Megua. Nos dejó ese amor por la cocina y la sazón'.
Pertenecer a la Asociación de Mujeres Hacedoras de Pastel ha sido un gran beneficio para Rocío, quien recibe ingresos fuera de los días del festival.
'Logré formalizar mi negocio aquí en mi casa. Trabajamos todos los fines de semana, no solo durante el festival y nos va muy bien'.
Barrios y su equipo de trabajo han encontrado en la cocina una fuente de sustento y una forma de honrar la memoria de su madre.
'Detrás de mí hay un equipo grande: mis hermanas, mi hija, la esposa de mi hijo. Es un legado que nos ha beneficiado económicamente. Es un trabajo cansón, pero cuando cuentas lo que has ganado, ahí viene el beneficio y todo vale la pena'.

Un deleite único
El ambiente en la plaza es festivo. Los visitantes, tanto locales como turistas, recorren los puestos degustando los diferentes tipos de pasteles.
La satisfacción en los rostros de los comensales es evidente, y no es raro escuchar exclamaciones de asombro y placer ante cada bocado.
Alberto Henríquez llegó desde Barranquilla para probar los pasteles de Doña Raquel, que para él son auténticos y es el verdadero secreto de esta tierra que vive del pastel.
'La manera como lo hacen, el aliño, todo lo preparan con amor. Es algo especial que no se encuentra en otros lugares'.

Alta demanda
Se espera que las ventas lleguen a 22.000 unidades que mejorarían los ingresos económicos de estas familias que se dedican a sacar lo mejor de sus fogones todo el año y a comercializarlo en el Parador del Pastel que está ubicado en la entrada del corregimiento.
Paola Escorcia ha logrado vender 300 pasteles en un día, una labor para la que se preparan todo el año.
'Se necesita amor a lo que haces, dedicación, y mucha higiene. Mi madre es la que tiene la sazón; nosotros simplemente amarramos los pasteles y ayudamos en lo que podemos'.

Oportunidad para otros negocios
En Pital de Megua, no solo se celebran los deliciosos pasteles. Hay oportunidad para otros negocios como los de María Luisa Mendoza, una guajira de corazón que ha hecho de este corregimiento su hogar a través de sus dulces y su resiliencia.
Su oferta es variada, incluyendo bolas de tamarindo, bolas de chocolate, arroz con leche, bolis de cañadonga y de tomate, entre otros dulces tradicionales.
María Luisa enfrenta un desafío diario, pues no puede caminar, producto de una afección que la dejó en silla de ruedas.
'Yo no me doy por vencida porque estoy en silla de ruedas. No, yo sigo para adelante con mi negocio. Cada día le pido a Dios más fortaleza para seguir trabajando'.





















