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En medio del silencio solemne del Salón Elíptico del Capitolio Nacional, Andrea Botero apareció con su guitarra. No había ornamentos ni puesta en escena elaborada: solo ella, sus cuerdas y una letra que había nacido de un impacto personal profundo.

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Así presentó Fuerza Miguel, una canción que, sin proponérselo, se convirtió en una de las expresiones más sentidas del duelo colectivo por el fallecimiento de Miguel Uribe Turbay.

Botero, oriunda del Valle del Cauca, confesó que nunca había tenido contacto con Miguel ni con su familia. Sin embargo, la noticia del atentado que lo dejó gravemente herido la descolocó emocionalmente.

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“Yo estuve muy movida con el atentado. A mí me gusta la política, leo todas las noches antes de acostarme, y me conmovió tanto, tanto, que estuve descuadrada emocionalmente todo un día. Al otro día me dolía el país”, contó a Mañanas Blu la intérprete.

La artista explicó que lo que más le impactó fue la manera en que el caso despertó una reacción genuina de dolor en muchas personas. “Miguel nos devolvió empatía. Nos devolvió al país que sentía la muerte de un ser humano, que sentía la violencia como algo que nos duele a todos”, expresó.

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Esa sensación de desorden emocional encontró salida en la música. Botero tomó su guitarra y, casi sin pensar, comenzó a escribir y a llorar. Describe el proceso como un acto de catarsis: “Siempre digo que hay canciones que salen de la cabeza y otras que salen del alma. Esta fue del alma. Las metáforas fluyeron solas. Yo solo fui un canal”.

En su versión original, la canción se titulaba Fuerza Miguel. Era un llamado a resistir, una súplica para que regresara y siguiera liderando. “Era decirle: ‘Estamos todos como país esperándote, necesitamos tu luz. Nadie merece que intenten arrebatarle la vida’”, recordó.

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Pero durante su interpretación en el Capitolio, algo cambió. Al iniciar el coro, de forma espontánea, dijo “Vuela, Miguel” en lugar de “Fuerza, Miguel”. Ese instante, relató, marcó un giro emocional. “Fue liberación. Fue aceptar que ya no estaba y que lo que quedaba era agradecer por lo que nos dejó”, explicó.

En la ceremonia, las miradas se centraron no solo en la cantautora, sino también en la reacción de la familia. María Carolina, hermana de Miguel, no ocultó la emoción. La conexión entre la artista y los presentes fue inmediata, un hilo invisible tejido con acordes y palabras sinceras.

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Andrea también dedicó unas líneas de admiración a María Claudia, esposa de Miguel. La describió como “otra alma de Dios”, resaltando su fortaleza para abrazar a sus hijos en medio de la tragedia y la manera en que su fe movilizó a muchos. “Ella nos devolvió la grandeza de creer, de orar, de mirar hacia adentro”, comentó.