Con una trayectoria de más de cuatro décadas, el cantautor y productor cartagenero Juan Carlos Coronel se dio el lujo de grabar el álbum Chambacûmbia, una obra de 15 canciones compuestas y escritas en su totalidad por él, que nace como un verdadero acto de memoria, resistencia y homenaje a la Cartagena que va más allá de las murallas.
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El artista, reconocido por su versatilidad vocal, se adentra esta vez en los sonidos más profundos de la costa para construir una propuesta que, como él mismo dice, “es el sonido de mi piel”.
Chambacûmbia lo define como una declaración política, un ejercicio de catarsis y un llamado a reconocer la deuda histórica con los afrodescendientes. Para lograrlo debió investigar, asesorarse con historiadores, hacer un estudio casi que antropológico y sociológico, aunque él sea discreto y diga que no pretende ser especialista en Ciencias Sociales.
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A la otra Cartagena
“Cartagena fue el primer puerto negrero de América. Allí llegaron los esclavos africanos, y allí nació, en medio del dolor, la cumbia, pero también nació el abandono, el racismo, la segregación. Algo que lamentablemente hoy aún se mantiene en nuestro país”, explica Coronel en entrevista exclusiva con EL HERALDO.
Ese contraste entre la Ciudad Amurallada, de la arquitectura colonial y el turismo de lujo, con la Cartagena del hambre, el olvido y la pobreza, es el motor que impulsó la creación de este trabajo que Juan Carlos cataloga como el gran álbum de su carrera, al que ha dedicado los últimos cuatro de vida.
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El barrio Chambacú (hoy borrado del mapa) se convierte en símbolo de esa Cartagena negada: “Ahí vivían más de 30 mil negros en condiciones infrahumanas hasta que en los años 70’ el Ejército los sacó a la fuerza. Yo lo vi con mis propios ojos, cruzando la calle agarrado de la mano de mi abuela”, recuerda.
El álbum nace de ese impacto, y su nombre también lo refleja: Chambacûmbia es una palabra compuesta que une el nombre de ese barrio con el género musical que surgió del dolor de toda su gente.
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Una obra sin concesiones
Chambacûmbia es un álbum profundamente personal en el que Coronel no solo se encargó de cada palabra y melodía, sino que también eligió con rigor a los músicos que lo acompañaron. “Quien tocara el tambor tenía que ser negro, tenía que haber nacido aquí, por eso en este largo camino me encontré con Andrés Murillo, un joven de 19 años con una sensibilidad y un talento excepcional, pero también hay veteranía con grandes músicos como Milton Salcedo o Augusto Ojito”, cuenta.
El proceso creativo fue exigente. “Me encerré conmigo mismo, era como pagar una condena. No descansé ni un solo día, pero lo asumí como una responsabilidad vital. No podía irme de este mundo sin dejar una huella”, confiesa el artista.
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Musicalmente, el disco es una travesía por el Caribe y hasta por el Pacífico. Además de la cumbia negra, Coronel fusiona bullerengue, chandé, son de negro, fandango e lengua, salsa, son cubano y chirimía.
Una de las piezas más conmovedoras es Mariposa negra, el bullerengue dedicado a Delia Zapata Olivella, la reconocida bailarina e investigadora afrocolombiana. “Me enteré de que no la dejaban presentarse en el Teatro Colón por ser negra. Esa historia me desgarró, por eso quise honrar su lucha y su legado”, relata.
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Otra canción clave es Chambacûmbia, el tema que da nombre al disco y que sintetiza la intención del álbum: devolverle dignidad, voz y ritmo a los descendientes de esclavos que aún hoy siguen luchando por ser reconocidos.
Un legado sonoro
Coronel insiste en que este no es un disco convencional. No responde a exigencias de duración radial. “Yo sé cuándo la canción está terminada, nadie me pone ese límite de tres o cuatro minutos. Algunas duran más de lo que muchos considerarían ‘comercial’, pero cada segundo es necesario para contar estas historias”.
El artista costeño asegura que Chambacûmbia tiene un hilo conductor que atraviesa todo el álbum: “Hay coherencia desde la primera canción hasta la última y, aunque hay tragedia, también hay esperanza, amor y orgullo. Por eso hay canciones como Corazón de negro, que exaltan lo que sentimos, pensamos y amamos”.
La carátula del disco muestra varios elementos como unos cañones, un barco, un negro cimarrón y también un cangrejo, símbolo de resistencia y adaptación. “Es el primer animal que llegó al puerto y el cual servía de alimento para las largas y duras jornadas que vivían los esclavos. Pese a todos los cambios existentes, el cangrejo se mantiene firme”, explica Coronel.
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Y concluye: “Chambacûmbia es un espejo. Nos obliga a mirarnos, a entender de dónde venimos y quiénes han pagado el precio por nuestra comodidad. Es un canto de libertad, es, literalmente, el sonido de mi piel”.