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Walter Patricio Arizala, alias Guacho, ex combatiente de las Farc. Archivo
Política

Análisis Ley del Montes | ¿Qué hacer con ‘Guacho’?

El principal cabecilla de los disidentes de las Farc se ha convertido en el más grande enemigo de Colombia y Ecuador. ¿Cómo combatirlo?  

El cobarde asesinato de dos periodistas y un conductor, quienes trabajaban para el diario El Comercio de Ecuador, efectuado por Walter Patricio Arizala, alias Guacho, ex combatiente de las Farc, causó conmoción internacional y puso sobre la mesa una vez más el delicado asunto de los llamados “grupos residuales” de esa organización guerrillera desmovilizada.

Los crímenes de Javier Ortega (periodista), Paúl Rivas (fotógrafo) y Efraín Segarra (conductor), luego de más de veinte días de cautiverio, produjeron la inmediata reacción del gobierno del vecino país, así como de organizaciones defensoras de la libertad de prensa y promotoras de los Derechos Humanos. El presidente ecuatoriano, Lenín Moreno, quien se puso al frente de la delicada situación, expresó su dolor y su frustración en una frase contundente. “Pese a nuestros esfuerzos, hemos comprobado que esos criminales nunca tuvieron la intención de entregárnoslos sanos y salvos”.

Los comunicadores y el conductor fueron secuestrados el 26 de marzo, en momentos en que se disponían a realizar un trabajo periodístico sobre el incremento de la violencia en la provincia de Esmeraldas, región que colinda con el departamento de Nariño, donde ejerce una gran influencia alias Guacho, exguerrillero de las Farc, quien lidera una organización criminal dedicada al narcotráfico.

De acuerdo con autoridades ecuatorianas, ‘Guacho’ es quien ha estado al frente de varios atentados terroristas contra la fuerza pública en el vecino país, entre ellos el perpetrado el 27 de enero contra la estación de Policía de San Lorenzo, donde resultaron heridos 14 uniformados.

El pasado 20 de marzo –seis días antes del secuestro del equipo periodístico de El Comercio de Quito– ocurrió un atentado contra miembros del Ejército ecuatoriano en jurisdicción de Mataje. Este hecho fue el que llevó al equipo periodístico a la zona para verificar sobre el terreno qué era lo que estaba pasando.

En esas labores de inspección fueron interceptados por hombres bajo el mando de alias Guacho, quienes los secuestraron. Pese a los esfuerzos del gobierno ecuatoriano, a la presión de la sociedad civil y de todos los medios de comunicación del país, los tres fueron asesinados por orden del exguerrillero de las Farc.

El tratamiento que deberán recibir los desertores de las Farc, entre ellos ‘Guacho’, es uno de los asuntos que deberá resolver el nuevo Gobierno de Colombia. Pero para ello lo primero que deben saber es de cuántos hombres armados estamos hablando. Ocurre –sin embargo– que la respuesta a la pregunta nadie la sabe. Ni las Farc, que los tuvo en sus filas durante muchos años; ni el Gobierno, que negoció con ellos en La Habana; ni la ONU, que avaló su sometimiento; ni Venezuela, que ofició de “garante” del proceso de paz; ni los mismos desertores que se volaron y que ahora viven del narcotráfico.

El delicado y vergonzoso “capítulo de terror” que escriben ‘Guacho’ y los demás “residuales de las Farc”, solo sirve para dejar en evidencia las costuras de una negociación que se hizo a las volandas y de manera poco responsable. Por desgracia, estos “monstruos” que hoy siembran el terror a lado y lado de las fronteras, como ocurre con Ecuador, también fueron alimentados por las manos generosas de gobiernos demasiado amistosos con ello, como ocurrió con Hugo Chávez y Nicolás Maduro en Venezuela y Rafael Correa en Ecuador.

Fronteras amistosas, gobiernos peligrosos

 

Durante sus cincuenta años como organización guerrillera, las Farc supieron sacarle el jugo a sus relaciones con gobiernos amigos, desde la Cuba de Fidel Castro, hasta la Venezuela de Chávez y Maduro, pasando por el Ecuador de Rafael Correa. Todos fueron igual de generosos con una guerrilla que supo vender muy bien su discurso de  “lucha contra la oligarquía y el imperialismo Yanqui”. Rafael Correa, por ejemplo, promovió procesos legales internacionales contra Colombia por realizar -según él- acciones inamistosas y hostiles" contra Ecuador.

¿Cuáles eran esas acciones? Fumigar las miles de hectáreas de hojas de coca que las Farc sembraron en la frontera con ese país. El pleito lo llevó hasta La Haya, que terminó dándole la razón. Mientras tanto el “mar de coca” de las Farc siguió creciendo. En ese mar de coca, que se extiende desde Tumaco y se mete a territorio ecuatoriano, navegan hoy Guacho y sus hombres, dedicados al multimillonario negocio del narcotráfico. La generosidad de Correa y su “decisión estratégica” de no tocar a las Farc para que las Farc no tocaran a Ecuador le salió costosa, pues uno de los “ex Farc” acaba de secuestrar y asesinar a tres ecuatorianos inocentes. Así paga el diablo a quien bien le sirve. En Venezuela ocurrió lo mismo: ni Chávez ni Maduro jamás tocaron a los jefes de las Farc. Ni tampoco a los del ELN. Son gobiernos amistosos, que aplican la máxima según la cual “el enemigo de mi enemigo es mi amigo”.

Ecuador, víctima de una decisión equivocada

 

Durante el gobierno de Rafael Correa, Ecuador tomó la decisión de no meterse con las Farc y de hacerse el ciego, sordo y mudo con respecto a todo lo que hiciera ese grupo guerrillero en la frontera con nuestro país. Tan ciego, sordo y mudo se hizo que hasta alias Raúl Reyes instaló un campamento en su territorio, a pocos kilómetros de la frontera con Colombia. Por allá desfilaron decenas de “amigos de la revolución”, entre ellos colombianos, mexicanos, chilenos y europeos, quienes hablaban a sus anchas con Reyes y con otros jefes de las Farc. La dicha se les acabó cuando el Gobierno de Colombia bombardeó él campamento de Reyes y le dio de baja, acción militar que casi le cuesta un carcelazo a Juan Manuel Santos, entonces ministro de Defensa de Colombia y hoy presidente de la República. En esa época Álvaro Uribe y Santos eran incondicionales. Mientras tanto, Rafael Correa dejaba que las Farc actuaran a sus anchas en la frontera. Fue tanta la cordialidad de Correa con las Farc que hasta denunció a Colombia ante La Haya por fumigar los cultivos de coca en la frontera. Coca que era sembrada, administrada y negociada por las Farc. La misma coca que hoy siembra, administra y negocia alias Guacho. La demanda de Ecuador contra Colombia ante la Corte Internacional de Justicia terminó en junio de 2013, cuando el gobierno de Santos -mediante un “acuerdo amistoso”- se comprometió a no seguir fumigando y a pagarle a Ecuador “una contribución económica para fomentar el desarrollo económico y social en las áreas de frontera”. De manera que si hubo un gobierno amigo de las Farc, ese fue el de Correa.

¿Dónde están nuestros organismos de inteligencia?

El Gobierno de Colombia no ha sido eficaz en la lucha contra los llamados “grupos residuales de las Farc”. Su fracaso en este frente es total. El ministro de Defensa no tiene la más remota idea de qué es lo que sucede, ni cómo sucede, ni por qué sucede. Es de una ineptitud que espanta. Sorprende que Santos lo haya mantenido tanto tiempo en una cartera donde “fracasó con rotundo éxito”. Luis Carlos Villegas no debió ser nombrado ministro de Defensa y mucho menos debió permanecer en el cargo. Punto. El errático manejo que le dio a la muerte de los tres integrantes del equipo periodístico de El Comercio de Quito es tan solo una perla más de un inmenso collar de desaciertos. A ‘Guacho’ –como a todos los desertores de las Farc– hay que combatirlos con toda determinación y sin ningún tipo de consideración. ¿No fue ese el compromiso que adquirieron las Fuerzas Militares con el país? Alias Guacho vuela torres de energía que dejan sin luz a Tumaco por varios días, secuestra y asesina periodistas en Ecuador, trafica miles de kilos de cocaína con absoluta impunidad. ¿Es así de poderoso o son así de inoperantes nuestras Fuerzas Armadas y de Policía? ¿Dónde están los organismos de inteligencia? ¿Dónde están nuestros mejores hombres en labores de inteligencia? ¿Todos pasaron a retiro? ¿A quién incomodaban? ¿Quién responde por este estruendoso fracaso? La única opción que deben tener ‘Guacho’ y los demás “residuales” de las Farc es el sometimiento, la rendición o la baja en combate. No tienen derecho a ningún tratamiento o beneficio político. Los perdieron todos a la hora de desertar de las Farc.

Llegó la hora de operaciones conjuntas binacionales

 

A diferencia de Rafael Correa, que siempre fue generoso y amistoso con las Farc, el presidente Lenín Moreno se ha mostrado decidido y resuelto a combatir a quienes pretenden convertir su territorio en su refugio predilecto, como es el caso de alias Guacho, cuya nacionalidad parece preocuparle mucho a Santos. Sea ecuatoriano o colombiano, alias Guacho es un criminal de la peor calaña y debe ser sometido. El narcotráfico es un negocio multinacional que no conoce fronteras. Es hora de que los gobiernos de Colombia y Ecuador trabajen en equipo y realicen operaciones conjuntas para combatir a quien se ha convertido en un grave peligro para ambos países. Las operaciones conjuntas están permitidas. De hecho, Colombia ha actuado en cooperación con otros gobiernos a la hora de combatir a las organizaciones criminales. Una de ellas ocurrió durante la toma de Mitú por parte de las Farc, en el gobierno de Andrés Pastrana, operación que fracasó gracias a la rápida reacción de las Fuerzas Militares de Colombia, en cabeza del general Fernando Tapias, quien coordinó con las Fuerzas Militares de Brasil la repuesta contundente al grupo guerrillero. Así es como se combate a estos grupos criminales. Es hora de que Colombia y Ecuador hagan causa común para combatir a alias Guacho, cuya capacidad de hacer daño no puede ser superior a la de dos gobiernos decididos a someterlo.

Cooperación internacional, sí pero sin doble discurso

 

Con los organismos internacionales pasa algo muy curioso: los ojos con que ven a nuestros gobiernos es muy distinto a los que utilizan para ver a los grupos guerrilleros. La “diplomacia guerrillera” fue tan efectiva en Europa que –en el caso de las Farc– los defensores de los Derechos Humanos y hasta algunos gobiernos compraron completico el discurso según el cual ellas eran una especie de Robin Hood, que le robaban a los ricos para darle a los pobres. El gravísimo asunto del narcotráfico jamás les interesó y cuando lo hicieron fue para justificarlo, pues consideraron que fue la “herramienta que les permitió a la Farc adquirir recursos para combatir a los Estados inclementes y déspotas contra los cuales se habían rebelado”. Es decir, le dieron justificación política. ¡Hasta allá llegamos en la negociación de La Habana! Alias Guacho es un narcotraficante y su actuación criminal carece de cualquier justificación política, como también lo son aquellos jefes de las Farc se lucraron de ese negocio ilícito. La visión europea de nuestra compleja situación debe cambiar de forma drástica.

 

 

 

 

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