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Un recuerdo que aún lo atormenta por las noches. Una llegada a un país desconocido de la cual quizá ahora se arrepiente de haber realizado. Un sueño que quiso empezar, pero que culminó antes y con otro final. Ignacio*, un hombre de 29 años, y de nacionalidad venezolana, llegó a Colombia hace cinco años con el deseo de crear su propia academia de danza y ayudar a su familia en el vecino país, pero en marzo pasado vivió una novela de terror, luego de que, aparentemente, integrantes del Clan del Golfo lo tuvieran retenido por seis días en una cabaña entre Santa Verónica y el municipio de Piojó, Atlántico.

Pero, ¿cómo llegó hasta este municipio ubicado en la zona norte del país? Luego de salir de Venezuela estuvo cinco años en Brasil, con el propósito de estudiar todo lo relacionado con la danza. En 2017 llegó a Colombia, primero a Bogotá, donde tan solo duró un mes 'por el frío', y luego se trasladó a Barranquilla.

'Comencé a trabajar con todo tipo de personas en el ámbito de las comparsas, bailes, danzas. Yo vengo de una estructura artística donde siempre he ganado bien, porque mi trabajo es bueno y pues digamos que se pagaba lo que es, pero acá en Colombia hay una contradicción, se supone que aquí es mucho más cultural el folclor y demás, y aun así no es bien pago', dijo el hombre en conversación con EL HERALDO.

Las noches en vilo para Igancio comenzaron en 2020, cuando dio positivo al virus de la inmunodeficiencia humana (VIH): 'Eso comenzó después de la cuarentena, porque yo empecé a sentirme mal, mi piel cambió y me salían una especie de costras. Nunca imaginé que eso me pudiera pasar a mí'.

Tras ir de a poco con su enfermedad, decidió mudarse a Juan de Acosta en diciembre de 2021, porque, según él, 'era un pueblo que no tenía danza y yo quise tratar de comenzar desde cero con mi sueño y terminar con ese ciclo al que estaba acostumbrado en Barranquilla'.

Allá conoció a un odontólogo y empezó a ayudarle con los oficios varios de su consultorio. 'Pero en medio de todo lo que yo hacía había maltrato, palabras hirientes y humillantes, hasta su hijo me faltó el respeto, realmente solo duré un mes allí', dijo Ignacio.

'Comencé a hacer mi proyecto de la danza y pedí apoyos a la Alcaldía y a los negocios para que me colaboraran con mesas, sillas y demás. Al final alcanzamos a formar la escuela, tenía aproximadamente 40 alumnos y al final me quedé con cuatro, todo esto porque los padres no apoyaban a los niños, preferían irse a los bailes de picós que duraban hasta cuatro días y pues decidí desprenderme un poco de lo que más amo'.