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El sexo en la tercera edad

Estudio revela que las relaciones sexuales mejoran su calidad con el pasar de los años. Las personas entre  60 y 70 años reportan más dificultades para excitarse sexualmente que aquellas de más de 80 años.

La “tercera edad” se ha convertido en una abreviatura para ese período de jubilación, en el que todavía no se es “viejo”. Quienes ingresan tienen la expectativa de una etapa de buena salud, actividad física, movilidad y equilibrio y buen apetito para enriquecer sus vidas.

También hace parte de este paquete la sexualidad, no solo porque la función sexual —respuesta fisiológica del organismo, como la cardiovascular o respiratoria— y la actividad sexual (coital) están estrechamente vinculadas con la salud y la vitalidad, sino también porque la “atracción sexual” ha llegado a ser un medio para  distinguirse como un “no viejo”, de acuerdo con una investigación de 2011 de la Universidad de Trent, en Canadá. 

Un estudio de 6.201 personas en edades comprendidas entre 50 a 90 años, publicado en el diario académico Archivos de Comportamiento Sexual, encontró que el 54% de los hombres y el 31% de las mujeres informaron tener relaciones sexuales al menos dos veces al mes.

Sin embargo, las personas tienen menos sexo a medida que envejecen, un hecho atribuido a la salud de cada individuo. El artículo referido arrojó así mismo que el 39% del tiempo los hombres trataron de lograr una erección; mientras que las mujeres dijeron que carecieron de un impulso sexual suficiente el 32% del tiempo y el 27% del tiempo no pudieron alcanzar un orgasmo. 

El mismo estudio encontró, además, que los hombres, en promedio, se preocupaban más por su desempeño sexual y reportaron una mayor insatisfacción con su vida sexual que las mujeres.

“A medida que las mujeres envejecen, sus tasas de insatisfacción tienden a disminuir. El sexo puede haber mejorado para ellas o tal vez es menos importante”. 

A una conclusión que podría parecer sorprendente llegó un reciente estudio del Centro Internacional de Longevidad, que sugiere que hombres y mujeres de más de 80 años de edad tienen mejores relaciones sexuales que aquellos con hasta veinte años menos, rompiendo el estereotipo de que el sexo tiene que parar cuando se llegue a cierta edad. El estudio del Centro Internacional de Longevidad del Reino Unido encontró que las personas entre las edades de 60 y 70 años reportaron más dificultades para excitarse sexualmente que aquellas de más de 80 años.

Una  indagación de la Universidad de Texas mostró que tanto personas de mediana edad como adultos mayores indicaron que una reducción en la frecuencia del sexo estuvo acompañada de un incremento de su calidad. “Se había vuelto más satisfactorio física y emocionalmente”.

De acuerdo con el psicólogo Eli Coleman, presidente de la Asociación Mundial de Sexología, fundamental en la elaboración de la definición de salud sexual de la Organización Mundial de la Salud, identifica el incremento de la longevidad como uno de los factores que contribuyen a lo que él denomina una “nueva revolución sexual”.  

Las personas viven más tiempo

En consecuencia, son sexualmente activas más tiempo (...) El envejecimiento ya no indica la jubilación de los comportamientos sexuales”.

Dice un artículo de la Universidad de Wisconsin que los estudiosos de la medicina familiar se han centrado en la actividad sexual temprana en el curso de la vida, pero poco se sabe sobre el cese de la actividad sexual en la vida adulta.

Explican el efecto de luna de miel (Honeymoon effect). Según esta teoría, la novedad de la experiencia sexual disminuye a medida que aumenta la duración del matrimonio, lo que resulta en una menor frecuencia sexual. “El descenso más pronunciado de la frecuencia se experimenta en el primer año de matrimonio, con una declinación mucho más lenta posteriormente (...)”. 

Señalan que en un estudio cualitativo de parejas casadas de mediana edad y de adultos mayores (con una duración de la relación matrimonial de aproximadamente 34 años), señalaron los encuestados que la disminución de la actividad sexual se debió principalmente a la disminución de la salud. 

Afirman, entonces, que la salud mental y física está asociada con la actividad sexual. 

“Enfermedades físicas específicas han sido asociadas con la incidencia de disfunción sexual, como patologías cardiovasculares, hipertensión, diabetes, obesidad, cáncer, y síntomas del tracto urinario inferior (término para referirse al antes denominado prostatismo, como una disminución de la fuerza del chorro de orina o la necesidad de orinar varias veces por la noche)”.

Señalan que la salud física contiene no solo componentes clínicos, sino también elementos subjetivos, como el diagnóstico propio del individuo. “Investigaciones han encontrado que cuando se comparan la autoevaluación de la salud y el diagnóstico objetivo, la primera arroja un resultado inclinado hacia la mortalidad”, manifiestan. 

Añaden que “la depresión, la ansiedad, el estrés y la baja autoestima han sido relacionados con una mala función sexual”. Por el contrario, dicen, la actividad sexual que incorpora otras formas de intimidad física se asocia con una menor depresión.

El mismo estudio señala que la salud física está más fuertemente asociada con problemas sexuales en las mujeres mayores que en los hombres mayores. Por otra parte, la menopausia, experimentada por mujeres que se acercan a los 50 años, puede impactar negativamente sus relaciones sexuales, debido a una lubricación vaginal desmejorada. 

Tratamientos

Según una publicación académica de 2007, en la década pasada, los avances médicos y los tratamientos crearon una mayor conciencia del funcionamiento sexual en la vida adulta. El ejemplo más destacado es la publicidad de los fármacos indicados para la disfunción eréctil. 

Una encuesta de adultos entre los 57 y 85 años de edad, en EEUU., estimó que más de un tercio de los hombres experimentaban disfunción eréctil y encontró que el 14% estaba tomando al menos una receta para mejorar la función sexual.

*Especial para EL HERALDO

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