Compartir:

Sentado ante su máquina de coser en el taller de la pequeña empresa berlinesa mimycri, Khaldoun Alhussain desliza bajo la aguja un pedazo de plástico gris, mientras mueve el pedal con el pie.

Su mano experta acaricia el ribete de hilo amarillo que va tomando forma bajo el espeso material.

En Berlín, las lanchas neumáticas abandonadas por los migrantes a su llegada a las playas de las islas griegas han encontrado una segunda vida, transformadas por refugiados en bolsos o bolsas de viaje que después son vendidos en internet.

Alhussain, sirio de 34 años, conoce bien este plástico robusto y resistente a la intemperie recuperado en Grecia. Hace cuatro años, él mismo se metió en una precaria embarcación fabricada en el mismo material para alcanzar la islas egea de Quíos desde la costa turca.

'Éramos muchos (en la barca) y la travesía era muy muy peligrosa', recuerda este sastre que trabajó durante muchos años en talleres de confección de Damasco antes de solicitar asilo en Alemania.

Desde Quíos y Lesbos. La empresa mimycri, creada por dos treintañeras, adquiere la materia prima en la isla de Quíos y la más septentrional Lesbos, ambas testigos del drama ocurrido en 2015, cuando centenares de miles de refugiados llegaron a sus playas para alcanzar Europa.

En el momento álgido de la 'crisis' de los refugiados, Grecia llegó a contabilizar 7.000 llegadas diarias. Aunque tras un acuerdo entre la Unión Europea y Turquía en 2016 el número de travesías se ralentizó considerablemente, a día de hoy siguen registrándose un centenar al día.

Las oenegés en el terreno recuperan las lanchas que van quedándose en las orillas junto a otros desechos, chalecos o ropa.

'Recuperamos el 90% de las lanchas que llegan a las costas' de Quíos que no son escoltadas por la policía una vez entran en aguas griegas, explica Toula Kitromilidi, coordinadora griega de la oenegé CESRT. 'El resto es utilizado por locales', por ejemplo, agricultores que usan el plástico como lonas.

El material, cortado en largas bandas negras y grises, es enviado a Berlín, limpiado y transformadas en mochilas, bolsos, fundas para ordenados o neceseres.

Los clientes 'compran estos bolsos porque cuentan una historia, porque son más que un simple objeto', explica Vera Guenther, una de las fundadoras de mimycri, desde su taller.

Los clientes pueden, aunque sea de forma indirecta, 'aprender lo que ocurre en Siria (...) y cuantas personas siguen muriendo allí', añade Khaldoun Alhussain, quien espera poder traer a Berlín a su madre que aún se encuentra en Siria, enferma y sola.