Un trago de aguardiente fue como gasolina para el alma antes del desfile. Las lentejuelas doradas de los trajes solían reflejar el solazo recalcitrante de la Vía 40 en días de Carnaval. Esa mañana no había sol, nubes grises se cernían sobre el cielo augurando un aguacero. Los negros congos no danzaban alegres. Una lágrima rodaba por el rostro del director de El Congo Grande, Adolfo Maury, que sostenía sobre sus hombros el ataúd de quien fuera uno de sus mentores.
Cantó con voz entrecortada y lloró como solo un congo sabe hacerlo, entre el júbilo y la tristeza. Y así los suyos, quienes danzaban en derredor con un coro dedicado a Benigno Hernández, el congo más antiguo del Carnaval, que falleció el pasado martes a sus 85 años.
'Ay que triste yo me siento que no dejo de llorar, primero muere Ventura y hoy Benigno se nos va', canturreaban y danzaban al compás del tambor, en un lumbalú —ritual funerario de la cultura palenquera— mientras cargaban el féretro.
Y se hizo el silencio. Como es costumbre, los danzantes retiraron de sus cabezas los turbantes dedicándole unos minutos a la despedida. La capa negra del traje se zarandeaba, movida por una brisa fría. Ese día, su significado fue más pertinente, un símbolo de respeto y honor por sus difuntos; ancestros africanos, esclavos y amigos.
En esta danza fundada el 23 de diciembre de 1875 por Joaquín Brachi, han muerto en los últimos años miembros de largas dinastías. Gilberto Altamar, Manuel y Rafael Llanos, fueron algunos de esos personajes comprometidos con la tradición del Carnaval.
Una semana antes, a sus 92 años, falleció Luis Altamar, fundador de El Cañonazo. La cumbiamba vio la luz por primera vez en 1964 y se gestó producto de una pasión que se cocinaba al interior de las ruedas de cumbia entre Altamar y Natividad López —con quien contrajo matrimonio años después—.
'Mi papá era un carnavalero de tiempo completo, se gozaba los cuatro días de Carnaval y hasta que pudo bailó en la Vía 40. Ya en 1983 me entregó la dirección del grupo y a partir de ahí mi labor ha sido continuar con su legado y mantener viva la tradición', expresó su hijo Rafael Altamar, actual director de El Cañonazo y rey Momo del Carnaval 2010.
Por el legado de este patriarca, los Altamar se han encargado de sembrar el amor por la cumbia en las nuevas generaciones. En ese sentido, su nieto Ivanoff Altamar dirige las Semillitas de El Cañonazo, en la que participa también una bisnieta que conforma la cuarta generación cumbiambera de la familia.
Líderes de tradición
La fiesta más importante de Barranquilla y el Caribe fue declarada por la Unesco en 2003, obra maestra del patrimonio oral e intangible de la humanidad. Esta distinción lleva implícitas manifestaciones materiales y espirituales, que hacen de Barranquilla un territorio de convergencia cultural inigualable.
'Desde el 2007 Carnaval de Barranquilla tiene el programa Líderes de la Tradición para preservar la memoria de manifestaciones folclóricas con más de 50 años en la fiesta. Actualmente participan 19 grupos con transmisión de saberes, acompañamiento para cuidar sus patrones tradicionales, estímulos especiales para evitar su dependencia de patrocinios y prioridad en los desfiles para promover su tradición', manifestó Carla Celia, directora de Carnaval de Barranquilla S.A.S.
El Congo Grande de Barranquilla, El Torito Ribeño, El Congo Grande de Galapa, la Cumbiamba El Cañonazo, Las Ánimas Rojas de Rebolo, la Danza El Imperio de las Aves, Los Cabezones, la Danza el Perro Negro, la Danza Paloteo Mixto, Disfraces Enrique Salcedo, Cumbiamba La Arenosa, Disfraces Las Gigantonas, El Descabezado, Cumbiamba La Revoltosa, Danza Paloteo de Barranquilla, Congo Tigre de Galapa, Congo Campesino del mismo municipio y los Indios de Trenzas Chimila, conforman esos tesoros reconocidos en el plan de protección de la fiesta, no solo por su antigüedad sino también por la herencia cultural que se traspasa de generación en generación.
Por ejemplo, Angela Pedroza recibió la danza Paloteo Mixto hace 39 años de manos de su padre Ángel Custodio Pedroza.
'Nació en 1936 en la Calle Esperanza, de Rebolo. Este 20 de enero cumplimos 82 años. Inicialmente era masculina por ser una danza guerrera, pero logramos que se integraran mujeres', contó.
Para Ángela esta danza es 'lo más grande' de su vida así como su 'compromiso' con la ciudad. A pesar de sus 80 años y diversos achaques de salud sigue teniendo la voz fuerte y voluntad férrea para dirigir su legado. Tres infartos sufridos dos años atrás, además de problemas de diabetes e hipertensión la alejaron de su amada Vía 40. Sin embargo, sus nietos y sobrinos son su mano derecha para continuar ese trabajo arduo pero satisfactorio que su progenitor le encomendó.
Disfraces y tradición
Son en promedio 70 los Congos de Oro que tienen los disfraces de Enrique Salcedo, un hombre que, en palabras de su nieto, 'respiraba Carnaval los 365 días del año'.
Ronald Gary, quien recibió de Esthercita Forero su primer Congo disfrazado de oso panda, a la corta edad de dos años, lleva junto a su madre, Martha Molina, la batuta del grupo que fundó su abuelo en 1942.
'Mi abuelo murió hace 18 años. Fue el primer rey momo del Carnaval en 1995, y pionero en hacer disfraces en estructuras. Desde muy pequeño me enseñó la soldadura para fabricar disfraces grandísimos y novedosos. Por él me corre el Carnaval por las venas, por él lucho por esta fiesta', relató este hombre que sigue los pasos de su líder. Ronald también sueña con ser rey momo de las fiestas, como lo fue su abuelo.
Guerreros centenarios
El Congo Grande de Galapa nació el 17 de enero de 1886, hace 132 años. Su director, Ricardo Gómez Ditta, porta con orgullo la bandera de su danza. 'Tengo 12 nietos y todos bailan. Ahí tengo media danza', dice este hombre de 66 años.
No se preocupa por el futuro próximo de la danza, pues esta ha pasado de generación en generación y los jóvenes de su familia 'tienen un gran sentido de pertenencia'.
Memoria histórica
Edgar Rey Sinning, profesor e investigador de la Universidad Simón Bolívar, explica que una forma efectiva de conservar la tradición es construir un archivo de memoria histórica carnavalera.
Para el autor del libro Joselito Carnaval, este proyecto es una estrategia de documentación que funcionaría como un banco de datos de la fiesta.
'Es un proyecto grande que puede trabajarse desde la sociología o antropología. La idea es desarrollar un archivo de documentos, audios, fotografías y videos como una estrategia para proteger la fiesta. Esto podría funcionar, por ejemplo, en la Casa del Carnaval o Museo del Caribe. En la Universidad del Atlántico hay una facultad de sociología, se trata de crear las alianzas adecuadas', apuntó.
Generosas cabezas
En la Batalla de Flores de 1930 una bandada de cabezas gigantes tomó por sorpresa a los que presenciaron el desfile. Los Cabezones de Café Almendra Tropical abrieron el evento ese año. Esa posición la mantuvieron por mucho tiempo.
Los primeros cabezones fueron traídos de Alemania por el empresario Celio Villaba Rodríguez, propietario de Café Almendra Tropical. Estos muñecos llegaron a la ciudad coincidiendo con las fechas de las carnestolendas. Villalba contrató artesanos del Atlántico para la fabricación de las cabezas y así le agregaron más miembros al grupo.
Un trabajador de Villalba recibió de él ese obsequio, así fue como llegó a manos de Ricardo Rodríguez Bolívar, quien heredó los cabezones de su tío abuelo, el antes mencionado trabajador de Villalba.
'Tengo los primeros muñecos, algunos tienen 86 años. Hoy son una reliquia. El grupo lo conforman 120 cabezones en total', dijo Ricardo Rodríguez, quien dirige este grupo hace 15 años.
El Perro Negro
Esta danza fue fundada el 20 de enero de 1930, por José Polo. Cuando su creador falleció no le heredó a nadie y esta desapreció por varios años. Fue hasta 1933 cuando Wilfrido Morales, junto a otros ex integrantes del Perro Negro, logró que se reunieran para revivir esta danza. Hoy Wilfrido Morales (hijo) la dirige y en ella participan sus primos, hijos y sobrinos.
Fruto de adolescentes
El Torito Ribeño cumplió en enero 140 años ininterrumpidos de participación en el Carnaval.
En 1878, su fundador, Elías Fontalvo Jiménez, buscaba ser aceptado en la extinta danza rebolera El Toro Grande, pero por ser menor de edad fue descartado. Así nació el Torito Ribeño. Torito, porque lo conformaban menores de edad no aceptados en el Toro Grande, y ribeño porque fue fundado en las riberas del Río Magdalena.
Los emblemas del Torito, la máscara y el tambor, tienen 140 años, los mismos de la danza. Este legado lo recibió Alfonso Fontalvo después de dos generaciones, al asumir el mando de la danza en 1970.
'Portar los emblemas del Torito es una responsabilidad que exige muchos sacrificios en la vida personal, pero deja satisfacciones todavía más grandes comparables con pocas cosas en la vida', expresó Fontalvo, que desde ya prepara a su sobrino, Sebastián Fontalvo Torres, de 10 años, para que en un futuro comande la quinta generación de toritos
Desde Ciénaga
Dora Thomas, líder de los Indios e Indias de Trenzas Chimila también es portadora de una larga tradición aprendida de su madre. Esta cienaguera de 82 años heredó la dirección de la danza y hace 68 sale en cada Carnaval.
'Hasta cuando Dios permita estaré. Yo todos los años salgo con alegría y fortaleza a acompañar a mis indios', manifestó 'Dorita', como le dicen de cariño.
Leonardo Thomas, también de Ciénaga, es el actual cacique de la danza y el encargado de continuar la tradición cuando 'Dorita' no esté.
'Mi sobrino viene de Ciénaga y le voy a entregar la danza a él porque siempre me ha ayudado. Es la persona indicada', afirmó.
Precursores que ya no están
‘El rey de las marimondas’, César Morales, conocido como Paragüita, falleció el 21 de junio de este año. El eterno creador de Las Marimondas del Barrio Abajo, la comparsa más grande del Carnaval, con más de 950 miembros, es recordado por dignificar el disfraz de marimonda y agregarle coreografía para que saliera de forma organizada en los desfiles.
Paragüita, considerado uno de los 'Cancamanes del Carnaval' por catapultar a la marimonda como símbolo universal de esta fiesta, murió a sus 72 años, dejando su legión a cargo de su esposa Patricia Gómez y su hija Leslie.
El día de su despedida en Jardines de la Eternidad, el sudor bajo las caretas se confundía con las lágrimas que algunos derramaban por su líder. Cientos de marimondas bailaron como nunca, en medio del dolor por la partida del 'man más feliz del Barrio Abajo'.
La comparsa, que cumplió 35 años, no entra en el grupo de líderes de tradición, puesto que aún no tiene medio siglo de existencia. Sin embargo, los aportes de César Morales al Carnaval fueron indispensables para que ese disfraz, que en un momento usaron borrachos y maleantes, fuera un icono del barranquillero.
'Barranquilla, quien no te conoce te sueña, y quien te conoce jamás te olvida'. Con esta frase de su autoría, Paragüita inmortalizó su sentir por esta ciudad de sus amores.
Garabato inolvidable
El Gran Caporal de Barranquilla, Humberto Pernett, sacó la danza del garabato de los clubes para llevarla al Carnaval. Fue uno de los fundadores del Cipote Garabato, que se desprendió en 1990 del grupo Cipote Vaina.
Este garabato, que por tantos años venció a la muerte en el cumbiódromo de la Vía 40, perdió la batalla contra un cáncer de colon a sus 68 años, el 16 de agosto de 2017.
'La alegría le gana a la tristeza', solía decirles a sus amigos, y así fue hasta sus últimos momentos de vida, dijeron sus familiares.
'Era un maestro, guía y protector. Dejó un legado en la danza que no podré superar, así haya trabajado a su lado hombro con hombro', dijo en su momento Hernán Pernett, su hermano, quien ahora lleva la bandera del Cipote Garabato.
Hasta el momento no hay ningún garabato en la lista de los 19 líderes de tradición debido a que ninguna ha alcanzado la edad para pertenecer a esta. No obstante, estas danzas son un tesoro incalculable para los valores culturales de Barranquilla.
La vida es finita
'Hay una realidad aplastante que es el ciclo vital de los portadores de tradición', manifiesta la investigadora cultural, Mirtha Buelvas. Para ella es indispensable el trabajo de los grupos de semilleros para sembrar los valores de las fiestas en las nuevas generaciones.
'Toda tradición sufre transiciones. El Carnaval, como muchas otras festividades, es un capital construido por una comunidad. No todas las manifestaciones son para siempre, muchas cosas del carnaval se han perdido con el paso de los años, porque se acaba el interés por cierto acontecimiento', apuntó Mirtha, que hace énfasis en que la solución está en ejecutar correctamente el plan de salvaguarda.
Gigantonas ilustres
A sus 95 años, el 25 de marzo de este año, murió Jorge Altamiranda, el hombre que le dejó al Carnaval una herencia tamaño gigante.
En 1950, este hacedor creó a Las Gigantonas, un par de muñecas de más de tres metros de alto, que contoneaban su voluptuosa figura al son de la música. Altamiranda debutó en el Carnaval en 1948 con un Joselito a gran escala que ganó el Premio a Mejor Disfraz. Dos años después aparecieron Las Gigantonas, su obra maestra.
Aún en sus últimos días, 'el hacedor más longevo del Carnaval' se inquietaba por sus muñecas. Según sus hijas, preguntaba con frecuencia si ya estaban listas para el desfile.
Sin embargo, una de sus preocupaciones era encontrar alguien que mantuviera ese legado. 'No sé qué voy a hacer. Tengo nietos, pero le paran bolas por un momentico y luego se aburren. La cosa está difícil para que siga la tradición', señaló en una entrevista concedida a EL HERALDO en 2015.
Para este trabajo se intentó obtener información por parte de los familiares sobre sí seguiría la tradición de Las Gigantonas, pero no fue posible obtener respuesta ni telefónica ni personal.
De generación en generación
Adolfo Maury, líder de El Congo Grande recibió el legado por parte de su padre Adolfo Maury y su madre Gloria Cabrera. Estos a su vez lo heredaron de Ventura Cabrera que también lo tomó de sus abuelos.
Para Maury, llevar la bandera de una danza de tradición es 'una dura responsabilidad en estos tiempos'.
'Las danzas de los congos eran más de 30, muchas se han ido extinguiendo y las que sobreviven lo hacen con gran dificultad. Antes los congos no tenían muy buena fama, se emborrachaban, protagonizaban peleas, iban mal vestidos. Esta percepción la hemos ido cambiando. Preservar el legado es un reto, teniendo en cuenta que las juventudes optan por ritmos como la champeta y el reguetón dejando estas manifestaciones en segundo plano'.
Maury prepara a Felipe y a Dayana Maury para que tomen la bandera de la danza cuando él no esté, aunque por fortuna aún goza de muy buena salud.
'Nos impulsan estos grandes hombres que sacaron adelante nuestra danza en tiempos de mucha adversidad. De las grandes dinastías hoy solo nos queda Manuel Noriega, que ya tiene 74 años'.





















