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Luis Quiñones, el barranqueño que ingresó al boxeo para escapar del matoneo

Los sueños del joven de 25 años se apagaron este viernes tras no lograr sobrevivir del noqueo en el combate del pasado sábado 26 de septiembre. El deporte colombiano está de luto. 

Un barranqueño de 18 años de edad llegó hace cinco años a la ciudad de Barranquilla con la ilusión de ser campeón mundial de boxeo. Esa es la historia de Luis Quiñones, el joven que actualmente tenía 25 años y que arribó a la capital del Atlántico buscando el apoyo que no pudo conseguir en su tierra y dejando atrás un pasado turbulento que lo empujó de cara al arte de la lucha. Hoy su sueño se esfumó tras fallecer por cuenta de un golpe que sufrió el pasado sábado 26 de septiembre y que le produjo un trauma craneoencefálico.

Quiñones llegaba a este enfrentamiento luego de haber peleado en 10 ocasiones y proclamarse como el vencedor en cada una de ellas. El coraje con el que enfrentaba cada asalto dejaba la fuerza que había ganado en toda su carrera como profesional, la cual fue impulsada por otras personas que pretendían hacerlo débil, pero, por el contrario, lo terminaron haciendo más fuerte.

El boxeo, una escapatoria al bullying

El bullying fue una de las situaciones que marcó la vida de este deportista y es que por eso se tuvo que refugiar en el boxeo. Así lo relata su hermana mayor, Mayra Alejandra Quiñones, quien estuvo al lado de Luis en todo su proceso de recuperación.

 “En el colegio le hacían mucho ‘bullying’. Los compañeros le pegaban coscorrones y le hacían daño. Así que él decidió tomar una decisión para que no lo siguieran molestando”, cuenta Mayra.

Otro familiar del deportista contó que Quiñones "decía que quería aprender a boxear para defenderse de quienes se burlaban de él". 

Incluso, su hermana comenta que Luis principalmente se inclinó por practicar taekwondo y luego ingresaría al mundo del boxeo, razón por la cual se iría para la ciudad de Bucaramanga a entrenar esta disciplina, en donde alcanzó a representar al departamento de Santander.

Sin embargo, a pesar de esto su familia nunca estuvo de acuerdo con que Luis se dedicara a ‘los puños’. “No queríamos que él se metiera a este deporte, porque sabíamos todos los riesgos que eso significaba, pero no pudimos sacarle esa idea de la mente”, afirmó su hermana mayor. 

“Nosotros al principio no queríamos que él se metiera en este deporte, porque sabíamos todos los riesgos que eso significaba. Sin embargo, él siempre manifestó su deseo de convertirse en campeón mundial y nadie le podía sacar eso de la mente. Cuando empezó a pelear y vimos que estaba ganando todas sus peleas, comenzamos a apoyarlo más en lo que estaba haciendo”, declara.

Orlando Amador-EL HERALDO
Dormir en el piso, uno de los sacrificios

Desde Bucaramanga, Quiñones decidió venirse para Barranquilla con la esperanza de encontrar más apoyo en su carrera, pero los comienzos no serían fáciles.

El mismo Quiñónes le contó en su momento a EL HERALDO que en muchas ocasiones le tocó dormir en el piso del gimnasio y para llegar a este punto había realizado muchos sacrificios, entre ellos dejar a su familia.

En la capital del Atlántico encontró a quien habría sido su 'ángel guardián': su entrenador Miguel ‘el Ñato’ Guzmán. 

“Le di de lo poquito que pude, lo ayudaba con los zapatos, con lo que hiciera falta. Luego, a medida que iba peleando, lo iban conociendo y me lo llamaban para que perdiera, pero siempre ganaba, y yo le decía: ‘te llaman para perder, pero eres tan bueno que ganas’ ”, aseguró ‘el Ñato’.

Su entrenador lo calificó como “un muchacho humilde. Había muchas esperanzas con él, porque era de los boxeadores disciplinados. Estaba esperando una oportunidad de título nacional hace rato”. 

Su hermana contó que en todo momento estuvieron en contacto: “A pesar de que no estábamos juntos, nosotros siempre nos manteníamos en contacto con él. En todo el año no nos veíamos, pero él iba a visitarnos en todos los diciembres cuando ya terminaba sus peleas. Nosotros le preparábamos una bienvenida con sancocho, que es su comida favorita, y todo era felicidad en esos momentos”.

En la jornada del pesaje oficial para la velada, que se realizó el día viernes, Quiñónes pregonaba su alegría por haber alcanzado este escalón, el de poder subirse al cuadrilátero a disputar un título nacional de boxeo.

“Esto para mí es un sueño. Todo los sacrificios que hice han valido la pena y estoy seguro que voy a ganar esta pelea”, expresó el deportista.

Su familia también estuvo acompañándolo en su proceso de preparación para la gran cita.

“En los días previos a la pelea nos mantuvimos en contacto y él se mostraba muy ansioso, con muchas ganas de ganar el título. Nosotros nunca nos imaginamos que algo así le podría llegar a pasar”, recuerda su hermana mayor.

Orlando Amador-EL HERALDO
Sueño y pesadilla

 La noche soñada de Luis llegó. Al fin pelearía por el un título nacional, en una contienda que tendría un valor agregado: lo haría contra José Muñoz, otro pugilista que llegaba con las mismas ansias que él y que además se conocían muy bien, pues se formaron juntos como pegadores profesionales.

“Él me conoce muy bien y yo también lo conozco. Sé que hará cosas distintas a lo que hace en los espárrines, así que yo haré lo mismo. Cada uno tratará de sorprender al otro”, dijo el santandereano.

Llegó la hora que todos esperaban y la pelea entre Quiñones y Muñoz era la coestelar de la velada. Se había anunciado como un combate candente y los boxeadores no defraudaron.

En el pacto de ocho asaltos se definiría el gran campeón. La lucha fue pareja en todo momento. Luis demostraba muy buena técnica y se movía de gran manera por todo el ‘ring’. Lograba conectar buenos golpes y se escapa de la zona de impacto.

Muñoz era pura potencia. Combinaba correctamente y finalizaba con golpes de  potencia. Algunos entraban en Quiñones y otros se quedaban en la guardia.

Pero el cansancio iba a jugar un papel fundamental. Cuando ya el combate estaba en su último asalto, el santandereano vio cómo se debilitaba su defensa y comenzaba a tambalear. Oportunidad que no desaprovecharía su amigo y lo noquearía antes de que sonara la campana.

Fue necesario que Luis entrara al quirófano y cuatro días estuvo luchando por su vida, pero fue una pelea que no ganó. 

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