Uno de los grandes directores de las últimas décadas del cine mundial está de regreso para darle una nueva vida a ‘Drácula’, en el cine. Luc Besson, el francés autor de de clásicos como ‘El perfecto asesino’ o ‘El quinto elemento’, presenta esta nueva propuesta en salas del país desde este jueves.
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Esta versión, ambientada entre la brutalidad del siglo XV y la efervescente París de 1889, ofrece una mirada íntima, romántica y profundamente humana sobre el célebre conde vampiro.
Más que un mito de terror, Drácula se presenta como una historia épica gótica con alma trágica y sensibilidad moderna. El filme narra el destino maldito de Vlad, un príncipe que desafía a Dios tras perder a la mujer que ama con locura. Condenado a la eternidad como vampiro, su único propósito es reencontrarse con ella, guiado por un amor que desafía el tiempo y la muerte.
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En esta propuesta, Luc Besson desmonta la imagen clásica del monstruo y se centra en el alma del personaje: un hombre capaz de esperar cuatro siglos por amor.
Inspirado directamente en la novela original de Bram Stoker, el director devuelve al personaje su dimensión más emocional, alejándose de los superpoderes y artificios sobrenaturales que han acompañado a versiones anteriores.
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“Quería hablar del amor, pero también de valores que hoy parecen olvidados, como la justicia, la amistad o el sentido del bien común”, asegura Besson.
Su Drácula es un personaje elegante y melancólico, de gustos exquisitos y alma atormentada, que encuentra en los perfumes, las telas finas y los detalles estéticos una forma de conectar con su pasado y con quienes lo rodean.
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Un reparto brillante
El papel de Drácula recae en Caleb Landry Jones, quien trabaja por segunda vez con Besson. Su transformación física y emocional fue total: voz, acento, movimientos, todo construido con precisión casi quirúrgica.
Lo acompañan Zoë Bleu como Elisabeta, Christoph Waltz, en el papel del sacerdote que persigue a Drácula, y Guillaume de Tonquédec, en una dupla que aporta inteligencia y humor a la historia.
A nivel visual, Drácula es un despliegue de riqueza estética y precisión histórica. Con diseños del reconocido artista Patrice Garcia, quien ya había colaborado con Besson en El Quinto Elemento, y una dirección de arte a cargo de Hugues Tissandier, el film recrea castillos barrocos, conventos sombríos y una desbordante feria parisina en pleno centenario de la Revolución Francesa.
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El vestuario, a cargo de Corinne Bruand, incluye más de 2.000 piezas originales, diseñadas con un código cromático que aporta profundidad a cada personaje.

Una relectura contemporánea
Esta no es una adaptación más de Drácula. Es una película que recurre al espectador contemporáneo desde el romanticismo, el dolor y la búsqueda del sentido, todo con el sello visual y narrativo único de Besson.
A ello se suma la música original del legendario Danny Elfman, quien encontró en este proyecto la oportunidad perfecta para abordar un mito que siempre le había fascinado.
El film fue rodado entre sets reales y estudios en Francia, con una meticulosa atención al detalle en fotografía, ambientación y dirección actoral.
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En palabras del propio Besson, Drácula “es también un homenaje a los técnicos, artesanos, diseñadores, extras y pequeñas manos que hacen posible la magia del cine”.