Tal vez el nombre de Luis Gregorio Ramírez Maestre no sea tan familiar pero su remoquete sí: ‘el Asesino de la soga’, apodo que recibió por el cruel método que utilizaba para asesinar a sus víctimas, utilizando un complejo y muy bien elaborado sistema de amarre de cuerdas para asfixiar y hasta degollar a sus víctimas.
La justicia colombiana ha documentado por lo menos 36 homicidios cometidos por este sujeto oriundo de Valledupar y que él mismo, uno a uno, ha confesado. Hace pocos meses se atribuyó el crimen de su primera víctima y está a la espera de esa nueva condena.
Ramírez Maestre, en entrevista con el podcast ‘Más allá del silencio’, conducido por el periodista Rafael Poveda, relató que la forma en que asesinó la aprendió de un ganadero de Villavicencio hace varias décadas.

Una vez perfeccionó su técnica se dispuso a matar mototaxista que él consideraba hacían parte de la delincuencia común, era una forma de “limpieza social” como le llama las organizaciones criminales a este tipo de crímenes.
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Comenzó por su natal Valledupar, pero no se quedó ahí. Sus víctimas se cuentan en gran parte de la Costa atlántica donde dejó estela de terror luego de que se descubrieran los cadáveres.
El método que utilizaba era tan preciso que en cuestión de minutos la persona moría. Consistía en amarrar de pies, cuello y manos, todos en un mismo “circuito” de tal manera que si intentaba desamarse las manos se ahorcaría y si bajaba los pies también moriría por asfixia.
Pero para hacerlo aún más escabroso no utilizaba cualquier cuerda, usaba una especial que contenía otro material dentro que hacía que por la fuerza terminaba degollando a sus víctimas.
El comunicador Poveda probó suerte con este método permitiendo que ‘el asesino de la soga’ intentara con él su técnica y confirmó que es “asfixiante” y que lo que se siente es “angustia”. Hay que aclarar que solo fue un ejercicio y que no apretó las cuerdas como lo hacía con las 36 personas que les acabó la vida.
En el video compartido por el podcast se ve a Poveda totalmente quieto una vez fue amarrado e intentó zafarse de manos y pies, sin embargo, fue infructuoso pues se hacía daño en el cuello.
Con aquella frialdad que caracteriza a los asesinos seriales, el condenado -recluido en la cárcel de máxima seguridad de Valledupar- relató que pese a los súplicas de las personas a las que asesinaba continuaba con su proceso hasta que morían.
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Aclaró que no se quedaba para verlos morir, sino que el método era tan efectivo que no hacían falta horas para que perecieran, era cuestión de minutos. Además, dijo que nunca les dejó rosarios como lo argumentaban en las audiencias.
Pese a que han pasados varios años desde que fue capturado y condenado, aun conserva la ligereza para realizar los nudos que resultaron siendo mortíferos para una treintena de personas, en su mayoría mototaxistas, de los departamentos de Atlántico, Cesar, Magdalena, Cesar, Santander y Magdalena.