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'Estaba estudiando con unos amigos, cuando sentimos que empezó a llover. En ese momento faltaban 20 (minutos) para las 12', recuerda Zamira Castro sobre los momentos previos a la avalancha que por poco borra a Mocoa del mapa colombiano.

'Pasada la media noche la lluvia se hacía más fuerte y decidimos irnos a casa. Yo iba en una moto y como pude llegué a mi casa, las calles estaban inundadas y casi no podía pasar porque había mucho lodo y piedras por todas partes. Se escuchaba un sonido muy fuerte era como un rugido', continúa la sabanalarguera que desde hace 10 años vive en la capital del Putumayo y que describe la situación como una completa desolación.

Aunque Zamira pudo llegar a su casa a salvo gracias a la ayuda que le brindaron personas en la calle, sus compañeros de estudio no corrieron con la misma suerte y fueron separados de sus hogares durante toda la noche, mientras esperaban a que el caudal del agua bajara para encontrarse con sus familiares.

'Me mantuve en comunicación con mis amigos como hasta las tres de la mañana, cuando pudieron cruzar a sus casas. Hasta ese momento me di cuenta de la magnitud de lo que había ocurrido y fue cuando avisé a mi familia en Sabanalarga, sabía lo que iba a salir en los noticieros de la mañana y no quería que se preocuparan por mí', comenta la administradora de empresas.

En la mañana el panorama era otro, ya Colombia estaba enterada que Mocoa era estaba cubierta de una gruesa capa de lodo y a pesar de que la casa, que Zamira comparte con su prima y su sobrino (ambos oriundos del municipio atlanticense), su esposo y sus dos hijos, estaba intacta, sus vecinos y amigos 'no contaron con la misma fortuna'.

'Hubo muchas pérdidas, personas que trabajaban conmigo perdieron todo, quedaron sin casa y sin nada. Tengo dos vecinos que son de la Costa también. Ellos venían de Córdoba y de Sincelejo y yo los saludaba y les decía: ¿paisanos cómo están?, pero ahora no sé nada de ellos por el patio de mi casa me asomé y me di cuenta que su casa estaba intacta pero de ellos no sé nada', afirma Castro.

Zamira Castro llegó por primera vez a Mocoa hace 10 años, en ese entonces administraría un hospital de esa capital, y desde entonces no ha querido salir de esa ciudad que ella describe como poco explorada, pero con un gran potencial para dar. En la actualidad es gerente de la fundación ‘Tierra Esperanza’ fundada por ella hace 8 años y que hoy ha servido de gran ayuda en medio de la tragedia que vive esa ciudad.

'Mis hijos se los llevó mi hermano a Bogotá para ponerlos a salvo de todas las dificultades que puede pasar uno acá, pero yo no me quise ir. Me quedé para ayudar a las personas que nos necesitan, acá estamos repartiendo ropa, abrigos, ruana y cualquier cosa que podamos conseguir. Hemos recogido donaciones que luego repartimos entre las víctimas', cuenta Castro quien asegura que la situación es difícil con el poco acceso al agua y a la energía, pero que no piensa irse de 'una ciudad que una vez le abrió las puertas y a la que ahora le debe mucho'.

'Yo no pienso irme de Mocoa, esta es una ciudad hermosa de la que estoy enamorada… Acá tengo mi vida y mis amigos. Es una ciudad por la que pienso luchar y verla salir delante de nuevo'.