La labor social de Esther Hernández de Soto inició en las aulas de clases de la Institución Educativa Distrital Carlos Meisel desde hace más de 35 años por medio de la danza. Aún sin saber lo que eso representaría en la vida de cientos de niños del Suroccidente de Barranquilla, su amor por la cultura fue haciendo eco en el corazón y la mente de muchos.
Mientras acomoda su pollera de llamativos tonos fucsia, adornada con lentejuelas y cintas doradas, esta mujer de 75 años rememora sus inicios en el mundo dancístico y el aporte que, durante 39 años, se le ha hecho a la tradición y al Carnaval de Barranquilla a través de la danza infantil Congo Alegría.
En 1984 se fundó esta danza. Francisca Gutiérrez de Gómez fue la encargada de iniciar el legado que, años más tarde, Esther se encargaría de continuar y que hasta día de hoy y gracias a su empeño, se mantiene más vivo que nunca.
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¿Cómo lo hace?
Aunque reconoce que no ha sido una tarea fácil, su vocación y profesión como licenciada en Ciencias Sociales han sido fundamentales para transmitir todo ese conocimiento y amor por la cultura y la tradición barranquillera.
Cientos de niños de sectores vulnerables de la ciudad, como es el caso de los barrios Me Quejo, La Manga, Los Olivos, Villa del Rosario, entre otros, son los beneficiarios de esta labor que busca sembrar en ellos el sentido de pertenencia por la identidad cultural propia, y además, evitar que 'caigan' en los malos pasos.
La lúdica ha sido su mejor aliada. Con versos, refuerza el mensaje inmerso que tienen danzas tradicionales como el congo, la cumbia, el garabato, el bullerengue, mapalé y la tambora.
'La danza no es bailar por bailar, hay un historia enriquecedora detrás de cada una de ellas. Tiene un valor muy significativo porque hace parte de nuestra identidad como barranquilleros, las danzas es lo que nos identifica a nosotros ante el mundo y por eso no debemos dejar que se desaparezcan', indicó Esther Hernández, directora de la danza infantil Congo Alegría.
Organización
Antes de la declaratoria de pandemia por el virus de la covid-19, la danza infantil Congo Alegría estaba conformada por 100 niños de los barrios antes mencionados; sin embargo, una vez se reactivó la actividad cultural en las calles, esta cifra disminuyó considerablemente, a tal punto de tener en la actualidad solo 32 infantes, que oscilan en edades de 7 a 13 años.
'A pesar del reducido número de niños, nos esforzamos el doble para que ellos puedan apropiarse de nuestra tradición e identidad cultural, nuestro objetivo es sembrar ese grano de arena de amor por el arte en ellos', aseveró la ‘seño’ Esther, como es llamada por sus pequeños pupilos.
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Cabe resaltar que una de las formas de convocatoria que esta docente de profesión y artista por naturaleza aplica anualmente para vincular a los niños en el Congo Alegría, es a través de visitas a las instituciones educativas Carlos Meisel y La Libertad, ambas ubicadas en la localidad Suroccidente.
Ahí, de salón en salón explica la importancia de la preservación de la tradición y cómo se desarrollan los talleres. Los horarios de formación son semanales, cada sábado los niños se reúnen a escuchar la génesis de las danzas y cómo se bailan cada una de ellas.
Amor por la naturaleza
La buena planificación prevalece en este grupo. A principio de cada año se establece la temática a trabajar con este semillero. En el caso de 2023, está basada en el amor y el respeto por la naturaleza, haciendo un homenaje a la danza de Los Pájaros.
'Durante la celebración del Carnaval de los Niños pudimos desfilar, pero previo a este evento pudimos visitar varios colegios para mostrar el trabajos que venimos realizando. Durante el baile, lo que hacemos es recitar versos para explicar el papel de cada pájaro que conforma la danza', detalla Esther, mientras acomoda su turbante de color fucsia.
A lo largo de su relato, es enfática en señalar que creó un personaje llamado ‘Cucarachita alegría’, el cual ella misma interpreta dentro de la danza con el fin de generar mayor confianza en los niños y que puedan disfrutarse el baile, todo esto para que no la vean como la maestra que solo da clases, sino que forja valores en ellos a través del arte.
El legado continúa
Si algo ha caracterizado a Esther Hernández de Soto es su amor por la cultura. Es feliz cuando asiste a los conciertos y más si de música tradicional se trata. Aunque Dios le regaló cuatro hijos biológicos, la vida le dio cinco más de crianza, y a pesar de estar algunos fuera del país, el amor por la cultura barranquillera lo llevan en las venas.
'Esta labor me llena el alma y quiero seguir haciéndola hasta que Dios y la salud me lo permitan, me queda la satisfacción de haber hecho un buen trabajo y sé que alguna de estas semillas, que son mis niños, continuará con el gran legado del Congo Alegría', recalcó mientras pinta sus labios de color fucsia y ultima detalles para salir a danzar.
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Apoyo fundamental
Sostener un grupo folclórico no es nada fácil. Para asumir los gastos de vestuarios, pagar a músicos, comprar refrigerios y contratar el transporte para desplazarse de un evento a otro, Esther Hernández De Soto, junto a sus colaboradores, hacen una labor titánica.
Entre venta de comida, postres, rifas y hasta bingos, se las ingenian para que los niños puedan seguir participando en los distintos eventos de Carnaval.
Sin embargo, desde 2017 la Secretaría de Cultura y Patrimonio de Barranquilla hace sus aportes a esta danza a través de proyectos de formación que ejecutan en diferentes centros educativos.
Esto es complementado con los talleres lúdicos que se dictan a los niños del Congo Alegría, y en las instituciones educativas que se visitan para la integración a la danza.
'Este apoyo que nos da la Secretaría de Cultura es muy importante para nosotros, porque nos ayuda con muchos gastos, sin embargo, nosotros no nos quedamos quietos y nos toca completar otra parte para el mantenimiento de la danza', señaló Esther Hernández de Soto.




















