Profusa, diversa, colorida, apologética, elogiosa y, por supuesto, exaltada, ha sido la promoción de la conmemoración de los doscientos años de la Batalla de Boyacá, ocurrida el 7 de agosto de 1819 en las cercanías de Tunja.
Desde la inauguración de la Feria Internacional del Libro en Bogotá, (FILBO), el 24 de abril de este año hasta los días que corren, numerosos y variados han sido los eventos que han celebrado la victoria del ejército comandado por Simón Bolívar sobre las tropas realistas al mando del brigadier español José María Barreiro.
En el acto de inauguración de la feria, la vicepresidenta de la República, Marta Lucía Ramírez, invitó a todos los colombianos a unirnos y visitar el pabellón Colombia dedicado a la conmemoración del Bicentenario de la Independencia. 'Tenemos que conocernos más, valorarnos más, tenemos motivos para sentirnos orgullosos de lo que somos los colombianos', dijo entre otras cosas la mandataria.
Su invitación fue ampliamente difundida por los medios de comunicación nacionales e internacionales. La propia agencia española de noticias Efe, en una nota del 26 de abril al referirse a sus palabras, afirmó en uno de sus apartes que 'Colombia conquistó su independencia definitiva con la victoria del ejército Libertador sobre las tropas españolas en la Batalla de Boyacá que tuvo lugar el 7 de agosto de 1819'.
Así y con natural orgullo patrio, este año (2019) fue declarado oficialmente el año de la conmemoración del bicentenario de la independencia de Colombia y así fue asumido por los medios, como también por un gran número de columnistas de opinión del país y por la inmensa mayoría de la opinión pública. Pero, ¿fue ciertamente la Batalla de Boyacá del 7 de agosto de 1819 la que selló definitivamente nuestra independencia de España? ¿Ese día comenzó plenamente nuestra vida republicana?
Un breve repaso sobre la situación militar de la Nueva Granada el 8 de agosto de aquel año nos mostraría que, a pesar de la desbandada que tuvieron las tropas españolas luego de su derrota en Boyacá, gran parte de la geografía neogranadina seguía bajo su control, y lo seguiría hasta que fueran desalojadas por completo de ella a comienzos de octubre de 1821, con la capitulación firmada por el comandante español de la Plaza de Cartagena, Gabriel de Torres, y el comandante de las tropas republicanas, Mariano Montilla.
El triunfo del ejército en Boyacá fue sin duda de la mayor importancia militar y política, como lo fue desde luego la posterior ocupación de Bogotá y la consiguiente huida del Virrey Sámano, empero afirmar que el 7 de agosto de 1819 se selló la independencia de Colombia no se corresponde con la realidad histórica. Vista en retrospectiva y a la luz de los hechos que antecedieron y acontecieron con posterioridad a esa fecha, lo apropiado es señalarla como la del comienzo triunfante de la campaña libertadora que habría de culminar dos años más tarde en Cartagena, en lo que hace al territorio de la actual Colombia.
En este contexto es preciso anotar que el propio Bolívar era consciente de que con el triunfo militar del 7 de agosto de 1819 se liberaban tan solo unas provincias de la Nueva Granada, ello se deduce del encabezado de una comunicación a Santander el 2 de noviembre desde Pamplona, en la que se dirige a él como Vicepresidente de las Provincias Libres de la Nueva Granada.
No hay duda entonces de que no corresponde a la realidad histórica referirse a la batalla de Boyacá como el acontecimiento que selló nuestra independencia, como tampoco el día fundacional de nuestra república. La pregunta que hoy nos hacemos es si ello es relevante en nuestro devenir histórico como pueblo.
El elusivo sentido de nación y patria. El débil sentido de nación que tenemos los colombianos ha sido un tema y una preocupación recurrente en los forjadores de opinión del país. Quizás exagerando un tanto, pero muy representativo de lo que piensan muchos columnistas. Juan Esteban Constaín escribió en El Tiempo, en septiembre de 2018, que 'en Colombia está muy claro que el único ‘proyecto de nación’ que ha funcionado y funciona es la Selección Colombia de fútbol'.
Esta opinión, con diferentes matices, es reiterativa por la verdad que ella encierra: la reconocen los innumerables documentos oficiales que le sirven de diagnóstico a políticas públicas, está en el centro de gran parte de los acuerdos de La Habana, ha sido -y lo sigue siendo- estudiada y analizada por la comunidad académica desde los comienzos de la república (Libros clásicos de la historiografía colombiana se ocupan en profundidad y desde distintas perspectivas del tema, como los de Alfonso Múnera, 'El fracaso de la nación'; Eduardo Posada Carbó, 'La nación soñada'; y David Bushnell, 'Colombia una nación a pesar de sí misma'). Esa pareciera también ser una de las principales conclusiones del reciente libro de Jorge Orlando Melo, 'Historia mínima de Colombia', cuando afirma que en Colombia hemos formado país pero no nación.




















