Estaba sentado en la esquina de la que fue su casa por más de 50 años, con gafas oscuras, una pantaloneta y un sombrero de caña flecha. Contemplando, recordando y lamentando en silencio la manera tan abrupta en que su vida cambió desde aquel 5 de noviembre de 2022, el día que perdió todo.
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El último año no ha sido el mejor para Tomás Saltarín, habitante de Piojó y damnificado por el deslizamiento de tierras que se registró en el barrio Camino Grande.
Incertidumbre y enojo son algunos de los sentimientos que ha tenido que afrontar el hombre de 84 años, quien diariamente sale a caminar el pueblo 'para mantenerse en forma' y decide reposarse bajo el ‘palo’ de mango que está en la entrada del barrio.
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'Yo camino todos los días, pero hoy he sentido una tristeza particular porque recuerdo todo lo que he tenido que pasar este año al perder mi casa y salir desplazado, a pasar necesidades. Fue, es y será muy duro pasar por este sector y ver en lo que quedó mi casa, la que con tanto esfuerzo construí. Yo creo que ese dolor me lo llevaré hasta la tumba', contó.
Agregó que, afortunadamente, antes de la emergencia había comprado un apartamento pequeño cerca a la entrada del pueblo, donde se refugió junto a sus hijos, quienes eran sus vecinos en Camino Grande y también perdieron su vivienda.
'Si yo no hubiese comprado eso quién sabe dónde estaríamos porque toda la familia tuvo que mudarse junta. Yo no sé ni cómo no me dio algo con tanta cosa que he tenido que pasar (...) no aguanta que a esta edad que tengo yo esté viviendo eso y desde el Gobierno no se vea ningún avance para la reubicación', aseveró.
El dolor de los recuerdos
Elia Jiménez no pudo contener el llanto mientras hacía un recuento de todo lo que ha vivido este último año. Desde el cementerio de Piojó –declarado como camposanto– se quedó observando fijamente la tumba donde yacían los restos de sus abuelos y que ahora está destruida.
Pese a que las autoridades prohibieron el ingreso al cementerio, los piojoneros no dejaron pasar por alto la celebración del Día de los Difuntos. Con flores nuevas, velas derretidas y bóvedas pintadas –las que quedan en pie– llegaron para compartir con sus seres queridos que partieron a otro plano.
'Son muchos sentimientos encontrados que para mí es imposible no llorar al ver en las condiciones en las que quedó esto, mi vivienda y todo lo que hemos tenido que pasar por el deslizamiento que hubo. A mis familiares tuvimos que sacarlos y los llevamos a Hibácharo porque su bóveda quedó casi en el suelo, no tuvimos la oportunidad de arreglársela ni nada para esa fecha especial', manifestó.
Sobre su lugar de residencia durante este periodo, Jiménez comentó que vivió en un albergue durante seis meses, pero la incomodidad y hacinamiento la hizo retornar a su casa –con algunas adecuaciones– conscientes del riesgo al que está expuesta, y con la esperanza de que será por poco tiempo.
'Yo no podía dejar que mi familia siguiera viviendo así, porque éramos muchas personas y hubo problemas con los arriendos que no se pagaban a tiempo y echaban a la gente. Por eso se decidió que nos devolviéramos a la casa, que sí se afectó, pero logró rescatarse algo. Ahí estamos, aunque tengo unas cosas empacadas por si me toca salir corriendo otra vez no se pierda tanto como el año pasado', remarcó la mujer en diálogo con este medio.
Por su parte, Edita Arévalo, otra damnificada, expuso que todos los días llega al barrio 'a darle vuelta' a los árboles que quedaron sembrados en su antigua vivienda para evitar que 'los dueños de lo ajeno' los corten.
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'La gente creerá que yo estoy loca porque siempre vengo por estos lados, pero es que aunque ya no hay nada que pueda rescatar esa sigue siendo mi casa. Además, ya me pasó con unas palmeras que tenía y las cortaron para robarse los cocos; eso no se puede permitir', comentó Árevalo.
Mientras se asomaba por la ventana de su vivienda, que aún conserva la pintura y parte de la infraestructura, afirmó que a veces le da miedo llegar hasta ese punto por el temor a que salga un animal y le haga daño.
'El monte ha crecido mucho, me imagino que es por la lluvia y eso ha hecho que salgan culebras mapaná y la de colores que son mortales, ya han matado varias. Sin embargo, tengo claro que así sea de lejos yo vengo a ver cómo está esto y estaré pendiente', expresó.
Las ayudas
Tras la tragedia, la Gobernación del Atlántico, el Gobierno nacional y organizaciones sin ánimo de lucro llevaron ayudas humanitarias a las familias damnificadas, pero después de un tiempo comenzó a imperar la necesidad.
'Nosotros estábamos bien porque al menos teníamos algo que comer y como todos estaban en función de rescatar los electrodomésticos y lo poco que quedó nadie se preocupó por pensar lo que pasaría después. Las ayudas fueron grandes, pero luego de un tiempo sí comenzamos a ver la escasez y mucha gente tuvo que irse a Barranquilla a mirar qué hacer para poder sobrevivir', mencionó Arévalo.
Sobre los subsidios de vivienda, indicó que las administraciones municipal y departamental estuvieron a cargo del pago de los arriendos durante seis meses y fueron puntuales; no obstante, desde que la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres (Ungrd) asumió la responsabilidad de ha ralentizado ese proceso.
'Solo nos han pagado tres meses atrasados, aún nos deben tres más y eso es lo que genera problemas con los arrendatarios porque al final a ellos les interesa que les llegue su plata. Es importante destacar que algunos están excedidos con los precios que pagamos están entre $500 y $600 mil mensuales, sin meter los servicios que se consuman', afirmó.
El lote y un nuevo comienzo
El pasado 12 de septiembre, la Ungrd realizó la entrega la entrega de 14 hectáreas donde se construirá el proyecto de vivienda para la población afectada, siendo este el segundo proceso de reasentamiento que se realiza en el país.
En su momento, el director general Olmedo López señaló que este programa hace parte de un proceso importante de restablecimiento de derechos, protección y cuidado de la vida de quienes viven en zonas de alto riesgo en el país.
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Señaló, además, que la construcción de las viviendas comenzará una vez el predio deje de ser rural y se realicen los correspondientes estudios. 'Los recursos para la construcción de vivienda ya están tanto para los damnificados como para la población que está en riesgo'.
Sobre los arriendos, López aseguró en ese momento que se pagarán hasta el momento en que las familias reciban sus viviendas. 'La Alcaldía municipal debe establecer cuál es la media del arriendo y emitir los documentos para que la Unidad le consigne a quienes están en el registro único de damnificados. Hay que darle celeridad al tema y hay que trabajar articuladamente para que esos arriendos puedan entregarse', remarcó.
Detalles de la emergencia
Debido a las fuertes lluvias que se registraron el 5 de noviembre del año anterior en el departamento, más de 85 viviendas, el cementerio y trece calles del municipio de Piojó quedaron totalmente destruidas, según lo informó la Subsecretaría de Prevención y Atención de Desastres departamental.
Tras la emergencia algunas de las familias damnificadas fueron trasladadas a albergues y otros hospedados en casas de familiares y amigos que sufrieron menos daños por causa de ese deslizamiento. Asimismo, la Alcaldía Municipal declaró emergencia sanitaria por los daños en el cementerio con el fin de evitar mayores afectaciones en la ciudadanía, ya que las bóvedas estaban abiertas y algunos cuerpos fueron exhumados.


