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Desde muy temprano Wilmar Roldán aprendió que los juicios no se realizan desde la comodidad de una tribuna, sino que se pitan en la mitad del ruido, del reclamo, del miedo y de la urgencia.

El que es considerado uno de los árbitros colombianos más reconocidos de todos los tiempos, ese que ha dirigido finales de Copa Libertadores y Copa América, Mundiales de la FIFA y partidos donde la presión es absoluta, ahora debuta como escritor con Silbato de oro, un libro cuyo relato sale del estadio para mostrar sus luchas personales.

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La obra de 179 páginas es un recorrido íntimo por una infancia marcada por la pobreza en Remedios, Antioquia; por los días de trabajo duro como arriero y jornalero; por la urgencia de llevar comida a casa y ayudar a su madre cuando aún era un niño. “Cuando uno nace en un lugar sin comodidades y con demasiadas deficiencias económicas, también se puede lograr algo impensado”, dice Roldán en su diálogo con EL HERALDO, reafirmando que encontró en el arbitraje lo que él mismo define como su “tabla de salvación”.

EFE y CortesíaWilmar Roldán ha construido una carrera de más de dos década de trabajo profesional.

Su traslado a Medellín fue otro punto de quiebre. Dejó el pueblo para enfrentarse a una ciudad desconocida, dura y competitiva. Vivió en la calle, recogió basura, hizo trabajos que muchos ocultan, pero que él reivindica como parte de su construcción. “No me avergüenza decirlo, porque eso también soy yo”, afirma.

Este licenciado en Educación Física tenía claro su propósito de vida, pues nunca vio el arbitraje como un pasatiempo, sino como un medio para romper una cadena de pobreza.

Este libro dista mucho de ser un manual técnico sobre reglas, jugadas polémicas o revisiones en el VAR, Silbato de oro está estructurado como una secuencia de partidos que funcionan como capítulos de vida. Cada uno revela el antes, durante y después de un árbitro que aprendió a ganar, pero también a perder. “Aquí no solo está el triunfo, también está la derrota”, explica el autor, consciente de que su carrera no se ha construido únicamente con aplausos.

Gloria y oscuridad

El antioqueño que debutó a nivel profesional el 23 de febrero de 2003, impartiendo justicia en un juego entre Millonarios y Once Caldas, cuenta que su pasión por el arbitraje llegó de manera casi accidental, en una cancha escolar, cuando una profesora lo retó a pitar después de que él protestara un penalti. Aceptó el desafío sin saber que ese gesto marcaría su destino. “Ese reto me enamoró del arbitraje”, recuerda.

Décadas después, el juez de 45 años, sigue reconociendo el poder de la palabra de un maestro y agradece que aquella lección haya sido el punto de partida de una vocación.

EFE y CortesíaWilmar Roldán ha construido una carrera de más de dos década de trabajo profesional.

El libro no esquiva los momentos más oscuros. Roldán aborda la violencia, las amenazas y la corrupción que rodean al arbitraje, y relata cómo desde muy joven decidió blindarse moralmente. Un consejo recibido a los 18 años lo marcó para siempre: “Jamás se deje comprar, porque el que lo compra hoy, mañana lo vende. Por eso no contesto llamadas de números desconocidos ante de un juego crucial o acepto visitas en el hotel, todo eso se presta para cualquier oferta”.

También hay espacio para la herida abierta por la final de 2008 disputada entre América y Chicó, encuentro en el que un error arbitral casi le cuesta la carrera y lo lanzó al abismo del señalamiento público. En Silbato de oro, Roldán reconstruye ese episodio en el que anuló el gol del Chicó conseguido por Frank Pacheco en la última jugada del partido. Su argumento en aquel entonces fue que el encuentro ya había terminado. Esta decisión dejó sinsabores a la afición. “Fue un error humano, no malintencionado, que enfrenté con fe, carácter y la decisión de volver a confiar en mí mismo. Estuve muy abajo, pero a punta de personalidad me gané otra vez la credibilidad”, afirma.

Los momentos luminosos tampoco faltan. Ser el árbitro con más finales de Copa Libertadores dirigidas, pitar en Brasil 2014 y Rusia 2018, y completar más de dos décadas en el fútbol profesional colombiano son logros que lo llevan a hacer la siguiente afirmación. “Si volviera a nacer, volvería a ser árbitro”, confiesa sin titubeos el hombre que este miércoles dirigió la final de la Copa Betplay entre Independiente Medellín y Atlético Nacional sin mayores inconvenientes.

Junior, al que más le ha pitado

Un dato que revela su peso en la historia local, es que es el árbitro que más partidos le ha dirigido al Junior de Barranquilla, incluido uno de los encuentros más difíciles de su carrera, la final de 2010 entre Junior y La Equidad.

“Esa final fue muy tensionaste, la recuerdo mucho porque fue intensa y bastante apretada”.

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Pese a los logros, el tono del libro no es triunfalista. Roldán se define como un hombre de pueblo, montañero, creyente, trabajador y frontal. No reniega de sus orígenes ni los maquilla con la fama. Al contrario, los exhibe como su mayor fortaleza. “El arbitraje me dio todo porque yo le di todo al arbitraje”, resume.

Con este debut literario, Roldán quiere dejar un legado inspirados para quienes deseaan impartir justicia en las canchas.