El tatuaje es una forma de modificación corporal que ha sido resistida en muchas sociedades. Sus primeros registros se remontan a 5.000 años atrás con evidencia encontrada, por ejemplo, en momias egipcias. Su diseño presente en la piel ha trascendido en tiempos contemporáneos como una forma de arte, conectándose hasta emocionalmente, más allá de un simple dibujo, con quienes quieren impregnárselos por el resto de sus vidas.
EL HERALDO dialogó con Michael Villamizar y Denilson Castellar, tatuadores de 35 y 24 años respectivamente, que ejercen su trabajo en Barranquilla.
Ellos relataron su historia en el oficio, cómo viene aceptándose el tatuaje en la comunidad, anécdotas, por qué la sociedad tiene la idea de pintarse su piel, cómo se identifican, su simbología, historias detrás de los clientes que llegan a hacerse tatuajes específicos, el futuro del oficio y más temas.
13 años haciendo arte en la piel
Michael Villamizar, nacido en Barranquilla y conocido en el oficio como ‘Adicto a la Tinta’, cuenta con 13 años realizando tatuajes realistas que conectan con su clientela. Su historia —como de alguna forma era de esperarse— está enmarcada por la resistencia de su familia para que él tatúe y haga este oficio parte central de su existencia y una pasión en su diario vivir, con la que se sostiene económicamente.
“Mi inicio como tatuador, creo que fue algo un poco rebelde, porque en mi familia siempre ha estado como prohibido el tema. Ya a los 22 años, cuando empecé a tatuar mi cuerpo, fue entonces cuando decidí emprender, ya que desde los 8 años dibujo. Solo que, como lo tenía reprimido, no lo había tomado. Pero fue una muy buena decisión”, inició rememorando el joven, quien en la mayoría de su cuerpo tiene presente la tinta.
Para Villamizar, la cultura del tatuaje ha ido tomando más espacio en la actualidad por el plano artístico. Analizando su visión, la forma de realizarse un tatuaje es la misma de un dibujo —que en vez de ejercerse en un papel u otra superficie— es una realidad en la piel.
“Esta cultura ha tenido aceptación por el hecho de que se ha vuelto más del plano artístico, ya que antes era un poco más del tema de pandillas, porque eran logos, señas o símbolos que se referían a la pandilla”, destacó Michael.
La comunidad se identifica con los tatuajes a nivel emocional, momentos que han marcado a alguien y sentimientos guardados que quieren plasmarlos en su piel. Sobre este aspecto, afirmó: “En la actualidad la gente ha tomado un significado más sentimental. Entonces, eso ha dejado que le abra un poco más las puertas a este arte. Las personas llegan y se hacen por ejemplo, el rostro de un familiar fallecido o una pintura. Ya lo ven bonito, no como un garabato”.
El dolor, la cuota de sacrificio
No es un secreto que realizarse un tatuaje requiere un buen tiempo y también implica soportar momentos de dolor por la aguja que va realizando el diseño, por lo cual, en palabras del tatuador, el dolor está muy relacionado con los tatuajes, implica resistir para un buen resultado.
“Creo que el dolor va muy de la mano de ellos, porque es una conexión o un trato que creas con el dolor. Pues la gente está decidida a aguantar las horas o el tiempo que tenga que ser necesario para plasmar algo que les toca muy sentimentalmente”, manifestó.
Con respecto a qué tienen en cuenta o lo que influye en una persona para querer tener un tatuaje, Michael enfatizó: “Algunos simbolismos, por ejemplo, personas que se tatúan del lado izquierdo porque está del lado del corazón. También hay gente que le gusta el plano artístico, que simplemente deciden hacerse un Body Suit, que es todo el cuerpo completo de un mismo tema”.
Michael ha viajado por sus trabajos a países como Panamá, México, España y Brasil, disputando torneos. En Barranquilla es uno de los tatuadores del local Urue Tattoo Studio. Desde allí, envía un mensaje a los tatuadores acerca del oficio y su futuro: “Entréguense, porque de verdad, que el arte siempre los va a recompensar”.
Denilson y su arte con su visión
Denilson Castellar, también oriundo de la capital del Atlántico, lleva ocho años tatuando. Inició inscribiéndose a clases de dibujo. Un amigo de su padre dibujaba y, del mismo modo, tatuaba. Al conocer sus trabajos, se apasionó y comenzó posteriormente a realizar tatuajes. A pesar de labrar su camino, su núcleo familiar, mostró resistencia a sus ideas.
Para él, los tatuajes lo son todo. Además de realizarlos, en su piel se encuentran marcados sus familiares. Cuando realiza alguno, siempre analiza a su cliente si es un retrato o la forma en que quiere que sea, con el fin de que termine siendo lo más leal al pedido.
“Mis tatuajes son retratos de mis familiares, algunos que ya fallecieron. Más allá de lo estético, tiene muchos sentimientos de por medio. Guardo mucho respeto por las personas que están ahí plasmadas”, apuntó.

Los tatuajes se caracterizan por verse muy identificados con quienes los portan. En esa línea, no deben ser aleatorios, sino, representativos y relacionados con la persona. Un recuerdo, una persona, un momento —lo que nunca se olvida y trasciende—.
Sobre este punto, Denilson señaló: “Cada quien lleva algo que en realidad lo marca, porque pienso que si tú decides tatuarte algo es porque tiene mucho peso en tu vida, tiene mucho valor, ya que es algo que llevas para toda la vida”.
Para el joven, la opinión negativa hacia los tatuajes se debe a que en épocas anteriores, víctimas de algún momento o conflicto eran marcadas. Por ejemplo, a los esclavos para conocer a quiénes les rendían órdenes y dónde pertenecían.

“En muchas culturas fue usado para marcar a los esclavos, en otras para los presos, en otras al contrario, para demostrar rango o estatus”, explicó.
“La gente se expresa, cuenta sus sentimientos a través de los tatuajes. Y sí, en realidad nunca han tenido nada de malo, solo que se les dieron usos que no debieron haberles dado. Ya nosotros los tatuadores pensamos como artistas, cómo hacer arte sobre la piel, no simplemente hacer un tatuaje, sino plasmar nuestras ideas también, nuestro estilo”, añadió.
El barranquillero cuenta que, cuando hacía tatuajes pequeños, una joven llegó a realizarse un tatuaje acompañada por sus dos hijos. El diseño era un nombre —podía ser de alguien fallecido o que quería mucho—, pero de quién era y la razón de hacérselo es particular.
“Cuando le terminé el tatuaje de un nombre, empieza a llorar con sus dos hijos. Le pregunté por qué. Me respondió que era el nombre de un hombre con el que su actual pareja —que la maltrataba física y verbalmente— la celaba. Y se lo hizo para que así él lo viera y podría aborrecerla para que terminaran su relación. Siempre la recuerdo, siento que tuvo un impacto en mí”, sostuvo.
Actualmente, Denilson Castellar posee su propio local en la capital atlanticense, llamado Inksignia Tattoo Studio, donde atiende a su clientela junto con sus colaboradores en el oficio.
Cabe resaltar nuevamente que, sin duda, sean los tatuajes del gusto o no de algunos, han ido expandiéndose en la piel de quienes realmente los valoran.