Vestida con un suéter púrpura, que en la parte izquierda del pecho tiene una flor del mismo color, aparece a nuestro encuentro la caraqueña Zuneyka González quien trabaja por su comunidad desde la tranquilidad de su hogar en el sector de Villa Mar, en el corregimiento La Playa (Barranquilla).
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Esta madre de dos hijos lidera la fundación ‘Mujeres sin Fronteras Colombo-venezolanas’, la cual creó hace cinco años para defender los derechos de sus compatriotas, esas que al igual que ella migraron hacia Colombia en búsqueda de nuevas oportunidades.
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Su labor no se ha limitado solo a ese grupo poblacional, pues también detectó que en Barranquilla existen mujeres que desconocen temas esenciales que tienen que ver con la violencia de género.
Para esta técnica superior en Administración Tributaria, y quien laboró como asistente de servicio al cliente en un banco en su país, a sus 31 años, la solidaridad se ha convertido en su estilo de vida. Confiesa que a diario se levanta con la voluntad de servir, aún cuando en su hogar exista una que otra dificultad, ella saca su mejor sonrisa y la ofrece a todo el que se encuentra en su camino.
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El 6 de diciembre de 2015 llegó a Barranquilla con la esperanza de encontrar un futuro mejor, escapando así de la crisis social y económica que afecta a su país. Como otros tantos migrantes, su llegada no fue fácil.
Sin embargo, lo que comenzó como una lucha por sobrevivir en un nuevo país, se convirtió en una misión que hoy ha beneficiado a cerca de tres mil mujeres colombo-venezolanas, a las cuales entrega las herramientas necesarias para adaptarse y prosperar.
Un inicio lleno de desafíos
Al llegar a Barranquilla, Zuneyka y su pareja intentaron dar vida a un negocio de comida rápida en el que también pudieran ofrecer lo mejor de su gastronomía.
Durante seis meses, este emprendimiento fue su principal fuente de ingreso, pero la inestabilidad económica y otros obstáculos obligaron a la pareja a cerrar el negocio. “Yo creía que al llegar acá las cosas iban a ser fáciles, pero no fue así, primero todo el tema de lograr permanecer aquí de forma legal se me dificultó porque desconocía los procesos, eso me frustró mucho y es por eso que todo lo que aprendí hoy lo pongo al servicio de las mujeres de mi país”.
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“El negocio debimos cerrarlo porque no daba la rentabilidad que se necesitaba para sostener a las tres familias inversoras. Luego pusimos todo a la venta por internet y fuimos objeto de un ‘paquete chileno’. Con toda esta amarga experiencia nos mudamos con mis suegros a Guamal, Magdalena, donde mi pareja empezó a laborar”.
A pesar de este traspié, Zuneyka no bajó los brazos y se dedicó a buscar otras maneras de seguir en pie de lucha. Se las ingeniaba para obtener algunos pesos, comenzó a limpiar casas, aplicaba queratina y ofrecía lasaña o pasticho como le dicen en su país.
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Durante este tiempo, se enfrentó a las dificultades que muchos migrantes experimentan al llegar a un nuevo país: la falta de documentación legal, el desconocimiento de los procesos migratorios y la ausencia de una red de apoyo. Estas experiencias, aunque duras, la inspiraron a no solo buscar una solución para sí misma, sino a ayudar a otros que se encontraban en su misma situación, especialmente mujeres.
En 2017, Zuneyka decidió crear un grupo en Facebook llamado ‘Venezolanos Unidos en Barranquilla’. Esta comunidad, que rápidamente alcanzó los 12 mil miembros, se convirtió en un espacio de intercambio de información y apoyo mutuo entre los migrantes venezolanos en la ciudad. La acogida fue tal, que Zuneyka se dio cuenta de la gran necesidad de crear una organización.
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“Desde mi experiencia empecé a compartir los trámites que hice en Migración Colombia y para mi sorpresa el grupo creció muy rápido. Con el tiempo esa labor que solamente era un movimiento en redes sociales, me dio pie para crear encuentros esporádicos en el Parque de Venezuela. Luego ACNUR en 2018 abre sede aquí y me contacta para empezar a trabajar en terreno”.
Desde ese momento recibió dos casos de familias vulnerables a los que les hizo una colecta a través de grupos de WhatsApp y lograron comprarles un mercado, por lo que su labor social escaló a un nuevo nivel.
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Luego ACNUR fortaleció su causa con uniformes, equipos tecnológicos y ciertas herramientas para que siguiera trabajando. “En ese momento pues siguen llegando cooperantes a Barranquilla, como ONU Mujeres y se realizan alianzas para participar en ferias de servicios y actividades formativas. Ya en el 2019, empezamos a recibir el acompañamiento por parte de un profesional, y constituyo con todas las de la ley la fundación”.
Empoderamiento y apoyo
En 2019 surgió ‘Mujeres sin Fronteras Colombo-venezolanas’, una fundación que vio la luz con el propósito de asistir a las mujeres venezolanas que llegan a Barranquilla. La fundación ofrece asesoría en temas migratorios y de legalización documental, un aspecto que, según Zuneyka, es uno de los principales retos que enfrentan las migrantes.
Además, conscientes de las múltiples formas de violencia que pueden afectar a estas mujeres, la fundación también se dedica a la prevención y sensibilización de la violencia basada en género.
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“Lo primero que empezamos a desarrollar fueron jornadas médicas que estaban enfocadas en mujeres gestantes. Para esa época pues había mucha población en situación irregular que no tenía acceso a salud, a diferentes servicios, y nosotros con nuestros diferentes aliados logramos hacer jornadas de salud, ferias de servicio, y luego empezamos a meter todo el componente de prevención de violencia basada en género, logrando impactar alrededor de tres mil mujeres”.
Génesis García Márquez, migrante venezolana e hija de padres colombianos, llegó procedente del estado Aragua hasta Barranquilla y en su camino se topó con Zuneyka quien la guió para que su arribo fuera mucho más fácil. Hoy es una de sus colaboradoras en la fundación.
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“Zuneyka es una figura inspiradora y comprometida, destacándose por su empatía y dedicación, ella respalda a ojos cerrados a las mujeres migrantes víctimas de violencia. Su liderazgo muestra una profunda comprensión de las necesidades de quienes acuden a ella”.
Esta voluntaria ofrece su tiempo a las actividades y talleres de la fundación. Además, ofrece apoyo y orientación a las mujeres, ayudando a crear una red de apoyo y resiliencia. “Estoy comprometida con esta noble causa, trabajamos duro por la inclusión de nuestra población migrante y por ofrecerles oportunidades”.
Un futuro esperanzador
Zuneyka González se convierte en fiel reflejo de adaptación y solidaridad. Sus días en nuestro territorio le dan pie para decir que lo que comenzó como una búsqueda personal de supervivencia, se ha transformado en una fuente de apoyo y esperanza para ciento de mujeres venezolanas que, como ella, llegaron a Colombia en busca de un nuevo comienzo.
Keila Escobar ha sido una de las beneficiarias de la fundación, participando en talleres sobre violencia de género y de emprendimiento. Incluso la han ayudado con la alimentación de su familia, “para mí Zuneyka tiene una gran vocación de servicio y promueve la sororidad, esa es una de las características que me llama muchísimo la atención de ella como líder”.
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Con ‘Mujeres sin fronteras Colombo-venezolanas’, Zuneyka ha logrado que su experiencia personal se convierta en guía y acompañamiento para otras mujeres, demostrando que, incluso en medio de la adversidad, es posible tender la mano y construir un futuro mejor juntas.


