En un rincón olvidado del Urabá antioqueño, entre las calles polvorientas y las historias de lucha, emerge la figura de ‘La Poderosa del bullerengue’. Nacida en 1981 en San Juan de Urabá, un municipio marcado por la violencia del conflicto armado y la rigidez de las normas sociales, esta mujer trans, como muchas otras, se erige como símbolo de resistencia, resiliencia y valentía.
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En el marco de una fecha tan conmemorativa como lo es esta, el Día Internacional de la Mujer, EL HERALDO exalta y destaca la labor de las mujeres trans que, con ímpetu y tesón, diariamente se plantan de frente en la batalla contra una sociedad que históricamente ha invisibilizado, irrespetado y marginado sus identidades.
La vida de La Poderosa inició con una tragedia, quedando huérfana a los 7 años tras perder a su padre. Desde entonces, su existencia se convirtió en una constante búsqueda de un lugar en una sociedad que no toleraba la diversidad; en una región en la que, como ella misma señala, 'ser gay implicaba una de dos cosas: irte o morir'.
De acuerdo con lo que narra La Poderosa, la década de los 90 la llevó a Guamocó, Bolívar, una tierra marcada por la guerrilla, donde comenzó a enfrentarse a un mundo hostil, desempeñándose en trabajos masculinos para ganarse un espacio en la sociedad.
'El hombre-mujer que más trabaja', así la llamaban, y no solo por su arduo trabajo en minas, construcción, pesca y más, sino también por la batalla constante contra la discriminación.
– Era muy peleonera –confiesa– Porque era la manera que encontraba de ganarme el respeto de mis compañeros, de los niños, de los jóvenes, que a su vez me atacaban por mi orientación sexual.
Y es que, por ser lo que es, ‘La Pode’, como también se hace llamar, revela que no era aceptada en la sociedad, ni en su familia y mucho menos por los grupos al margen de la ley, de quienes, para su desgracia, resultó siendo blanco de abusos antes y después de abandonar su tierra natal.
– Fui víctima de una de las violencias más grandes que padece mi territorio cuando cuatro paramilitares de la región me sometieron a violación porque ellos querían 'convertirme en hombre'. Ser gay, ser trans, ocasionó ese morbo en ellos.
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Tras dicho abuso, La Pode resolvió 'salir huyendo' hacia Guamocó, Bolívar, a la edad de 15 años. En ese sitio, junto a su madre, intentó rehacer su vida. No obstante, tan solo seis meses después de haber llegado a dicho departamento, fue abusada, pero esta vez por otra organización al margen de la ley.
– Me voy huyendo hacia la zona de Guamocó y trato de hacer mi vida. Sin embargo, seis meses después de llegar ahí fui sometida a violaciones por parte del ejército de las FARC. Experiencia por la cual quise incluso quitarme la vida. Me hicieron creer que de verdad no valía nada para la sociedad.
En medio de este calvario, surgió su identidad como mujer trans no binaria, desafiando los prejuicios y enfrentándose a la intolerancia. Su activismo, sin pancartas ni letreros, encontró en el arte su herramienta de visibilización. La música, la danza y el canto se convirtieron en su medio para sanar heridas y desafiar estereotipos.
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En la búsqueda de apoyo dentro de la comunidad LGBTIQ+, La Poderosa se encontró con una realidad adversa. En una época donde ser trans era prohibido en San Juan de Urabá, las restricciones eran palpables. Sin embargo, su valentía y persistencia abrieron camino para las generaciones futuras de mujeres trans en la región.
– Mi forma de hacer activismo es a través de la letra, la composición, el cuerpo y el canto. –Precisó esta cantadora de bullerengue.
Su filosofía, explica, consiste no en imponerse, sino existir, desafiando los roles y exigiendo derechos iguales para todos. Su voz se levanta como un llamado a la aceptación y el respeto mutuo.
Juanita
Mientras La Poderosa forjaba su camino, en el departamento del Atlántico, la historia de Juanita, una mujer trans de ahora 44 años, resonaba con la lucha diaria por aceptación. Desde la adolescencia, enfrentó el rechazo de su propia madre, la discriminación en la escuela y se vio obligada a ejercer el trabajo sexual para sobrevivir.
– No he tenido una vida fácil –confiesa–. Vengo de una madre soltera, cabeza de hogar, una mujer que se casó y se divorció con tres hijos.
Tras la separación de sus padres, los dos hermanos de Juanita optaron por 'correr' para el lado de su progenitor, pero ella no quiso seguir ese camino. Eligió quedarse junto a su madre. Según confiesa, a la larga ambas lograron salir adelante juntas. Sin embargo, nada fue miel sobre hojuelas.
– No fue fácil porque mi madre anteriormente estaba muy estereotipada y yo era un chico, en ese entonces, que estaba viviendo una transición porque quería ser mujer y eso era muy discriminado. Yo iba contra lo heteronormativo. –nos cuenta.
Juanita comenzó su proceso de transición a los 13 años, actualmente tiene 44 y confiesa que cuando tomó la decisión de ser una mujer trans no tenía el apoyo de absolutamente nadie.
– En esa época era riesgoso ser mujer trans. Fui rechazada por mi madre, también desertada por ella misma porque no me quería, para ella era una vergüenza en ese entonces.
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A lo largo de todos esos años, Juanita debió luchar no solo con el rechazo de quien le había dado la vida, sino también por las mismas ideas que la sociedad implantaba en su cabeza y que, finalmente, acabaron llevándola por un camino que no quería tomar.
– Comencé a ser muy rebelde. Comencé a tratar de encajar en medio de las sustancias psicoactivas, encajar y buscando aceptación. –Y comenzó a ejercer como trabajadora sexual.
No obstante, en medio de la oscuridad en la cual se vio envuelta, Juanita encontró la luz que durante tanto tiempo estuvo buscando en su interior.
– Comencé a descubrir ciertas maneras de aceptarme, de ver que también me estereotipaba, sin conocer que yo era una persona maravillosa, totalmente fuerte y sin conocer lo que yo podía hacer y construir
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A pesar de los desafíos que tuvo que afrontar, Juanita destaca la evolución social y la mayor aceptación que ha experimentado. Participa activamente en marchas y luchas por los derechos, buscando una vida plena, llena de amor y aceptación.
– El activismo para las mujeres trans es muy importante porque da una incidencia social y política y económica también –explica-. Es muy representativo para que nuestros derechos sean escuchados y nombrados, porque si lo que no se nombra, no existe. Y la idea es que nosotras estemos representando en el activismo como líderes sociales para que nos tengan en cuenta en los procesos que hay dentro de los sectores poblacionales.
Actualmente, Juanita se desempeña como vocera, al tiempo que lucha, como muchas otras personas en el país, por sacar adelante a su familia. – Tengo que solucionar los problemas monetarios de mi casa, de mi familia, y soy una mujer sola con mi madre, mis dos sobrinos, que lucho cada día para que ellos vayan mejorando y vayan saliendo adelante, y una hermana que también trabaja y es madre soltera. Trato de sobrellevar toda esta situación.
Paulina
En paralelo, Paulina, una joven de 26 años, también lucha por su espacio como mujer trans. Trabajadora independiente y activista, Paulina compartió las dificultades de enfrentar discriminación y la necesidad de ser respetada, no solo aceptada.
Su activismo la llevó a participar en marchas del orgullo y reuniones con políticos para abordar problemáticas que afectan a la comunidad trans. La visibilidad se volvía esencial para Paulina, quien aboga por cambiar mentalidades y construir un mundo más igualitario.
– He participado en muchos eventos organizaciones donde mi intención es poder mostrarle al mundo que existimos y mostrarle a mis hermanos y hermanas de la comunidad que juntos somos más y que la unión hace la fuerza.
Para Paulina, al igual que para La Poderosa y Juanita, la finalidad que buscan alcanzar, no solo la comunidad trans, sino también el colectivo LGBTIQ+ en general, más que ser aceptadas, es ser respetadas como seres humanos.
– Las esperanzas que tengo en el día de hoy, mañana y siempre, es que podamos vivir en un mundo de igualdad para todos. Simplemente que entendamos que somos seres humanos y que tenemos que hacernos la vida mucho más fácil los unos a los otros para que todos podamos ser felices llevando la vida que cada uno decidió escoger. – señala Paulina.
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Ideal que comparten La Pode y Juanita, quienes más allá de ser reconocidas como mujeres, anhelan una sociedad en la que cualquiera sea digno de respecto sin importar el pronombre con el cual se identifique.
Estas tres historias entrelazadas, desde La Poderosa hasta Paulina y Juanita, son testimonios vivos de la lucha de las mujeres trans por la inclusión. Sus voces resuenan con fuerza, exigiendo un cambio en la sociedad y una educación que fomente el respeto y la igualdad.




















