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Anselmo Molina Hernández conserva con entrañable brío la ilusión con la que a sus tiernos 12 años comenzó a tocar el tambor llamador. Destinado a nacer en Chorrera, donde las fiestas eran amenizadas con el fascinante sonido de la cumbia, aquel niño jamás tuvo intención de resistirse al llamamiento de la percusión, pues desde el primer instante intuyó que el sobrecogedor regocijo lo acompañaría toda la vida.

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Acechó al único grupo de músicos que tenía en los años sesenta este corregimiento de Juan de Acosta, municipio ubicado al noroccidente del Atlántico, cuyo nombre se complace de los pozos de agua que se forman como consecuencia de tímidas cascadas y que embellecen el paisaje natural, siempre inspirador. Anselmo observaba los ensayos y presentaciones de la agrupación (Cumbia de Chorrera), en un romance con la cumbia que comenzó siendo idílico, y quedaba ensimismado con la destreza y cadencia con la que interpretaban los instrumentos.

Más tarde confirmaría con sus propios oídos que la cumbia no sonaba igual en los demás rincones del Caribe colombiano, que en algún punto de la historia surgió un ritmo singular, autóctono de Chorrera, que en la posteridad sería reconocido por su invaluable aporte al folclor de la región.

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La compañía del niño se hizo asidua y cada vez más agradable hasta que un muy buen día uno de los músicos verbalizó lo que ya todos sabían: las visitas del joven Anselmo guardaban el anhelo de alguna vez convertirse en uno de ellos.

— Un señor que tocaba en el grupo me dijo: 'Veo que tú tienes como ganas de tocar'. Y yo le respondí que sí. Empecé a darle al llamador, fue lo primero que toqué. 'Ahí vas bien', me decía el hombre viéndome aprender — recuerda Anselmo Molina, ahora de 75 años, con cuatro hijos y seis nietos.

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Cuando tenía 14 años tocó por primera vez con el grupo de millo en un concurso y, aún con los nervios amenazando con hacer errar el ritmo en sus manos, lo hizo tan bien que se volvió oficialmente un integrante. Él se camufló como un veterano más del llamador.

— Me llevaron a Baranoa para tocar en un concurso que se realizó en la plaza, un 6 de enero. Fuimos hasta allá en burro porque en ese entonces no había carretera y yo iba muy asustado porque era mi primera vez — evoca el músico con una sonrisa nostálgica que hace brillar sus ojos y acentuar los pliegues y rugosidad de la piel de su rostro amable.

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Semanas después empezó el Carnaval y Anselmo fue nuevamente convocado para tocar con la Cumbia de Chorrera, esta vez en Barranquilla, acompañando a la Cumbiamba El Cañonazo. Así fueron sus primeros pasos de toda una vida ligada a la fiesta más importante del país como uno de los guardianes de la tradición.

Molina se forjó durante décadas como un instrumentista de categoría, desarrollando una sensibilidad artística especial que lo llevó también a convertirse en compositor, inmortalizando varios de los acontecimientos novelescos que ocurren en dignos escenarios del Caribe.

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Tras el fallecimiento del fundador del grupo, el famoso flautista José Ávila Charris, y otros integrantes, en 1988 se acordó realizar una renovación de la agrupación que implicó una modificación en el nombre: a partir de ese momento se ha llamado Cumbia Original de Chorrera, hoy liderada por Anselmo Molina Hernández, quien ha extendido la herencia musical a otras tres generaciones.

— Que no se acabe nunca, que perdure toda la vida; que cuando yo no exista haya otra persona que tome el mando — sueña el vigoroso anciano que continúa recorriendo cada año la Vía 40, venciendo a carcajadas la crueldad del clima sofocante.

— El ritmo de nosotros es autóctono, eso no lo cambia nadie. Cuando nos oyen, dicen: '¡Esa es la cumbia de Chorrera!'. Es un ritmo que llevamos en la sangre — exclama con orgullo.

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Ahora son siete los músicos: cinco hombres y dos mujeres, los que salvaguardan el auténtico sonido de la cumbia de Chorrera. Anselmo Molina Hernández, maestro del llamador; sus hijos Anselmo Molina Molina y Clareth Molina, intérpretes de la tambora y las maracas, respectivamente; sus primos Janer y Álvaro Hernández, responsables del tambor alegre y la flauta; su nieta Andrea Barrios, apoderada del guache, y Alberto Bastida, amigo de la familia, también especialista de la flauta de millo, son los protagonistas del vigente capítulo de esta musical historia.

La experticia de Clareth Molina, de 32 años, con las maracas es fruto del primer semillero de la Cumbia Original de Chorrera. Fue en el 2006 cuando atendió al llamado de su sangre, su tierra y su música, para nunca más claudicar. Su experiencia ha sido privilegiada, escuchando de pequeña los relatos de su padre sobre los años de sus inicios, luego viviendo ella en carne propia la inmersión en este cautivador mundo y ahora estando al frente del tercer semillero, conformado por catorce niños del corregimiento y del casco urbano de Juan de Acosta.

— El objetivo es preservar la tradición, pues la cumbia de Chorrera ha venido pasando de generación en generación. A los niños del semillero les dictamos talleres en instrumentos musicales como la flauta, la percusión y demás. También les enseñamos el baile. Hay muchos padres interesados en que esto se preserve, en que la música de Chorrera no se pierda — dice con entusiasmo Clareth.

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Aunque durante todo el año tienen eventos en diferentes departamentos en los que destacan, como el Festival Nacional del Pito Atravesao, en Morroa, Sucre, la cita más importante es con el Carnaval, para el que ponen a punto sus vestuarios, siempre relucientes, e instrumentos, elaborados por los mismos integrantes del grupo folclórico.

Los hombres visten camisa y pantalón de color blanco, sombrero vueltiao, golilla de color rojo alrededor del cuello, mochila de fabricación artesanal cruzada sobre el torso y un par de cotizas blancas en los pies. Las mujeres lucen blusa campesina y falda blancas, flores rojas en la cabeza y también cotizas como calzado.

{"titulo":"Batalla de Flores, el ‘tumbao’ de nuestra identidad caribe","enlace":"https://www.elheraldo.co/editoriales/editorial-batalla-de-flores-el-tumbao-de-nuestra-identidad-caribe-1069663"}

— Cada año nos presentamos primero en los eventos de Juan de Acosta, como la Lectura de Bando y principalmente el Festival del Millo, pues la cumbia es anfitriona para la prueba de talento. También hacemos parte de otros eventos en Baranoa y en Barranquilla, donde participamos en la Batalla de Flores con la comparsa La Puntica no ma’, a la que hemos acompañado durante diez años en la Vía 40 y otros escenarios — explica Clareth con la claridad y precisión de quien, en efecto, organiza la agenda de la agrupación.

Maratónicos, exigentes, frenéticos y sin descanso, pero también dopamínicos, emocionantes, integrativos y cargados de buena música y baile son los primeros meses del año para la Cumbia Original de Chorrera, cuya promesa y placer es perpetuar la tradición.

Desde el más longevo, Anselmo de 75 años, hasta la más joven, Andrea Barrios, de 21 y producto del segundo semillero, aguantan parejo las jornadas carnavaleras, ambientadas con el repertorio del grupo, infaltable en las fiestas del pueblo. Molina Hernández ha grabado con su agrupación siete de las doce canciones que ha compuesto a ritmo de cumbia, como La Fiesta, La Playa, La Gemela, Pito Atravesao y El Pato, la primera que escribió.

{"titulo":"Turistas de Colombia y el mundo se gozaron la Batalla de Flores","enlace":"https://www.elheraldo.co/sociedad/carnaval-de-barranquilla-2024-turistas-de-colombia-y-el-mundo-se-gozan-la-batalla-de-flores"}

Abimael puso un festín

Se formó una pelotera

Y le robaron el pudín

El día de las velaciones

Convidaron al cachaco

Fausto con Arturo

Fueron los dueños del pato

Aniano con Roberto

También cogieron la fila

Qué sabroso está el sancocho

del pato de telesila

Cali que me lleva la olla

Y Jairo se la quitó

Tú te compras la cebolla

Y el resto lo pongo yo'

— Cumbia Original de Chorrera es un grupo de historia, importante por su originalidad en los ritmos, esta melodía no se escucha en otra parte, no es lo típico de Barranquilla, no es lo típico del Atlántico, por esta razón hemos trascendido durante todas las generaciones y lo que queremos es que este ritmo, auténtico, autóctono, se siga preservando — afirma Clareth Molina con un tono que invita a sus descendientes, incluyendo a los que nunca conocerá, a asumir el mismo compromiso con el mismo fervor.