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Estudiantes asisten a una entrega de maquinaria pesada para campesinos de la zona.
Política

Campesinos se anticiparon 30 años a un acuerdo de paz

En 1987, la Asociación de Trabajadores Campesinos del Carare, Santander, hizo un acto de resistencia civil a los distintos grupos armados que azotaban su región.

Campesinos del noreste de Colombia hicieron hace casi 30 años un acto de resistencia civil a los distintos grupos armados que azotaban su región y lograron un pacto que desde entonces les permite vivir en paz, un modelo de lo que hoy aspira a alcanzar el resto del país.

Uno de los protagonistas de esta historia es Luis Norberto Serna, quien como muchos de sus compañeros que forman parte de la Asociación de Trabajadores Campesinos del Carare (ATCC) vivió la violencia del conflicto y hoy puede contar cómo superaron esa página.

Próximo a cumplir 60 años, con sombrero y un poncho doblado sobre el hombro, típico de los campesinos de esta región del departamento de Santander, Serna sonríe, aunque su cara y manos encallecidas reflejan la dureza de su trabajo.

El trato de paz. Han pasado muchos años, desde 1987, cuando los primeros directivos de la Asociación decidieron afrontar la situación con los grupos armados que azotaban la región. Serna recuerda como si fuera ayer el mayor logro alcanzado por la ATCC.

“Nos reunimos con los tres, el Ejército, la guerrilla y los paramilitares, todos enemigos, y llegamos a un diálogo donde se acordaron las cosas, se firmaron como si fueran testamentos de respeto, y desde allí empezamos a tener calma y paz en la región”, relata Serna a Efe.

Recuerda también que tanto el Ejército como las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) acusaban a los campesinos de auxiliar a la guerrilla.

“Imagínese, uno como campesino al que llega a la casa no puede decirle váyase. Si llegaban 20 o 50 hombres armados, uno no podía echarlos, uno estaba indefenso”, comenta.

Pero las cosas cambiaron para los habitantes de la región del Carare, compuesta por los municipios de La Belleza, Sucre, Peñón, Bolívar, Cimitarra y Landázuri, al que pertenece el caserío de La India.

Serna recuerda que fue en 1987, cuando los primeros líderes de la ATCC hablaron con los jefes del frente 11 de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc) para decirles que ya no se dejarían imponer sus condiciones, y si los querían asesinar que lo hicieran de una vez.

Para sorpresa de todos, las Farc aceptaron sus condiciones y se comprometieron a no matar más campesinos, ni a quitarles sus provisiones, mientras que ellos decidieron conservar su posición independiente y velar por la paz en la región.

Algo similar pasó con las AUC y con el mismo Ejército, con quienes llegaron a acuerdos para que los dejaran vivir tranquilos.

“Y realmente la situación mejoró; ahora tenemos autonomía, si llega un soldado y se come una gallina sin permiso podemos demandarlo, lo mismo si es un paramilitar podemos denunciarlo públicamente y nos atienden, porque hoy en día exigimos nuestros derechos”, dice.

Un revés. Por esa iniciativa la ATCC obtuvo en 1990 el llamado “Premio Nobel de Paz Alternativo”, pero en ese mismo año varios miembros de la Asociación fueron asesinados junto con la periodista Silvia Duzán cuando la acompañaban a grabar un documental para la BBC.

A pesar del revés que supuso ese ataque, la ATCC siguió adelante y Serna se muestra orgulloso de ese trabajo.

“A esta altura de mi vida a nadie le tengo miedo, el miedo lo botamos lejos desde que hablamos con los grupos armados y nos dejaron en paz. Nos unimos todos para poder tener más fuerza”, afirma.

Donación. Y los logros de esta Asociación continúan tras recibir el pasado viernes, por medio de la Unidad para la Atención y Reparación Integral a las Víctimas de Colombia, maquinaria agrícola dentro de un proceso de reparación colectiva que lleva a cabo el Gobierno.

Son 19 máquinas que podrán utilizar los seis municipios que conforman la región del Carare, actualmente habitada por unas 9.000 familias.

“Estamos agradecidos con el Estado por esta donación que nos están dando, pero todavía no es el fin, porque nos falta mucho para recuperar la región”, asegura Serna, quien espera que los diálogos del Gobierno con las Farc lleguen a buen puerto.

“Sabemos que el Gobierno tiene mucha oposición porque algunos no quieren, pero si no hay diálogo, no hay paz, no hay tranquilidad, aunque claro, paz no habrá nunca, pero al menos habrá calma”, dice.

Serna manifiesta que si las FARC e incluso el Ejército de Liberación Nacional (ELN) entregan las armas, tendrán que apoyar al Gobierno para “eliminar a los grupos que se están levantando, sea el que sea, a las buenas o a las malas, porque ya son más poquitos y hay que eliminarlos”.

“El objetivo final es la paz, habiendo paz, hay desarrollo y tranquilidad, hay de todo”, puntualiza Serna.

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