En Loma Roja, ese sector deprimido del suroccidente de Barranquilla, perteneciente al barrio Me Quejo, llamado por algunos ‘la otra cara de Barranquilla’, la gente ha empezado a contagiarse por el ambiente decembrino. A su manera, los vecinos tratan de acomodarse a lo que será la primera de las ‘cuatro fiestas’: el Día de las Velitas. Los faroles están listos, hay quienes pintan con premura las fachadas de las casas, mientras otros solo aprecian motos de cobradiarios que entran y salen por las destapadas calles para cobrar ‘la cuota’ o soltar ‘la plata’ para la celebración.
Sin embargo, en medio del estado festivo, en la carrera 25 con calle 81C, sitio donde está ubicada la casa de tablas que compartía Dayana Carolina Ochoa, de 40 años de edad, con su hija, Lucía Carolina, de tan solo 10, aún hay incertidumbre por lo que pudo haber pasado con ambas.
El pasado martes 25 de noviembre, ya bien entrada la noche, vecinos de ese sector empezaron a cuestionar por redes sociales la repentina desaparición de la mujer y de su hija, pese a que ya tenían al menos tres meses de no verlas.
Una vecina había alertado a otra, y otra a otra más, y así fue creciendo como bola de nieve lo de la presunta desaparición forzada y muerte de madre e hija, nativas del Estado de Carabobo, en Venezuela.
Por este hecho señalaron a Luis Carlos Vengoechea Álvarez, conocido por los vecinos como ‘Luiscar’, un hombre de oficios varios. Esta persona era pareja de Dayana Carolina y convivía con madre e hija dentro del mismo rancho de tablas.
La versión de la ausencia de madre e hija escaló esa misma noche del martes a un líder del barrio y luego a policías de la Estación El Silencio, que llegaron al sitio ante el llamado de la comunidad.
Luis Carlos Vengoechea fue sacado del lugar por un aparente intento de linchamiento y se trasladó hasta la UCJ, un centro de detención transitoria en otro sitio de Barranquilla, mientras se caldeaban los ánimos. No estaba detenido, fue puesto bajo protección, dijo la Policía. Luego de unas horas quedó en libertad.
Ya en la mañana del miércoles 26, apareció en escena Mayra Alexandra Ochoa, hermana de Dayana Carolina. Procedente de Bogotá, donde reside con su núcleo familiar, manifestó que había sido contactada por Facebook por esa vecina de Dayana, que se había convertido en una especie de confidente y a quien le resultaba extraño todo lo venía sucediendo.
Hoy, después de pasados diez días de la primera alerta en redes sociales, Mayra sostiene que todo parece haber entrado en un desinterés de las autoridades, pese a que la propia fiscal General de la Nación, Luz Adriana Camargo, se refirió a este caso y dijo en medios sobre algunas actuaciones que se habían adelantado.
Los mensajes
“Una vecina me contactó por el Face (Facebook) dos semanas antes de ese día martes que se destapó todo y por eso me vine hasta acá. Yo no vivo aquí, vivo con mi esposo y mis hijos en Bogotá, vine a ver qué era lo que estaba pasando porque no sabía nada de Dayana y mi sobrina”, manifestó en diálogo con EL HERALDO.
Hablando con esa vecina, según Mayra, se enteró hacían al menos tres meses que ya no se les veía por Loma Roja y quien permanecía en la casa era ‘Luiscar’.
“Ella (vecina) creía que se habían ido para allá para Bogotá, o que estaban en Venezuela. Pero yo les dije que en ninguna de las dos partes estaban. Esa mujer fue la que me dijo que no la veían desde hacía tres meses y que cuando le preguntaban a su pareja por ella este decía que se había internado en una casa de familia (trabajando), después que se había do para Venezuela, y después que para otro país”, expresó.
En paralelo, de acuerdo con la hermana de la desaparecida, Luis Carlos Vengoechea Álvarez sostenía contacto con ella desde el celular de Dayana y le decía estaba bien, que “se había ido a trabajar a otra parte, cosas así. Pero solo mensajes de textos”.
“Después de que me contactó la vecina yo empecé a preocuparme y empecé a enviarle notas de voz a Dayana, a marcarle, a pedirle una señal para saber si estaba viva, para saber si estaba ahí, pero nada. Me apagaban el teléfono o me bloqueaban. Por eso también vine a Barranquilla”, reveló.
Lo confrontó
Mayra sostuvo que a su llegada a Barranquilla confrontó a Luis Vengoechea y este primero dijo que ella estaba bien, que no se preocuparan. Después negó saber dónde estaba. “Se contradice en todo”.
“Me dijo que había vendido una nevera de ella y le había pasado la plata a su Nequi, pero no sabemos dónde está la plata, ni mi hermana. Se contradice”, repitió.
Por esos titubeos, Mayra aseguró que denunció a Luis Vengoechea ante la Fiscalía por desaparición forzada.
“Le puse la denuncia a él. Todo porque es que él es el que tiene que saber. Porque él era la pareja de ella y él es el que vivía con ella y fue la última vez que la vio. O sea, ahí no hay más nadie que tenga que saber qué pasó con ella”, afirmó.
Intervención de vecinos
En esta misteriosa historia los vecinos de Loma Roja jugaron un papel importante. Una mujer fue quien llamó a Mayra y la alertó sobre la desaparición o, más bien, la hizo caer en cuenta de unas inconsistencias en el relato de la pareja de Dayana.
“Bueno, ellos (vecinos) me dicen que una noche antes de que Dayana y la niña desaparecieran escucharon unos gritos de la niña. Ellos escucharon a la niña pidiendo auxilio, que auxiliaran a su mamá. Luego supuestamente vieron salir de madrugada a Luis Carlos. Entonces, por la mañana ya no apareció. Desde ese día de la discusión, al otro día ya no vieron más nada, la vieron entrar, pero no la vieron salir”, manifestó.
De acuerdo con la mujer los mismos vecinos la motivaron a expresar la versión de que madre e hija estaban enterradas en la casa.
“Me dijeron que ella podría estar ahí, que de pronto la asesinó y la enterró en una parte de la casa, o la enterró en ese monte. Eso es puro monte, pura basura. Es un terreno grandísimo, que en una parte de ahí del barrio ella está enterrada con la niña. ¿En qué parte? Nada más que lo sabe él”, insistió.
Además agregó que fuero los vecinos los que le indicaron haber visto gallinazos y otros animales rondar la vivienda días después de que se sintiera la discusión, pero habría sido el mismo Luis Vengoechea el que les apagó la duda señalándoles que se le había “muerto un gato”.
“Por eso mi corazonada de que mi hermana y mi sobrina estaban allí. Vecinos se metieron y picaron un piso que Luis Carlos había hecho en la cocina, pero no encontraron nada. Les hizo falta buscar por el barranco”.
Inspección a la casa
Luego de la denuncia de la desaparición de Dayana y su hija, y con parte de la casa destruida por los propios vecinos en búsqueda de pistas, funcionarios del CTI de la Fiscalía intervinieron el lugar con uso de luminol, herramienta clave en la investigación forense, usada por fiscales y peritos para detectar rastros de sangre invisibles o limpiados. No obstante, hoy se desconocen resultados.
“La fiscalía se llevó una sábana para las pruebas. De ahí no sé, de verdad no sé más nada qué ha pasado, porque no me han informado nada para ver si la sangre era humana, si la sangre era de ella, hasta ahí sé”.
De lo que sí alertó Mayra fue de unas supuestas manchas de sangre que había en unas vigas de madera de la estructura de la casa y que podrían ser un rastro para encontrar la verdad sobre Dayana y Lucía Carolina.
El regreso
Mayra aseguró que después de varios días en Barranquilla y con los recursos económicos casi agotados decidió retornar a Bogotá para continuar trabajando como empleada de un restaurante y para esperar si aparece con vida su hermana y su sobrina.
Indicó que por Venezuela, donde el resto de la familia, no ha llegado y ellos allá, en especial su hijo mayor, de 19 años, la esperan con ansias.
“A Venezuela no ha llegado. O sea, ella tiene tres meses y que nadie la escucha, nadie la ve, nadie la ve, o sea, ella está desaparecida, desaparecida, desaparecida, ella y la niña”, repitió con desespero.
“Toda mi familia está preocupada, me escriben en cada momento, me llaman. Todo el mundo está preocupado: su hijo, mis hermanos, mis tías, toda mi familia en Venezuela, todos están preocupados. Ella tiene otro hijo, Dayana tiene otro hijo. Está sin palabras, él no quiere aceptar que su mamá y su hermana no están”.
Más luces
La mujer que le daba empleo a Dayana Ochoa recordó la relación cercana que sostuvo con ella durante los ocho meses en que la conoció. No aceptó dar su nombre por seguridad, pero la describió como una mujer “cariñosa, abierta, colaboradora y muy especial”, de mucha cercanía con quienes la rodeaban.
Según su relato, Dayana solía hablarle de su hijo mayor, de la niña con la que convivía y del esfuerzo constante que hacía para sostenerlos. “Ella era muy dedicada como madre. Decía que quería que su hija fuera otra persona, que tuviera oportunidades que ella no tuvo”, conto.
Dayana sabía leer, pero aseguraba no escribir muy bien, y por eso su mayor anhelo era que su hija estudiara y lograra una vida distinta. Trabajaba en el servicio doméstico y destinaba todo lo que ganaba para mantener a la pequeña.
Aunque Dayana no solía hablar de problemas personales, sí hubo un momento que encendió alarmas: un día la vio golpeada. “Tenía el labio muy hinchado, una herida en la boca, la oreja afectada… prácticamente media cara maltratada”, relató. Al preguntarle qué había ocurrido, Dayana evitó dar detalles. “Ella en esas cosas era muy reservada. Le dije que denunciara, pero nunca me contó nada de su pareja”.
Cuatro meses antes de la desaparición fue la última vez que la vio con signos de violencia. Unos meses después dejó de tener noticias de ella. A través de medios de comunicación supo que Dayana había desaparecido junto a su hija.
Hoy, frente a lo que se investiga como un posible caso de desaparición forzada, sin descartar feminicidio, su llamado a las autoridades fue claro: “Que se haga justicia, que investiguen y esclarezcan la verdad. Ojalá Dios permita que estén vivas. El sentir de uno duele más cuando son personas de bien”, afirmó.


