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Katty Figueroa elabora los faroles en la fábrica que tiene en su casa. César Bolívar
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Los faroles, luz y brillo para una tradición navideña

Artesanos y vendedores se toman hoy la ciudad con su cargamento multicolor, para que nadie se quede sin iluminar el amanecer de este 8 de diciembre.

Yorlan Caballero atiende a los clientes que se acercan a su carretilla repleta de faroles, mientras de fondo suena la canción de Adolfo Echeverría Las Cuatro Fiestas. El entusiasmo de los aires decembrinos se respira entre las cientos de personas que caminan por la calle 33 con 41 del centro de Barranquilla, en busca de los tradicionales faroles que prenden la Fiesta de Velitas. 

“La tradición sigue viva”, dice el vendedor que completa 15 años en este punto trabajando por temporadas. “Invierto 750.000 pesos y vendo todos los faroles, me gano cerca de 1.100.000 pesos. Lo hago todos los años porque el negocio es rentable”, señaló. 

La noche de velitas, una de las festividades de mayor tradición en el país, tuvo su origen en la celebración católica de la Inmaculada Concepción, en la que se conmemora el dogma de la Iglesia sobre la concepción de la Virgen María –nacida según los católicos sin pecado original–. La fiesta que más tarde se volvió pagana, sigue siendo uno de los grandes referentes culturales de ‘La Arenosa’, pues sus calles polvorientas fueron testigos de aquella celebración popular que, en medio de baile, jolgorio, ‘chequitas’, ‘bola e trapo’ y ‘traqui traqui’, convergía la alegría y el amor por las costumbres. 

Las velas encendidas son todavía un preludio del amanecer del 8 de diciembre. Las familias reunidas le dan la bienvenida a la mañana, mientras se desgastan las candelillas atrapadas en el farol que anuncian la llegada del ‘Día de la Virgen’.

“Esta es la tradición más linda de Barranquilla”, dice Pedro Solano de 64 años, habitante del barrio El Carmen. “Aunque ha cambiado mucho con los años y ya no se vive como cuando uno era ‘pelao’, con la misma unión entre vecinos, jugando ‘bola e trapo’, tomando ron, esperando el sancocho y madrugando para la misa, sigue siendo una costumbre hermosa ver como se derriten las velas cuando sale el sol, puede evolucionar la sociedad, pero esa tradición no se debe perder”, expresó nostálgico. 

El ebanista Uwer Lando es famoso en el barrio La Victoria por hacer faroles. Desde junio, este trabajador va guardando los retazos de madera que le sobran para ir elaborando las tapas de la parte inferior y superior del farol. 

La labor, que en su familia se traspasa de  generación en generación y es liderada por las mujeres de la casa, hoy la abandera su esposa Katty Figueroa Medina, quien es la encargada de supervisar la elaboración de más de 4.000 faroles. 

El tiempo les juega en contra, por eso Katty asegura que este año está haciendo “poquitos” en comparación con los 6.000 y 7.000 que hizo en años anteriores. 

En una extensiva jornada que va de 6:00 a.m. a casi 3:00 de la mañana, dándole escasamente tiempo para dormir, esta mujer de 36 años dice no quejarse, pues son días buenos de trabajo que se viven solamente en diciembre; aunque confiesa entre risas que no siente ganas de celebrar por el cansancio que le deja el ‘Siete’ tanto a la ella como a su familia.

“La elaboración es de cuidado”, dice Katty mostrando el cuarto en el que tiene reservados los faroles. Una pequeña habitación ubicada en el traspatio de su casa, en la que la temperatura debe rondar los 40 grados, es el lugar en el que se guardan luego de armados para que se “templen”. 

“Los cuatro lados de madera miden 17 centímetros de largo por 1,5 de ancho, la cara superior de la ‘tapa’ mide 5 centímetros y la inferior 10. Para unir el triplex –madera con la que se arma el farol–, se utilizan unas 80.000 puntillas, cerca de 2.000 pliegos de papel celofán y para pegarlos se utilizan más de 25 libras de almidón”, explicó. 

El calor hace lo propio ultimando detalles en los faroles. Katty los toca comprobando que ya estén listos para la venta, y empieza a amarrarlos en grupos de a 10 para vender el paquete a 10.000 pesos. “Siempre se venden. Aunque se hagan 1.000 o 15.000 se venden todos”, relató mientras amarraba con un nylon los faroles, “tanto que a veces ni siquiera quedan para las velitas de nosotros”, añadió. 

 

Yorlan Caballero en su carretilla. César Bolívar

Tipos de faroles

Aunque los ‘farolitos’ en triplex y papel celofán son los preferidos para los comerciantes que se rebuscan en diciembre, los vendedores de la temporada proponen otras alternativas diferentes a los faroles tradicionales. 

Los faroles reciclados con botellas plásticas o cartón son los favoritos para aquellos hogares que promueven el cuidado del medio ambiente. 

Angelina Lopera, elabora sus propios faroles con botellas usadas. Todos los años, esta aficionada a las ‘tres R’, –como ella misma se nombra (reducir, reciclar y reutilizar)–, se las ingenia para darle vida a sus faroles con elementos reutilizables. 

Partiendo una botella plástica por la mitad, hace una figura de flor que luego pinta a mano y decora con escarcha. El resultado, es un adorno sencillo y amigable con el planeta. 

Orlando Torres vende en el Paseo Bolívar faroles en Madeflex desarmables. Esta novedad fue diseñada para evitar que al meter la vela dentro del farol se queme el papel que lo recubre. 

“Mi esposa los hace, cortamos la madera con una maquina especial les hacemos las figuras  –un decorado en medio del farol con figuras navideñas–, y les pegamos el papel”, contó el comerciante quien vende uno en 4.000 y cuatro en 10.000.

En las afueras del estadio Romelio Martínez, el comerciante Julio Enrique Márquez intenta conquistar con su pregón a los transeúntes que caminan por la concurrida calle 72. Este vendedor, que adapta sus productos a las temporadas del año, tiene sobre la acera un improvisado puesto de artículos navideños. 

Con la elocuencia de todo un profesional de las ventas informales atiende a sus clientes mostrándoles lo “nuevo en faroles”. 

“Esta es una empresa legal con un producto garantizado que fácilmente se puede guardar para el otro año y no le ensucia el piso de vela”, afirmó, mientras les demostraba a los clientes el uso del farol. 

Márquez dice ser artesano del Romelio hace 41 años, cuenta con orgullo que por medio de su trabajo pudo hacer profesionales a sus cuatro hijos y, aunque la remodelación del estadio ha afectado sus ventas, tiene grandes expectativas para cuando concluya la obra. 

“Esperamos que cuando terminen el Romelio el espacio esté mejor adecuado para que los artesanos seamos más visibles”, señaló el vendedor que además clamó a los barranquilleros para que no se pierda la tradición, y que en este año que está por terminar se reciba la madrugada del 8 de diciembre iluminada por la luz de las velas.  

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