Hernán Zajar regresa a Mompox por la alfombra amarilla
El en marco del Mompox Jazz Festival, el reconocido diseñador presentó ‘Las Cañaguateras’, una colección inspirada en sus recuerdos y la cotidianidad mágica del Caribe colombiano.
Por Marcela McCausland
Con mucho esfuerzo y la ayuda de su tía Ana, Hernán subía a la ventana de su casa con vista a La Albarrada –esa calle pintoresca junto al Río Magdalena, la arteria fluvial más grande de Colombia–, y desde ahí conocía las dinámicas de su ciudad natal. Donde son más importantes los nombres de las casas que los números, donde el queso no se vende en cubo ni tajado, sino en capas, y donde las remembranzas de un niño curioso se anudan a la realidad del artista que es hoy Hernán Zajar, un contador de historias visuales que siempre tienen inicio en Santa Cruz de Mompox.
En el marco de la octava edición del Mompox Jazz Festival, el diseñador Hernán Zajar convirtió las baldosas sobre las que aprendió a caminar en vestidos de seda. Las frutas que llevaban los campesinos a las plazas en bolsos tejidos en croché y pedrería. Cambió las plumas de las gallinas por palma de iraca y el burro en el que las transportaban por las manos de las modelos en esa noche de fiesta momposina.
El desfile arrancó liderado por la actriz y modelo Martha Lucía Pereira. El estampado de su vestido: un patrón de la ilustración de la ventana donde se sentaba Hernán a ver la lluvia de flores amarillas cuando niño y la musa principal de la faena de antología. Una tras otra, pasaron las modelos vistiendo coloridos atuendos con un sello caribe. Conjuntos en los que las mangas estructuradas de los blazers fueron remplazadas por el volumen y la delicadeza de la organza de seda, nos enseñaron destellos de una visión de contrastes y matices de la feminidad. Despojados de rigidez, los pantalones con movimiento atraían la mirada hacia el bajo, con arandelas y aperturas frontales. La paleta de color tinturó la noche con tonos pasteles, evolucionó a los colores primarios y finalizó con metalizados como el dorado, ocre y plateado. Suntuosos vestidos y faldas, en macramé y croché, se ciñeron al cuerpo de las modelos que convirtieron la pasarela amarilla en un derroche de sensualidad.
‘Las Cañaguateras’, nombre con el que bautizó Zajar su nueva colección, tuvo un componente sostenible y social. Los retratos de las plazas momposinas, plasmados en chaquetas de denim y faldas, fueron recreados con retazos de tela que Zajar recicló. También algunos de los accesorios fueron hechos por las manos de las mujeres internas de la cárcel de San Diego en Cartagena.
Para Zajar, Mompox es el canal conductor que une los distintos departamentos de la bandera tricolor: Atlántico, Nariño, La Guajira, Boyacá, Cundinamarca y, por supuesto, Bolívar. Para recrear los canastos con los que hacían mercado las momposinas, encontró fibras como el junco y la enea en una laguna de Santander, y las llevó a los artesanos de Lorica, ensamblando así las tradiciones ancestrales de nuestros artesanos en un mismo relato visual, en el que la moda todavía obedece a aquellos recuerdos de Hernán Zajar y no a las ataduras de las tendencias.