Entretenimiento | EL HERALDO

Una abuela, un músico cordobés, un percusionista de escasos tres años y una madre cabeza de hogar confluyeron el domingo en el parque Olaya para participar en el Encuentro de Comedias. El Carnaval de Barranquilla los unió.

La abuela fandanguera

Paulina Ferrer de Marín, con 83 años y el entusiasmo y vitalidad de una adolescente.

Yo me salgo de esto y me muero”, afirma sonriente esta abuela del barrio Nueva Esperanza para referirse al amor que siente por el Carnaval, al tiempo que mueve su cabeza coronada con unas enormes cayenas doradas, que brillan más con el resplandor de la tarde.

El domingo de Carnaval, durante el Encuentro de Comedias en el parque Olaya, Paulina desbordaba alegría.

Sentada en el bordillo con su vestido de fandanguera de colores naranja y amarillo, les habla a sus compañeras de ‘Girasoles de Buena Esperanza’ antes de que comience el desfile. No quiere dejar nada al azar, se pone de acuerdo con los músicos para que nada falle al momento de dar rienda suelta al baile.

El grupo lo conforman 23 vecinas de la misma generación de Paulina, que han  afianzado aún más su amistad cuando hace 15 años decidieron salir a derrochar su espíritu carnavalero de toda la vida.

Desde  entonces no han fallado un Carnaval, y participan disciplinadamente en los principales eventos en la calle 17, carrera 44 y Vía 40.

Es tanto el amor y la alegría que le impregnan al grupo, que empiezan a trabajar seis meses antes de las fiestas con tal de reunir el dinero suficiente para toda la logística.

 “Hacemos rifas y sancochos para el vestuario, el transporte, el refrigerio y la música”, cuentan las abuelas fandangueras que esa tarde llegaron a las 2 en punto al parque.

Paulina, la mamá de Víctor José y Gloria, dice con enorme orgullo que de sus cuatro nietos el que tiene su mismo ‘ADN‘ carnavalero, ya le sigue los pasos en el baile. 

“Le decimos ‘el Paulino’ y es tan alegre como yo”, asegura la siempre sonriente Paulina, quien tiene como motor principal a su esposo.

Mi vida es el Carnaval, es que yo me salgo de esto y me muero”, reitera.

Un percusionista “grande”

El Carnaval es una herencia que se transmite de generación en generación, una especie de “virus” que no tiene cura.

Esa definición muy barranquillera encaja perfecto en Yorlan Andrés Pinto, uno de los mejores alumnos de percusión de su padre Rodolfo, un cordobés de 32 años que desde hace 13 se vino a vivir a la capital del Atlántico.

Rodolfo, egresado de la Escuela de Bellas Artes de Cartagena, cuenta que su hijo menor, que escasamente alcanza los 95 centímetros de altura, aprendió primero a tocar tambor y llamador antes que a hablar.

Cuando él tenía un año ya se sentaba a mi lado a aprender y mírelo cómo lo hace”, dice orgulloso Pinto, quien dirige el grupo DanCaribe del barrio Los Ángeles segunda etapa.

Yorlan agarra los palos, se pone al frente de la tambora y sigue atento las instrucciones de su padre. Su hermano Johan Andrés, de 7 años, los acompaña en el guache y... ¡Suena la familia musical!

Para Pinto, el Carnaval es un instrumento con el que ha ayudado a que muchos niños se alejen de los riesgos que encuentran en la calle, como él lo asegura.

“Es que mientras están aprendiendo no están expuestos al consumo de drogas o a la prostitución”, añade.

Cuenta que con DanCaribe varias generaciones de vecinos han aprendido a danzar ritmos autóctonos y a querer y a defender más nuestro Carnaval.

“Hacemos sancochos para financiarnos, los papás aportan lo del vestuario -que lo hace la modista de la cuadra-, al igual que lo de los pasajes”, agrega Rodolfo.

Hoy por ejemplo -anota- el bus que nos trajo y nos va a llevar a la casa nos cobra 120.000 pesos. Ya abonamos 60.000 y cuando terminemos, le pagamos 60.000. Todo es con esfuerzo, pero es que todo sea por el Carnaval y por nuestros hijos.

“El Bombardino de Oro”

A Rafael Eduardo Sáenz Vidal casi nadie lo conoce por su nombre en su natal Ciénaga de Oro (Córdoba), pero si se refieren a “el Bombardino de Oro”, entonces la historia cambia, reconoce este destacado integrante de la banda 19 de Marzo de Laguneta, Córdoba.

Con 32 años dedicados a la música, siempre al lado del director Miguel Emiro Naranjo, “el Bombardino de Oro” cuenta que todos los años vienen al Carnaval para amenizar fiestas privadas o participar en desfiles para acompañar a los grupos folclóricos de su departamento, como ocurrió el domingo en el Parque Olaya.

Somos 18 músicos que integramos la banda 19 de Marzo, le debemos mucho al Carnaval de Barranquilla porque abre puertas y le da oportunidad a los músicos para mostrarse. Por eso amamos el Carnaval que nos ha dado parte de nuestro éxito”, confiesa, mientras se prepara para interpretar el instrumento con el que ha recorrido Colombia y parte del exterior.

“Con el porro hemos trascendido fronteras y hemos ganado varios premios, pero sin duda el Carnaval es una de nuestras mejores vitrinas”, resalta.

Para desplazarse a Barranquilla, los integrantes se concentran en Planeta Rica desde Ciénaga de Oro, Sahagún y Montería para abordar un trayecto en bus entre cinco y seis horas a Barranquilla. “Es que aún no tenemos suficiente para fletar un vuelo privado”, dice en tono jocoso.

El padre de Juan Carlos, Ana Karina, Rafael Eduardo y María Alejandra, asegura que el grupo puede cobrar hasta 4 millones de pesos por cada tanda que se extiende por más de una hora. 

Por eso el Carnaval es la mejor tarima para los músicos”, resalta, mientras agiliza el paso para alcanzar al resto de sus paisanos de la emblemática banda cordobesa.

“La viuda blanca”
Yamile Pérez disfrazada de “viuda blanca” del Carnaval. Alix López

Yamile Pérez acostumbra a ganarse la vida limpiando carros por los alrededores de la calle 72 con carrera 43.

Al final de la tarde esta barranquillera de 32 años puede llevar para su casa en el barrio El Bosque un promedio de 30.000 diarios, una cifra muy similar a la que se gana su pareja, Jesús Pérez, como ayudante de albañilería.

Juntando los dos ingresos, a duras penas les alcanza para mantener a sus cuatro hijos, todos menores.

De ahí que Yamile sea una de las que espera con ansias la llegada del Carnaval para ganarse unos pesos de más a lo  normal con tal de solventar lo que a lo largo de once meses no logra reunir.

Con el característico ingenio del barranquillero, a Yamile se le ocurrió hace seis años comprarle a una vecina un traje de novia. Pagó 60.000 pesos y lo viste para recorrer las calles de Barranquilla representando un disfraz que ella ha llamado ‘la viuda blanca’. 

Y de veras que valió la pena, porque como ella lo cuenta, solo el sábado de Carnaval obtuvo 120.000 pesos con su caracterización.

“A mí me gusta que la gente me pare para tomarse una foto conmigo porque la suben al ‘Face’. Lo mismo que los gringos que me toman fotos y me dan plata”, cuenta, mientras la escuchan atenta sus cuatro hijos que la secundan los cuatro días de la fiesta.

Yamile, quien acostumbra a desplazarse en taxi para no estropear su largo vestido de novia, sueña con que el próximo Carnaval pueda desfilar en la Batalla de Flores de la Vía 40 en la categoría de disfraz individual.

“A mí me gusta que la gente me pare para tomarse una foto conmigo porque la suben al ‘Face’

Esa idea se le metió entre ceja y ceja el sábado, cuando las autoridades no le permitieron el ingreso al cumbiódromo porque no estaba inscrita.

El ‘show’ de esta menuda mujer consiste en narrarle en tono jocoso a la gente que su marido la dejó vestida de novia en plena iglesia y con cuatro hijos, motivo suficiente para arrancarle carcajadas a los transeúntes, y de paso, para que saquen unas cuantas monedas a la “viuda blanca”.

“Me disfrazo porque eso es el Carnaval: alegría. Y si te deja unos pesos, mucho mejor”, exclama, sin dejar de agarrarse la cola del vestido, mientras observa al colorido desfile que a las cuatro y treinta de la tarde parte del parque Olaya.

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