Personajes como Pikachu, Bulbasaur o Wobbuffet forman parte de la vida de una generación de niños que pasaron horas jugando con los Pokémon. Una actividad que dejó huella en su cerebro, donde tienen una zona que se activa cuando vuelven a ver esas imágenes.
Un equipo de psicólogos de la estadounidense Universidad de Stanford publicó este lunes un informe en la revista Nature Human Behavior en el que hablan sobre la activación de esa zona del cerebro. Los resultados ayudan a saber más sobre dos misterios relacionados con el sistema visual.
Estudios con monos establecieron que para que en la corteza visual se desarrollen regiones dedicadas a una nueva categoría de objetos, la exposición a ellos debe empezar desde pequeños, cuando el cerebro es más sensible.
El equipo se preguntó si eso se produce también en humanos y buscaron cómo probarlo. Así, el autor principal del estudio, Jesse Gómez, recordó que cuando tenía seis años empezó a jugar con los Pokémon durante horas y lo hizo toda su infancia como muchos otros niños.
En todos ellos, según el estudio, se activaba además la misma zona cerebral, el giro fusiforme, que está situado detrás de los oídos, una región que responde a las imágenes de animales. Para los padres que pudieran ver en este estudio una prueba de que los videojuegos pueden dejar un efecto duradero en el cerebro de sus hijos, Gómez señaló que las personas que se sometieron a la prueba 'todos tenían doctorados'.





















