Para Milena Villanueva, este año que casi termina fue 'demasiado duro'. Tanto, que tiene decidido no celebrar hoy la fiesta de fin de año. Por el contrario, espera evadir las felicitaciones escondiéndose tras el mostrador del negocio de sus padres, una cantina incrustada en el barrio Santodomingo. En su hogar, dice convencida, no habrá hoy ninguna fiesta, ni cena especial, ni agüeros, ni vino, ni ropa nueva, aunque la música suene a todo timbal.
Cuando muchos de sus vecinos estén bailando, bebiendo, comiendo uvas o corriendo con una maleta por la calle para asegurar algún viaje en 2019, Villanueva estará trabajando. Lo hará además con un brazo enyesado, porque lo que ella considera una 'mala racha' incluye que haya sufrido una rotura de muñeca antes de empezar la temporada decembrina, días antes de –por fin– conseguir un trabajo en una estación de servicio después de sufrir seis meses como madre de dos hijos desempleada.
Pese a todo ese infortunio, este año no ha sido solo tristezas. En medio de sus pesares, Villanueva agradece lo bonito que le ha dado este 2018: ver a su hija de 16 años graduarse del colegio con honores y la sonrisa de su madre al ir a un cine después de un par de años sin querer salir de casa. Al recordar eso, la mujer barranquillera, de 35 años, recobra un poco de esperanza.
'Sueño con conseguir un buen trabajo en este 2019', dice Villanueva cuando se le pregunta por sus propósitos. Asegura que también le ilusiona tener una casa propia.
Por eso, aunque no celebre el Año Nuevo como manda la tradición, esta mujer añora el fin de un año de vaivenes, padecimientos y malquerencia.
Mientras se anuncia el feliz año, después de los cinco minutos pa’ las doce, la gran mayoría de familias de Barranquilla, así como del país, festejan unidas entre música y comida. Ya sea entre los pitos y matracas de los Billo’s Caracas Boy o de los mensajes de Navidad de Aníbal Velásquez y Diomedes Díaz. Las personas se abrazan, se desean cosas buenas y agradecen por los triunfos y derrotas del año que se acaba.
Aquí no se pierde casi nunca los restos de natilla, buñuelos, pavo, cerdo, sancocho de gallina o ensalada. Las delicias y mejores recetas caseras son reveladas en Nochevieja y acaso hasta compartidas con los vecinos de las cuadras aledañas. En muchos sectores de la ciudad, especialmente en los más populares, parece que la fiesta nunca se acaba. El sol sale y muchos siguen bailando.
'Es una noche muy especial porque muchos tenemos la oportunidad de reencontrarnos con familiares que no vemos hace tiempo y compartir junto a ellos', dice Esneider Manota, un estudiante de 17 años.
Lo 'especial' de hoy hace que Luz Marina Flórez, una artesana de 60 años, se angustie por lucirse en la cocina tanto como con esos turbantes tejidos que fabrica cada día.
'Hoy voy a preparar un sancocho con mucho cariño para todos. Festejo con mi esposo y mis dos hijas... pero el primero de enero seguimos trabajando', cuenta Flórez.
Para ella, lo mejor de este 2018 fue gozar de buena salud y suficiente fuerza para laborar y sacar a sus hijas adelante. Lo feo del año, dice, fue que disminuyeran las ventas de sus artesanías casi el 50%, lo que complicó su situación financiera.
'Por eso lo que yo le pido a Dios es que este año nos vaya mejor con el negocio', expresa Flórez.
A diferencia de Villanueva, Flórez si pasará la Nochevieja disfrutando de los 'año nuevo, vida nueva, más alegres los días serán', de la cena tradicional, los bailes y los brindis. Estos últimos, de todas formas, pueden ser en nombre de los que por algún motivo no vayan a celebrar. La canción de Año Nuevo resuena tanto que incluso Villanueva escuchará el '¡Vamos todos a cantar!'.
El año nuevo
La celebración de la llegada del Año Nuevo cada primero de enero es consecuencia del uso oficial en gran parte de mundo del calendario gregoriano, promovido e instaurado por el papa Gregorio XIII en 1582. Este calendario sustituyó gradualmente al juliano, introducido por Julio César en el año 46 a. C.





















