En Bugonia, el mundo está enfermo, y no precisamente por culpa de los alienígenas. La nueva película de Yorgos Lanthimos —el autor de La favorita, El sacrificio de un ciervo sagrado y Pobres criaturas— lleva su obsesión por los límites de la razón y la moral a una de sus formas más depuradas: un secuestro que se convierte en experimento social, fábula de horror y sátira política a la vez.
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La delirante historia cuenta cómo dos hombres convencidos de que una poderosa ejecutiva es un ser extraterrestre que planea destruir la Tierra deciden secuestrarla y encerrarla en un sótano. A partir de ese encierro, Lanthimos, cinco veces nominado al Óscar, disecciona con bisturí la paranoia contemporánea y los extremos a los que puede llevar la desconexión emocional.
“Vivimos en un mundo donde la gente se encierra en burbujas que la tecnología amplifica”, dice el director griego. “Quería desafiar al espectador a cuestionar las cosas sobre las que estamos tan seguros, los juicios rápidos que hacemos sobre ciertos tipos de personas. Es un reflejo de nuestra sociedad y del conflicto del mundo contemporáneo”.
Un retrato extraño
El guion, firmado por Will Tracy (The Menu), reimagina la película coreana Save the Green Planet y la traduce a los tiempos del algoritmo, los foros conspirativos y la desconfianza generalizada. Jesse Plemons interpreta a Teddy, un obrero con teorías delirantes sobre la extinción de las abejas y la manipulación global; Emma Stone, doble ganadora del Premio de la Academia, es Michelle, la CEO acusada de ser un ente invasor. Entre ambos, el debutante Aidan Delbis encarna a Don, primo de Teddy y testigo de un encierro que pronto se desborda.
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El centro de toda esta sátira está el sótano donde sucede todo, construido como un microcosmos del planeta: claustrofóbico, impredecible, asfixiante. “Al limitar el entorno, aumentamos el foco en los personajes y en lo que representan, pero también revelamos que lo que parece obvio al principio puede no ser verdad”, explica Lanthimos.
Ese espacio se siente como una cueva primitiva y un laboratorio del siglo XXI, iluminado por la desconfianza. Plemons es enfático al decir que “la película es un retrato extraño pero honesto de los tiempos en los que vivimos, de lo confuso y absurdo que resulta todo”.

Emma Stone, sin filtros ni cabello
Para Emma Stone, que además de protagonizar también produce —es su quinta colaboración con Lanthimos—, Bugonia fue un salto físico y emocional. “Cuando Yorgos me habló del proyecto le dije: ‘Tendrás que afeitarte la cabeza también, para estar en solidaridad’. Y lo hizo. Se afeitó primero y luego me tocó a mí”, cuenta la actriz entre risas.
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Y es que no fue un gesto simple, pues su personaje es rapada por los secuestradores como parte del “protocolo anti-alienígena”. Pero más allá de la transformación visual, el papel exigía mantener un equilibrio entre fuerza y vulnerabilidad. “Es un rol muy difícil —dice Lanthimos— porque desde el inicio uno se forma una idea de ella y, poco a poco, debe revelar otras capas sin que se note el mecanismo. Emma maneja esa línea con una sutileza increíble. Su actuación es tan matizada que nunca sabemos si dice la verdad o manipula para sobrevivir”.
La actriz lo ve como una oportunidad para explorar “la locura y la comedia en un entorno mínimo”. “Hay algo de comentario social y de insanidad en medio de un espacio muy reducido, que a Yorgos siempre le atrae. Estamos en un sótano y casi todo es gente hablando, intentando convencerse de cosas torcidas, pero ahí aparecen distintas versiones de lo humano”, reflexiona Stone.
Jesse Plemons y la rabia contenida del conspirador
Teddy, el personaje de Plemons, es un conspiranoico que podría haber salido de cualquier rincón oscuro de internet, pero el actor le da un peso emocional que evita la caricatura. “Le han tocado cartas terribles”, dice Plemons. “Su madre quedó en coma tras participar en un ensayo de opioides, y él intenta ayudar, pero se ha perdido en el camino. Tiene la sensación de que el mundo lo usó y lo dejó tirado”.
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Para preparar el papel, Plemons leyó Doppelgänger de Naomi Klein y se sumergió en foros y podcasts marginales. “Algo que Klein dice tiene mucho sentido: en muchas teorías conspirativas, la semilla del miedo es correcta. Hay manipulación, hay explotación. Pero esa semilla se deforma cuando nadie más habla de ello. Y el sentimiento de estar olvidado es real. Mucha gente hoy siente que nadie se preocupa por ellos”, explica.
Lanthimos reconoce que ahí está la tragedia del personaje. “Plemons logra que Teddy, incluso cuando hace cosas extremas, conserve su humanidad. Lo que me interesa es esa tensión: ¿cómo seguir sintiendo compasión por alguien que se ha perdido en la rabia?”.

La aparición de Aidan Delbis
El debutante Aidan Delbis, un joven actor no profesional, da vida a Don, el primo leal y frágil que se debate entre la obediencia y la duda. “Aidan fue la carta secreta de la película”, dice Plemons. “Es honesto, dulce y muy inteligente. Su presencia te desarma”.
Lanthimos buscaba precisamente esa energía. “Siempre intento incluir personas que no han actuado antes, porque entre un actor experimentado y alguien que se enfrenta a todo por primera vez surge algo especial”, afirma.
Stone añade: “Es el corazón de la película. Hay un momento entre Don y Michelle que me conmovió profundamente; Yorgos incluso se puso a llorar durante la filmación. Nunca le había pasado”.
Humor, horror y el vértigo de estar vivos
Bugonia se mueve entre el horror psicológico, la farsa y la tragedia con una naturalidad desconcertante. “La película es tan divertida como triste”, dice Stone. “Tiene un sentido del humor muy surreal, pero también elementos profundamente tristes. Es horriblemente divertida e hilarantemente horrible, el tipo de película que solo Yorgos podría hacer”.
El productor Ed Guiney lo resume mejor: “Yorgos es un maestro de la destreza tonal. Puede pasar de la comedia más alta a la tragedia en un nanosegundo”. Esa mezcla de risa y desasosiego se apoya en una puesta en escena de gran precisión. Filmada en VistaVision, un formato casi desaparecido, la imagen tiene una textura analógica que convierte cada plano en un retrato monumental.
“Queríamos que se sintiera grande, casi escultórico”, explica Lanthimos. “Verla en cine es fundamental: reír, gritar o estremecerse juntos. Es una experiencia comunal”.
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La música de Jerskin Fendrix —interpretada por una orquesta de 90 músicos— refuerza esa sensación de desmesura. “Es una banda sonora adolescente, furiosa y exagerada, igual que Teddy. Cree que puede salvar el mundo, pero está demasiado enojado para hacerlo”, dice el compositor.

Un espejo oscuro del presente
Al final, Bugonia es una comedia negra sobre el fin de la empatía, un retrato del mundo en que cada quien vive atrapado en su propio sótano mental. La línea entre el héroe y el monstruo se borra, y lo que queda es el eco de nuestras certezas rotas.
“Lo más interesante”, dice Lanthimos, “es hacer que el espectador se cuestione sus propios prejuicios. Que lo que parecía evidente deje de serlo”.
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Bugonia no pretende dar respuestas ni moralejas; se contenta con desatar el caos y observar qué hacemos con él. En ese sentido, es la película perfecta para este tiempo: un espejo que nos devuelve una sonrisa torpe, una risa nerviosa, y la sospecha de que los extraterrestres quizá seamos nosotros.





















