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En 1985, las imágenes del Palacio de Justicia en llamas recorrieron el país y el mundo. Tanques irrumpiendo en la Plaza de Bolívar, helicópteros sobrevolando Bogotá y columnas de humo cubriendo la ciudad. Durante dos días, Colombia quedó marcada por la tragedia: más de cien muertos, once desaparecidos y un trauma que cuarenta años después sigue sin cicatrizar.

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Pero Noviembre, la primera película de ficción del director colombiano Tomás Corredor, decide mirar hacia otro lado. “Este tema me perseguía desde hace años”, confiesa el cineasta. “Fue un acontecimiento que me marcó en la infancia y moldeó mis posturas políticas, mi manera de entender el país. Creo que todos en Colombia compartimos ese dolor, aunque lo hayamos vivido en diferentes momentos. Por eso era necesario ponerlo sobre la mesa, explorarlo y buscar maneras de sanar”.

La cinta, estrenada mundialmente en el Festival Internacional de Cine de Toronto (TIFF), llega ahora a las salas colombianas con un elenco de lujo encabezado por Natalia Reyes, Santiago Alarcón y Juan Prada.

Un baño como país

Sin embargo, esta película no se aproxima a este hecho como una reconstrucción histórica ni como una superproducción bélica. Lo hace desde un baño. Un baño donde guerrilleros, magistrados, trabajadores del Palacio y visitantes ocasionales quedaron encerrados durante 27 horas es el eje temático de la cinta.

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Ese espacio reducido, sin posibilidad de escapar, se convirtió en metáfora. “El baño permitía contar la toma sin necesidad de mostrar lo que ocurría afuera, porque lo que sucedía dentro reflejaba con claridad la brutalidad y el desamparo”, explica Corredor. “Para mí, ese baño es una pequeña Colombia; ahí estaba la diversidad cultural, regional, económica, y también los roles de hombres y mujeres en un momento límite. Desde ese espacio podía contar lo esencial: la humanidad en medio de la guerra”.

En esa apuesta íntima se sostiene la tensión de Noviembre. El espectador no verá explosiones espectaculares ni secuencias de acción al estilo hollywoodense. Verá rostros temerosos, cuerpos hacinados, voces que oscilan entre la súplica y la resistencia. La violencia se filtra a través de los ruidos del exterior, del eco de las botas, del retumbar de los fusiles.

Entre la memoria y la ficción

La película se alimenta de una larga investigación. Corredor se sumergió en testimonios y libros que abordaron la tragedia, como El Palacio de Justicia, una tragedia colombiana de Ana Carrigan y los trabajos de Olga Behar. De la literatura tomó también inspiración: Casa tomada de Julio Cortázar, que le permitió imaginar “la sensación de un monstruo que avanza y arrincona a quienes están dentro, como la guerra que se cierne sobre los personajes”.

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En la sala de edición, el equipo encontró un recurso inesperado: las imágenes de archivo. “Inicialmente no estaban contempladas. Surgieron como propuesta para dar un prólogo que situara al espectador extranjero”, cuenta el director. “Me resistí porque no quería un inicio informativo que dijera ‘esto ya pasó’. Pero entendimos que el archivo podía usarse como recurso plástico, no didáctico. Ese fue uno de los grandes logros: hacer dialogar materiales de texturas distintas hasta lograr transparencia y reforzar la idea del monstruo de la guerra que acecha desde afuera”.

Ese cruce entre documento y ficción no pretende cerrar heridas ni ofrecer verdades absolutas. Pretende mirar de nuevo. Como lo sintetiza Corredor: “El cine no siempre tiene respuestas. Pero tiene algo aún más poderoso: la posibilidad de mirar de nuevo. Noviembre es eso. La posibilidad de volver a mirar”.

Un reparto coral y un rodaje exigente

El proceso de casting tomó casi ocho meses. “Vimos a casi 200 personas para elegir a 30”, recuerda el director. “No buscábamos que los intérpretes encarnaran un personaje específico desde el principio, sino que exploraran emociones”. Bajo la guía del director de casting Manolo Orjuela, se optó por actores profesionales que pudieran sostener un lenguaje común, casi teatral.

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En el reparto destacan nombres como Natalia Reyes, reconocida por Lady, la vendedora de rosas y Terminator: Dark Fate; Santiago Alarcón, que interpreta al magistrado Gaona; y Juan Prada, en el papel del guerrillero Andrés Almarales. Ensayaron seis semanas para luego enfrentar un rodaje de cuatro, intenso y claustrofóbico, filmado en México como parte de los acuerdos de coproducción.

La película es fruto de una red de alianzas entre Colombia, México, Brasil y Noruega, con productoras como Burning (Colombia), Piano (México), Vulcana Cinema (Brasil) y Tordenfilm (Noruega). Detrás estuvo también la productora colombiana Diana Bustamante, quien insistió en mantener la independencia artística. “Era imposible financiarla poco a poco porque el rodaje no podía interrumpirse”, señala Corredor. “Afortunadamente, la película resonó en el ámbito internacional por esa universalidad de la que hablábamos”.

La música original, a cargo de Mariá Portugal, y el diseño sonoro de Carlos E. García terminan de envolver la experiencia, donde cada golpe de fusil y cada silencio pesan tanto como las palabras.

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La universalidad de la violencia

Aunque se ancla en un hecho colombiano, Noviembre apunta más allá de las fronteras. “No es una película de mensajes, sino de intenciones”, dice Corredor. “La violencia inesperada y brutal puede ocurrir en cualquier lugar: un palacio de justicia en Bogotá, un apartamento en Gaza, un colegio donde un niño dispara, un museo atacado por terroristas de ISIS. Esa universalidad recae en mostrarnos que la guerra y la violencia no son lejanas; pueden tocarnos a todos”.

La influencia de películas como El hijo de Saúl y textos como El hombre en busca de sentido de Viktor Frankl se sienten en esta búsqueda. Como señala el director: “Cuando desafías las normas del cine bélico en busca de la humanidad, entiendes que en la guerra no hay vencedores, solo derrotados”.

A cuarenta años de la toma del Palacio de Justicia, Noviembre llega para incomodar, para abrir preguntas más que respuestas. “No hay héroes ni villanos, solo personas enfrentadas a una realidad que las desborda. Y esa realidad no es parte del pasado. Puede volver a suceder. En cualquier país. En cualquier momento”, advierte Corredor.

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