Han pasado 28 años desde que el virus de la furia se desató por primera vez en 28 Days later, la película que reinventó el cine de infectados y el terror postapocalíptico. Ahora, el director Danny Boyle y el guionista Alex Garland retoman las riendas del caos con Exterminio: La evolución, una cinta que no sólo continúa la historia, sino que la transforma en un estudio profundo sobre la familia, la supervivencia y lo que significa ser humano en un mundo roto.
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“Imaginamos las maneras como un mundo podría rehacerse después del apocalipsis”, cuenta Boyle. “Cuando todas ‘las cosas’ se han tornado inútiles e irrelevantes, ¿cómo harías para conseguir lo esencial, alimentos, gasolina, etcétera?”.
La historia se centra en Jamie (Aaron Taylor-Johnson), Isla (Jodie Comer) y su hijo Spike (Alfie Williams), una familia que sobrevive en una pequeña isla en la costa noroeste de Inglaterra, protegida por una carretera elevada que la separa del continente, donde aún habitan los infectados. Cuando Isla enferma de un mal misterioso, Spike y su padre cruzan al continente en busca de una cura, lo que detona un viaje físico y emocional lleno de peligros y revelaciones.
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Más allá del horror
A pesar de su apariencia de película de monstruos, Exterminio: La evolución es, en esencia, un drama familiar. “Es básicamente una historia acerca de la familia. ¿Qué ocurre cuando un integrante enferma? No es que se haya infectado, pero el padecimiento es grave. ¿Cómo reaccionan los otros miembros?”, afirma Alex Garland.
Aaron Taylor-Johnson, quien interpreta a Jamie, dice que su personaje “hace todo por amor a su familia. Sin embargo, es humano y comete errores. Lo único que ahora le consta a Spike es que su padre ya no seguirá siendo un héroe… La confianza se ha perdido”.
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Por su parte, Jodie Comer destaca la conexión entre Isla y su hijo: “Spike e Isla proporcionan un auténtico hilo de humanidad y emoción, mientras hacen lo que pueden para sobrevivir en esta situación increíblemente peligrosa”.
Pero es Alfie Williams quien lleva el peso emocional del filme como Spike, un chico que debe madurar de golpe para salvar a su madre. “Spike es, sobre todo, un chico normal, que vive en un mundo anormal”, explica Williams. “Ama a su padre y a su madre y anhela que los tres vuelvan a ser la familia que eran antes de que mamá enfermara”.
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Grabada con iPhones
28 días después se rodó en video digital, lo que le dio una sensación casera única. Así que, cuando llegó el momento de hacer la nueva película, los intentos del equipo por encontrar métodos de producción únicos se inspiraron en parte en ese enfoque.
“Supongo que se podría ignorar, pero decidimos tomarlo como influencia”, dice Boyle, quien explica que en la primera película él y Garland tuvieron la ‘metaidea’ de que, dado que las cámaras de video domésticas estaban por todas partes en ese momento, habría grabaciones de baja fidelidad de los horrores del apocalipsis por todas partes. Retomando esa idea, el iPhone se convirtió en la versión ahora omnipresente de la videocámara de 2002.
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Para representar el apocalipsis se hizo uso de iPhones para grabar ciertas secuencias, a veces hasta 20 a la vez.
Los nuevos monstruos
Si algo no falta en esta evolución del universo Exterminio es el horror. Boyle y su equipo presentan nuevas variantes del virus de la furia, como los “Slow-Lows” (lentos y bajos), criaturas carnosas y deformes que se arrastran por el suelo, o los “Berserkers”, gigantes mutados que usan cabezas humanas como látigos.
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“Queríamos mostrar su evolución, porque ‘la naturaleza siempre encuentra una manera’ de evolucionar”, dice Boyle. “Lo comprimimos y lo forzamos en su avance. Tienen incluso algunas familias entre ellos”.
Para el actor Edvin Ryding, que interpreta a un soldado sueco varado en territorio infectado, el contraste con Spike es abismal: “Existe un enorme contraste entre Erik y Spike, quien toma a los infectados como un mero hecho de la vida. Para Erik, los enfermos constituyen un daño incomprensible”.
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Uno de los momentos más aterradores es el encuentro con Sansón, el líder Berserker, interpretado por el luchador de MMA Chi Lewis-Parry. “Todo tenía que ser extra grande”, dice el supervisor de efectos especiales John Nolan. “Diseñamos un vientre con cicatrices y añadimos músculos a su espalda. Sansón es horriblemente intimidatorio”.
El templo de los huesos y la filosofía de la muerte
Uno de los personajes más memorables es el Doctor Kelson, interpretado por Ralph Fiennes, un médico renegado que ha encontrado una forma simbólica de afrontar la muerte: ha construido un templo hecho enteramente de huesos humanos. “En vez de huir de la muerte, en vez de fingir que no existe, Kelson la honra”, dice Fiennes. “Es casi un clérigo, y un auténtico humanista”.
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Boyle lo describe como “un maravilloso centro conmemorativo, un lugar dedicado a todos los que se han ido”, y agrega que el personaje “ofrece compasión en medio del terror”. Kelson es un recordatorio de que incluso en el infierno, aún queda lugar para la empatía.
El diseño de este templo, inspirado en muros conmemorativos reales como el del Covid en Londres, requirió más de 250,000 réplicas de huesos y 5,500 esqueletos falsos. Su construcción tomó más de seis meses y aporta una estética inquietante pero profundamente poética al filme.
Un cine de autor para la pantalla grande
Con Exterminio: La evolución, Boyle y Garland no sólo buscan asustar, también quieren que el público piense, sienta y se sacuda. Por eso, la película fue filmada en formato ultra-ancho 2.76:1, reservado para grandes epopeyas cinematográficas. “Quiero que el público tome asiento y piense, ‘Aquí estoy, ahora soy parte de ello’”, afirma Boyle.
El director de fotografía Anthony Dod Mantle, ganador del Óscar por Slumdog Millionaire, explica que este formato “espolea la sumersión visual hasta el límite y realza la gloria de esta cinta, que debe ser disfrutada en pantalla grande”.
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Además, para lograr una experiencia inmersiva, se usaron cámaras adaptadas, sensores de alta tecnología, drones y una técnica similar al “tiempo bala”, para mostrar escenas clave en cámara lenta, como las flechas de Spike volando hacia su objetivo o el brutal ataque de Sansón.
“Quiero esa sensación de intensidad sofocante, ese terror que te hace pensar que no hay escapatoria”, dice Boyle. “El horror puede ser placentero, sobre todo cuando la intensidad de la experiencia es comunal”.
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