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En un llamado a revisar lo somos como Colombia hizo la defensora del Pueblo, Iris Marín, en una carta con motivo de las festividades de fin de año, en el que, entre otras cosas, instó a la reconciliación, a encontrarnos como colombianos, a mirar de nuevo a la naturaleza y a seguir en la lucha por flagelos como la desigualdad que tanto daño hacen al país.

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“La fría Bogotá, mi ciudad, se sentía como un destino distante en el que la voz de esos territorios no lograba llegar a las más altas esferas del poder. Eso me resulta extraño, porque en esas esferas hay voces que provienen de esos territorios y porque allí también está el dolor de Colombia, pero se ahogan o debilitan en los pleitos políticos que se priorizan en la capital”, comenzó reflexionando la defensora.

Habló sobre la violencia recordando el cruel crimen cometido contra Sara Millerey del que dijo que los criminales “transmiten con sevicia y crueldad el mandato de una sociedad que no permite que las personas decidan ser lo que ellas mismas eligen, y no lo que se supone que deben ser”.

“Cuando grupos armados invaden territorios de pueblos indígenas y les imponen sus reglas, y los pueblos se sienten solos y desprotegidos, se reafirma un mandato de desigualdad para nuestro país”, agregó.

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También se refirió a las discusiones en torno a la reforma a la salud y la crisis que enfrenta el sistema. Sobre ello indicó que cada sector “se encierra en su razón y decide no ceder, muchos sufren desesperados y sin alternativas y sectores privados amplían sus ganancias, evidenciamos que la angustia de unos no es la angustia de todos”.

Marín manifestó que cada día se convence de que nuestra desigualdad es una elección y no una condena, y que no es una característica genética de nuestra sociedad. “Algunos índices de pobreza y de desigualdad se han reducido. Pero no es esa la principal razón que me lleva a afirmar la esperanza. Estoy segura de que podemos elegir la igualdad y la justicia”.

Pero su carta no solo se limitó a hablar sobre problemas sociales que como colombianos enfrentamos y sus impresiones tras su recorrido por el territorio nacional, también se refirió al medio ambiente del que dijo lo tenemos olvidado y de que es hora de que nos volquemos a preocuparnos por este asunto que en ocasiones no se prioriza.

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“Tenemos el deber de reconocer que no nos pertenece y que somos una especie más en un territorio que nos precede y que seguramente estará cuando la humanidad se haya ido del planeta. Convivir en armonía con la naturaleza es un mandato ético que nos despoja de la soberbia y que además permitirá a las generaciones actuales y venideras tener más posibilidades de sobrevivir”, puntualizó.

Sobre los migrantes, en especial los venezolanos, invitó a que los acojamos así como durante la bonanza venezolana el país vecino recibió a millones de connacionales.

“Muchas de esas personas huyen de la persecución, de la violencia, de la exclusión o de la falta de oportunidades en su propio país. Provienen de lugares que muchas veces han acogido a nuestra gente cuando se nos redujeron las posibilidades. Aquí también hay un lugar en la mesa para ellos”, explicó.

Iris Marín cerró con una última reflexión: “El racismo, la pobreza, la intolerancia, el machismo, la codicia, el miedo a la verdad y a la justicia, los duelos no resueltos, la corrupción, los resentimientos alentados por quienes siguen optando por creer que nuestras diferencias y diversidad son una amenaza y no nuestro mayor poder, pueden ser transformados y convertirse en el punto de partida para nuestra reconstrucción. Todos estos factores nos impiden ver con claridad nuestra capacidad de salir adelante juntos, nuestro derecho a imaginar un futuro común, un buen futuro para nuestro país”.