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El paisaje está adornado con un verde esmeralda que deslumbra, los picos de las montañas reciben al visitante exuberantes como recién descubiertos y el aire caliente del trópico llena los pulmones de propios y extraños. El calor es abrazador, continuo, incesante y todo está lleno de vida.

El camino desde Florencia, Caquetá, hasta la zona de Reincorporación de Agua Bonita, en Montañita, dura dos horas largas en bus, luego de interminables colinas y de trasegar por un suelo rojo como el de marte. Cualquiera pensaría que con estas características nada crece. Sin embargo, todo está vivo.

Allí está ubicada una de las 26 zonas de reincorporación de la guerrilla de las Farc. En un principio la zona era exclusiva para quienes estaban dejando las armas, pero ahora está abierta para cualquiera que desee visitarla. Los exguerrilleros que allí se encuentran siempre enfatizan en que uno puede visitarlos en el momento que desee.

'Los fines de semana viene gente de la vereda ‘Montañita’ e incluso desde el pueblo a pasarla bien, a olvidarse del trabajo. Bailamos un rato, nos tomamos unas cervezas y todo sin ningún problema', asegura Pérez, uno de los 260 desmovilizados que están asentados allí.

Causa curiosidad ver el redondel para la pelea de los gallos, donde los animales se baten a muerte en medio de gritos, insultos y dinero circulante, ese circo romano instalado bajo tejas de zinc parece traído de los años 50, donde el enfrentamiento de animales no causaba tanta euforia social, pero sí muchos muertos. 'Nosotros no hemos tenido ningún problema con ninguno de los que han venido, aquí nosotros somos gente muy pacífica, se apuesta, se toma, se paga y cada quien se lleva su gallo, esto no es para problemas', sostiene Jacinto, otro exguerrillero.

Según el jefe político del grupo en el Caquetá, Federico Montes, 'esta reincorporación no solo es política, es social y nosotros debemos integrarnos con la comunidad, porque este proceso de paz no es solo para nosotros, también debe beneficiar a todo el mundo'.

Las casas construidas con planchas de cemento y tejas de zinc albergan al rededor de 2 exguerrilleros por habitación y cada una tiene tres habitaciones por cada costado. En las antesalas hay colgadas hamacas, y reciben el sol las botas de caucho propias de los trabajadores. Muchos de ellos aún conservan vestigios de la guerra viejas botas, toldos de intendencia, reatas, gorras, pero todos tienen claro que ya dejaron atrás la agobiante guerra.

'Yo conservo las botas que tenía como parte del recuerdo, este es mi museo, porque yo ya estoy en otro cuento, yo ya estoy pensando hacia adelante', sostiene Faryd, otro exguerrillero de la zona.

La zona total tiene nueve hectáreas: seis construidas para vivienda y tres para granja. Allí los desmovilizados siembran tomate, frijol, piña y adelantan un proceso de piscicultura. Todo esto a través de un proyecto asociativo. 'Cada miembro de la zona colocó un millón de pesos para el desarrollo de los proyectos productivos que tenemos aquí', asegura Montes

El cultivo más grande que tiene la exguerrilla es uno de piña, con el cuál esperan recolectar 170.000 frutas, sin embargo, el jefe político de la zona asegura que aún están esperando los estudios de mercadeo que tiene que hacer el Gobierno Nacional para comercializarla con la comunidad.

'Nosotros esperamos difundir la propuesta para buscar aliados que compren la cosecha o la comercialicen. Cuando comenzamos nos regalaron 40.000 piñas y el resto nosotros invertimos para comprarla', dijo.

El cultivo demorará en dar fruto al menos 16 meses, de los cuales ya pasaron dos. La variedad de piña es ‘Oro Miel’, una que, según los exguerrilleros, se comercializa en gran cantidad. Sin embargo, mientras esperan sobreviven con los 600.000 pesos con los que se comprometió el gobierno durante dos años y esperan que en el futuro el cultivo sea sostenible y les de para vivir.

'Nuestra esperanza es que nos podamos quedar aquí, que se compren estas tierras y crear un pueblo o un asentamiento dónde vivir tranquilos. Tenemos muchas preocupaciones por lo que está pasando en otras zonas de incorporación, pero aquí en el Caquetá no nos ha pasado nada, gracias a Dios', comenta Ximena Narváez, vicepresidenta de la zona de reincorporación.

La zona veredal de reincorporación cuenta con un aserradero, una talabartería, un tractor, varias máquinas de arado y mucha mano de obra que se organiza a través de los comités que realiza la antigua guerrilla, la estructura jerárquica se mantiene. Sin embargo, son consientes que ya no pertenecen a una estructura armada sino que son parte de la comunidad y deben trabajar por ello.

Es emocionante ver cómo la fuerza pública y los miembros de las Farc se relacionan tan bien, la antigua disputa parece saldada cuando los tenientes, capitanes, sargentos y cabos van hablando con quienes antes eran considerados como el enemigo.

'Nosotros antes cumplíamos con nuestro deber, era parte de la labor de la fuerza pública patrullar y si veíamos a un guerrillero estábamos jugándonos la vida, era la vida de él o la vida mía', dice un miembro de la fuerza pública, refiriéndose a la situación antes de firmar el acuerdo: 'ahora es otra cosa, nosotros sabemos que todos somos hijos de pobres, de campesinos, de trabajadores colombianos, el conflicto es absurdo y ahora hablamos y compartimos'.

Un exguerrillero de las Farc asegura que las acciones del conflicto pudieron generar mucho resentimiento de lado y lado, pero era el precio de un conflicto 'que no sabemos cómo empezó, pero que sí queremos que termine'.

Entre las preguntas obligadas para los exguerrilleros se encuentran: qué está pasando con las disidencias y si toda persona que abandona las zonas de reincorporación se van para integrarse a un grupo armado ilegal. La respuesta de los desmovilizados es clara: eso no es así en todos los casos.

A la zona veredal asisten profesores, instructores del Sena y expertos en proyectos productivos para ayudarle a estas personas a construir su sueño de reinsertarse a la vida civil. 'Nosotros ya estamos cedulados y bancarizados, queremos ir en serio pero el Gobierno también debe cumplir sus compromisos', sentencia Miller, otro excombatiente.

Pastor Alape, uno de los altos mandos de la extinta guerrilla, fue categórico en decir que quien se 'abra de las Farc, ya no es de las Farc. Hay personas que han salido para desarrollar capacidades productivas con sus familias, para generar ingreso porque la estadía en la zona no se los permite, nosotros estamos comprometidos en la construcción de la paz'.

La zona es amplia y en sus casas cada exguerrillero tiene lo básico y busca aportar con su energía y fuerza productiva en la construcción de lo que esperan en el futuro se convierta en un pueblo. En la mitad de la zona veredal, el pasado miércoles, se inauguró la biblioteca Alfonso Cano, donde se publicó el libro ‘Una guerrilla por dentro, memoria de resistencia’ editado por los mismos exguerrilleros.

Día a día el sol trae nuevas tareas, que toca cubrir la piña con plástico para que no la dañen los herbicidas, que toca colgar las cabullas para sembrar el tomate, que toca quitar la maleza del cultivo, pero el sueño de los exguerrilleros no se acaba, el sueño de poder vivir en paz sin estar pendiente de las operaciones de la fuerza pública, como dijo el jefe de la misión de verificación de la ONU este proyecto brinda esperanza, 'este es un buen principio con el apoyo de todos los sectores de la sociedad, estos ejemplos se pueden replicar exitosamente'.