El Heraldo
Jesús Rico
Barranquilla

La nueva vida de la ‘carretera de los locos’

La vía a Juan Mina, reconocida por su fuerte movimiento motelero, pasó de ser un sector solitario a urbanizado. La ahora ‘calle del placer’ se ajusta al actual POT.

Una frondosa planta carnívora se traga por completo a cientos de vehículos que transitan por la vía que conduce de Barranquilla al corregimiento de Juan Mina. De repente, aquella camioneta de lujo blanca que atravesaba a toda velocidad por debajo del puente de la carrera 38 con Circunvalar, desaparece misteriosamente.

Para quienes le siguieron la pista, no hay ningún enigma. No se trata de un secuestro, ni mucho menos de plantas asesinas. La teoría de la camioneta perdida hace parte de la picardía en Barranquilla. 

Le dicen la ‘carretera de los locos’. Según la memoria de la ciudad, porque la mayoría de los hombres conducían sus carros mientras iban hablando solos.

Por lo menos eso era lo que parecía a simple vista. Lo cierto es que ellos estaban muy cuerdos y en realidad, sus interlocutoras se mantenían a escondidas. De esa forma se protegían años atrás, cuando de manera clandestina las parejas se dirigían a algún motel en Juan Mina.

“Pero eso era hace más de 30 años, cuando a la gente le daba pena. Ahora son las mujeres las que llevan a los hombres a escondidas”, bromea Roberto Súarez, un samario que administra dos de los nueve moteles incrustados en la vía.

Como ya son menos los ‘locos’, ahora la carretera es conocida como la ‘calle del placer’. O simplemente la de los moteles de Juan Mina. La vía está llena de huecos y de sobresaltos. 

Se podría decir que, por aquel juego de esconderse, la aventura comienza en la carrera 38 a partir del barrio Las Terrazas y de la esquina del antiguo Club Anglo Americano. Sin embargo, solo es hasta antes de llegar al puente cuando aparece el primer lugar para enamorados: El Maracaná, reconocido por su existencia desde los años setenta. 

“Aquí han llegado hasta parejas en bicicleta. El hombre manejando y la muchacha en barra. Son muchos años de historia, así que se ha visto de todo”, dice uno de los encargados, quien prefiere no dar su nombre.

En la ruta le sigue el Cesar's Palace, otro que ha sobrevivido al paso de los años. El resto de establecimientos son un poco más nuevos. Las Cabañas del Sahara e Ibiza finalizan el recorrido, al kilómetro 1.5 de la vía a Juan Mina.  

“Antes este sector era puro monte y la industria aprovechó lo despejado que estaba para establecerse. Comenzaron unos dos o tres moteles, hasta que se extendió y se urbanizó. Ahora esta vía es muy transitada, algo que es muy bueno para nosotros”, cuenta Suárez.

Actualmente, en la ciudad hay inscritos 111 moteles, según registro de la Cámara de Comercio. Pese a esas cifras, la Asociación de Propietarios de Residencias y Moteles de Barranquilla (Asoremo) calcula que existen unos 860 establecimientos. Muchos de ellos prestarían el servicio  de alojamiento por horas informalmente. 

En la vía a Juan Mina, estos lugares pasaron de estar solitarios a contar con locales con otras razones sociales a su lado. En la ‘carretera de los locos’ también hay algunas viviendas, espacios comerciales, bodegas y fábricas. Muy cerca al sector hay al menos dos iglesias.

“No tengo ningún problema con tantos moteles cerca. Ellos están en lo suyo y nosotros en lo nuestro”, manifiesta Margarita López, un ama de casa de 71 años, residente de una de las casas vecinas. 

El gran obstáculo para este sector, explica, es el estado en el que se encuentra la vía. Al permanecer cera del barrio Campo Alegre, ha recibido los coletazos de los deslizamientos en la ladera por los que ha sufrido su vecino.

Como consecuencia, tienen una carretera que por sus daños afecta el rodamiento y las llantas de los vehículos que por allí pasan. Una ‘calle de los locos’ donde el tráfico se hace, durante las horas pico, “demasiado complicado”.

Se han acostumbrado ya, según coincide la ciudadanía, a escuchar o presenciar algunos espectáculos propios de parejas infieles o con problemas amorosos.

“Hace poco vimos a un hombre que vino a buscar a su esposa porque ella le andaba pegando los cachos. Era una señora rubia que apenas iba entrando al motel. Cuando el amante se dio cuenta de que el esposo los había pillado, salió corriendo de ese lugar y atravesó la calle sin ver con tal de salir escapado”, recuerda entre risas una trabajadora.

“Otro día una señora vino a buscar a su marido, que recién ingresaba en su carro con una jovencita. Como en el motel no le permitieron entrar, ni le dieron información, lo llamó al celular y lo insultó. El hombre le negó todo y salió por la puerta trasera en taxi con su amante. Al día siguiente vino a buscar su carro, así que todo le salió más caro”, es otra de las anécdotas recordadas por uno de los empleados.

Como si fuese el resultado de un estudio estadísticos, coinciden en que más de 80% de sus clientes son infieles.

“Eso lo sabemos porque ¿cómo explica usted que dos esposos vengan una o dos hora a un motel al mediodía, casi corriendo? Si fuesen pareja, no tendrían por qué buscar este lugar. La mayoría de gente viene queriendo esconderse”, explica uno de los encargados. 

La lógica del empleado, aunque goza de sentido, es discutible. Esa, sin embargo, es una conversación propia de quienes transitan por la ‘carretera de los locos’, pese a que ya no hablan solos.

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