El Heraldo
En la pescadería las ventas en el punto han disminuido 60%, pero los domicilios se dispararon. César Bolívar, Hansel Vásquez y Cortesía
Barranquilla

Cómo reinventarse en los tiempos del coronavirus

Una panadería, un restaurante gourmet, una pescadería y una lavandería, cuatro historias de negocios que tuvieron que ingeniárselas para seguir adelante.

Es una crisis sin precedentes, para la que nadie se preparó, que ha llevado a algunos a tocar fondo y a otros a tener que reinventarse, una pescadería, una lavandería, una panadería y un restaurante se resisten a la insostenibilidad económica que produce la pandemia y continúan ofreciendo sus servicios a pesar de que las cosas en los últimos días “están muy difíciles”.

La preocupación por los efectos económicos de la COVID-19 se extiende a lo largo y ancho de todos los sectores y subsectores de la economía, desde lo macro a lo micro.

El pasado 22 de marzo un decreto presidencial limitaba las actividades comerciales hasta el 13 de abril, pero el lunes una nueva decisión del Gobierno extendió la cuarentena hasta las cero horas del  27.

Pescado fresco hasta la puerta de su casa

La pescadería ‘La ballena azul’, previendo lo que había sucedido en otros lugares con el tema del coronavirus, decidió adoptar el servicio a domicilio un poco antes de la cuarentena para la entrega de sus productos, según narró su administradora Iris González.

Aunque, aseguró que al principio no tuvo mucha acogida porque el pescado es un alimento que las personas prefieren ver y escoger con sumo cuidado.

Sin embargo, con todos los acontecimientos de las últimas semanas y con las medidas decretadas los domicilios en este negocio “se han disparado en un 100%”, mientras que las ventas en el punto han disminuido en un 60%, una cifra atípica, sobre todo en esta época de Semana Santa, en la que se acostumbraba a ver a cientos de clientes agolpados frente a los enfriadores.

“La crisis no nos ha golpeado tanto, porque se ha compensado con las entregas a domicilio”.

La empresa adoptó medidas como la reducción del personal en el punto para respetar el distanciamiento social. Asimismo adquirió elementos para garantizar la salubridad de empleados y compradores.

Los domiciliarios reparten el pescado en camiones y camionetas tipo van que han adaptado con las medidas sanitarias para que el pescado llegue fresco hasta la casa de sus habituales y nuevos clientes que han recibido con satisfacción esta nueva manera de compra.

Solo se lava ropa industrial
Un operario extrae ropa de una de las lavadoras.

Son 30 años al servicio los que tiene Lavarmatic, una lavandería en Barranquilla que cerró sus puertas luego de que se decretara el cierre de esta actividad comercial.

En la normalidad “que vivíamos antes” se lavaba una tonelada de ropa diaria, hoy en medio de una pandemia mundial, solo se alcanzan los 600 kilos, y eso porque siguen manteniéndose a flote con el lavado de ropa industrial.

Alexander Salcedo es el subgerente de esta empresa familiar que en la actualidad no es “fácil mantener”.

La planta se redujo a la mitad de sus empleados, la ropa que se recibía de las casas dejó de llegar y tampoco nadie los llama.

“Resulta que muchas empresas clientes nuestras hacen parte de los sectores que han tenido que cerrar y eso hace que se disminuyan nuestros clientes, finalmente es una cadena”, señala Salcedo.

Los alivios económicos ofrecidos por el Gobierno para las medianas  empresas no son una opción razonable, según Alexander, porque se trata de créditos bancarios que finalmente generan más deudas.

Los mayores ingresos económicos para esta lavandería provienen de la ropa que envían de las casas, pues genera flujo de caja diario, una opción que no ofrecen las empresas pues sus pagos los hacen hasta cada tres meses.

Mientras se cumplen 18 días más de cuarentena, esta empresa de lavado de ropa continuará prestando sus escasos servicios industriales a puertas cerradas.

El pan se vende a domicilio
Cuatro empleados producen y distribuyen el pan.

Cuando el presidente Iván Duque anunció el inicio de la cuarentena obligatoria, cierto temor se apoderó de Soledad Ferrer, propietaria de la panadería Mundo Sabor, ubicada en el barrio La Victoria.

“En ese momento no tenía claridad si debía suspender el trabajo o podía continuar. Este es un negocio pequeño, pero del que dependen varias familias”, sostiene.

Sin embargo, la incertidumbre no duró mucho. Al conocerse las excepciones, constató que podía seguir laborando junto a su equipo, conformado por otras cinco personas, entre panaderos y domiciliarios.

“Las normas de salubridad para este tipo de negocios es muy estricta, pero hemos redoblado las medidas de control y protección, por toda la alerta del coronavirus”, explica la mujer.

Para la distribución de los panes han recurrido a la modalidad de domicilios para surtir tiendas y viviendas en varios sectores de la ciudad.

“Las ventas han incrementado porque muchas personas están en casa cumpliendo con la medida de aislamiento y se surten para suplir sus necesidades alimentarias”, agrega.

Y aunque han redoblado esfuerzos y la producción diaria de panes ha crecido cerca del 20%, hay días que no es suficiente. A pesar de esto, los productos son comercializados con el mismo precio que tenían antes de la cuarentena.

“Hay días que nos toca cerrar las puertas antes de las 5:00 de la tarde, porque ya no hay producto para vender”.

Indica que la extensión de la cuarentena fue una medida sensata y que se viene preparando junto a sus colaboradores para atender la demanda de alimentos en los días venideros.

Los domicilios empacados al vacío que le dan oxigeno a El Celler
Así luce por estos días la cocina del restaurante El Celler.

Rodrigo Díaz es uno de los tantos chefs en Colombia que el pasado 14 de marzo vivió en carne propia la angustia de enfrentarse a una realidad hasta ahora inédita en Colombia y en buena parte del mundo. Su restaurante, un negocio familiar que lleva alrededor de 11 años en funcionamiento, se vio obligado a cerrar sus puertas, luego de que se diera a conocer que el país entraba en cuarentena obligatoria.

Tomar las medidas correctas y necesarias fue lo primordial para el experto en cocina. Sus trabajadores y el encontrar una manera de lograr solventar el impacto económico por el que atravesaba su negocio, que cuenta con tres sedes en Barranquilla, fueron dos aspectos fundamentales a la hora de encontrar soluciones.

En menos de una semana, este barranquillero creo una técnica que empezó a implementar recientemente y que ha tenido muy buena acogida entre sus clientes.

“Supe que de alguna manera había que reinventarse un poco. No solo durante la pandemia, también después de ella”.

Fue así como partiendo del hecho que no podía estar al tanto de los domiciliarios y de que estos acataran las normas sanitarias, un aspecto que se convertía en un foco de preocupación para sus clientes, acudió al sistema de empaque al vacío, teniendo en cuenta que si los mismos clientes preparaban y calentaban su comida, estaría menos propensa a infecciones.

Conociendo los riesgos que podrían existir a largo plazo, Rodrigo decidió trabajar de la mano de cuatro empleados que contaran con transporte propio, y así entre los cinco estar a cargo de la preparación, el empaque y la distribución de los pedidos. “También empezamos a ofrecer platos completamente personalizados. Lo ideal es que las personas pidan un día antes y al día siguiente puedan degustarlo”.

Al momento de recibir el empaque, el cliente tiene la opción de ponerlo en el microondas y comerlo sin ningún problema, ya que la bolsa que cubre la comida está hecha de un material especial que puede soportar altas temperaturas, otro aspecto que el cocinero de 42 años tuvo en cuenta. Señala que cuando los ingredientes pasan los 75°, cualquier bacteria y microrganismo muere instantáneamente. En El Celler, la paella es uno de los platos que más solicitan, al igual que el cerdo y el pollo guisado.

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