Compartir:

En la localidad Suroccidente de Barranquilla, desde hace aproximadamente 60 años comenzó a ser poblado con casas de madera y de cartón un área que, al organizarse tiempo después, fue nombrada Rojas Pinilla, pero luego, por tintes políticos, le cambiaron el nombre a La Esmeralda, donde la cultura influye en su cotidianidad y los arroyos sin canalizar se convierten en un 'dolor de cabeza', según sus habitantes.

Allí conviven 17.356 personas que pernoctan en 3.069 viviendas de estrato uno, levantadas sobre 69 manzanas y en algunas calles empinadas que recientemente empiezan a ser transformadas, de ser cubiertas por arena y piedras a ser pavimentadas y decoradas con los colores de la bandera de la capital del Atlántico.

Este barrio limita en la carrera 21B con Nueva Colombia, en la diagonal 75A con La Manga, en la calle 84 con Ciudad Modesto, en la carrera 13 con Evaristo Sourdís, Lipaya y la Cuchilla de Villate, en la calle 70C con El Valle; y en la esquina de la calle 70C con 21B con San Felipe.

Y aunque históricamente adoptó el nombre de la piedra preciosa, el origen del remoquete lo vinculan sus habitantes con una sede donde se producían ladrillos, los cuales eran fabricados para las obras vecinas.

'En un tiempo hubo unas canteras donde hacían ladrillos y nuestros abuelos asemejaron esta actividad con el nombre del barrio por su cercanía. Acá las piedras no son preciosas, pero sí abundan en las esquinas y antes las calles eran pedregosas', manifiesta Aymer Pereira, de 38 años.

Precisamente otro habitante del sector, Alberto Díaz, resalta la pavimentación de la mayoría de las vías internas de La Esmeralda, lo que ha permitido, según indica, que la percepción de seguridad vaya en aumento.

'Esto es un barrio prácticamente de invasión y poco a poco se fueron comprando los lotes. El barrio ha crecido de tal magnitud que es uno de los barrios más grandes que tiene Barranquilla. Aquí no habían vías, y las nuevas han alejado a la delincuencia', sostiene el operador logístico de 47 años.

Cultura afropalenquera

El hombre, quien nació en dicho barrio, resalta las expresiones culturales que 'dignifican' a la comunidad, principalmente en época de Carnaval. Y una de esas muestras es la esquina de la carrera 21B con calle 75, la cual fue tomada por una comunidad afropalenquera que al pasar de los años se ha convertido en la 'casa' de los afrodescendientes, quienes comparten cada fin de semana allí.

De hecho, esta intersección es conocida como ‘Tatá mí’, del idioma palenquero que al español es traducido como ‘Nuestro padre’, a la que confluyen los miembros de esta comunidad afro a compartir experiencias, costumbres y danzas al compás de la champeta africana que reproduce el picó ‘Son africano’, según explica Sergio Cassiani, quien ve esta actividad como una oportunidad para la unión del barrio con los vecindarios contiguos.

'Esta cultura influye acá en muchos aspectos, principalmente en la armonía, en la familiaridad, y por ende se ha mantenido en otras comunidades, que han visto esa unidad que hemos tenido como negros y siguen los lineamientos', indica el habitante de La Esmeralda.

Es así como en este sector es común la proliferación y convivencia de mujeres negras de todas las edades con trenzas en sus cabellos, mientras mueven sus hombros coordinados con la melodía de la champeta añeja. Asimismo, los hombres se ponen su mejor vestimenta acompañada de boinas con colores oscuros, y los niños con el cabello pintado de amarillo, sentados en sus terrazas.

'Esto finalmente es lo que nos distingue por nuestros antepasados africanos. Las negras que se ven en las calles vendiendo cocadas y alegrías, son las mismas que vienen acá a divertirse, se desahogan, se desestresan después de una semana agotadora', relata el hombre a quien conocen como el ‘Muller’, el mismo que dice que allí no se habla, sino que se chistea, se expresan conectados con África.

Sus preocupaciones

A pesar de la alegría de la que se expresa Cassiani con orgullo y de la pavimentación de las vías que ha permitido la percepción de seguridad en el ambiente de La Esmeralda, el mismo ‘Muller’ manifiesta su preocupación por los atracos ocasionales en el sector.

'La problemática que tiene el barrio es la inseguridad por la falta de educación que los padres le impartimos a nuestros hijos, se nos están saliendo de las manos. Por eso a nuestra juventud le inculcamos la crianza y la cultura de nuestros abuelos', asegura Cassiani.

Sin embargo, referirse a los problemas de seguridad, como la delincuencia, el expendio de drogas alucinógenas y los robos es un tema del que no todos quieren firmar su versión. Mientras que a Euclides Torres le cambió la sonrisa cuando hablaba de los inicios del barrio por un semblante sombrío cuando se atrevió a hablar de ella.

'Por aquí pocos se atreven a hablar de eso, pero hay que decir las cosas como son. Hay casas de vicio y atracan con frecuencia, pero la Policía me dice que no puede hacer nada', confiesa el hombre de 69 años.

Entre tanto, Ledys Olaya Angulo solicita 'con urgencia' la canalización del arroyo que colinda con su vivienda en la carrera 15 con calle 74B, el cual le inundó el inmueble en marzo del presente año, cuando se creció tras un aguacero.

'Ese día me anegué y el agua me llegó hasta el pecho, luego los vecinos me socorrieron, pero todo porque arrojan basura al arroyo desde donde inicia', dice la mujer de 59 años, a quien le brotan lágrimas por recordar ese momento.

El que afecta a Ledys tiene un recorrido de tres kilómetros, desde el barrio Carlos Meisel hasta la carrera 13E con calle 75. Este se suma a cuatro arroyos sin canalizar en La Esmeralda.