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En las angostas calles de los barrios de Juan de Acosta, el verde copioso de los frondosos árboles llena de color las cuadras del municipio. Cada uno de sus hogares se resguarda detrás de uno o dos árboles en las terrazas, como huyéndole al sol que se asoma en todo lo alto a eso de las 12:00 m.

Así como esos matarratones, acacias y robles, las máquinas de coser también ocupan un espacio especial en las viviendas de los costeros, porque el sector de las confecciones representa más del 80% de la actividad productiva del municipio de Juan de Acosta, según cifras de la Gobernación del Atlántico.

Esta actividad involucra a toda la familia. En este municipio, que tiene 14.184 habitantes, según el Dane, es común ver a una joven cortando telas, a otra pegando hilos, al papá poniendo marquillas y a la mamá cosiendo.

Tras recorrer al menos una calle del barrio El Bolsillo, por ejemplo, 30 de 40 casas tienen, al menos, un electrodoméstico de estos en la sala o en el patio, lugares que se caracterizan por ser de gran tamaño.

Precisamente en uno de esos inmuebles habita Alicia Arteta de Molina, quien dirige desde hace tres décadas una microempresa que confecciona prendas de vestir para niños, jóvenes y adultos, las cuales distribuye a los almacenes de Barranquilla, Montería, Sincelejo, Cartagena y Maicao (La Guajira).

Esta funciona en la parte trasera de su vivienda con nueve máquinas de coser de distinta funcionalidad, como las recubridoras, la plana y las fileteadoras. Sin incluir otras dos máquinas viejas que ha desechado, pero que mantiene preservadas en un rincón remoto de la casa, con un significado especial, desde que ambas fueron utilizadas por su abuela, quien le enseñó a maniobrarlas.

'Esto es una costumbre de cuatro a cinco generaciones y se ha convertido en el principal sustento de los habitantes del pueblo. Persona que no te sabe coser, quizás no es de Juan de Acosta', manifiesta ‘La Puloy’, como es conocida Arteta de Molina, debido a su color de piel morena, asemejada con el disfraz de carnaval.

Gracias a esta actividad, otras nueve personas obtienen ingresos diarios de $15.000 por colaborar en las labores de limpieza de las prendas, plancha, corte, modistería y traslado de los productos a su destino final, los almacenes de ropa.

Una de ellas es Luz Dary Alfaro, de 48 años que dejó a su natal Plato, municipio de Magdalena, para dedicarse a la costura, un oficio que le quedó gustando desde hace 28 años, cuando se trasladó hasta Juan de Acosta, su lugar de residencia hasta hoy.

'Vivo sola y con la modistería me distraigo. Al menos con esto me gano algo. Si yo me pongo a mirar lejos, saco menos', asegura la mujer, quien también estudió secretariado, mientras concentra su mirada en la aguja afilada adaptada en la fileteadora.

‘Corredor’ de máquinas

Desde las afueras de las casas de Juan de Acosta se alcanza a divisar una máquina de coser. A escasos metros de la vivienda de Alicia, esta herramienta también reposa en una vieja mesa de madera, propiedad de Antonia Arteta.

A diferencia de la microempresa, en esta morada solo hay uno de estos aparatos que su dueña usa para confeccionar sus propias prendas y perfeccionar detalles de los vecinos que solicitan enmendar una vestimenta. 'Aprendí viendo a mi mamá y luego aproveché para enseñarle a mi hermana', explica la mujer de 57 años.

Apenas en la casa contigua habita su aprendiz, Fabiola Arteta, quien se sienta al frente de su instrumento de coser desde las 4:00 a.m. hasta las 11:00 p.m., según confiesa.

'Este es el arte de nosotros. Desde muy temprano preparo los trabajos que me encomiendan los mismos vecinos, que por ahora son cuatro fijos. Esta actividad se ha convertido en la fuente de trabajo de nosotras. Con esto educamos a nuestros hijos, nos alimentamos y pagamos los servicios públicos', dijo, mientras decora una bermuda femenina de jean con un bordado de flores coloridas.

El lenguaje de Rosalba

Hace 51 años nació en Barranquilla Rosalba Arteta sin los sentidos del habla y del oído. Sin embargo, eso no fue impedimento para que aprendiera a través de la observación a coser y a manejar esta máquina desde su infancia.

Desde ese entonces, acostumbra a ubicarse diariamente en la sala de su casa, al pie de la ventana que da hacia la calle para recibir el fresco de la brisa que corre rara vez por el barrio Calle Grande, mientras cose, borda y decora blusas, vestidos enteros y faldas que le solicitan sus clientes provenientes de los almacenes.

Por su mayor comodidad, adaptó una lámpara sujeta con una tela en la máquina para alumbrar detalles específicos en el producto en el que trabaja. Asimismo, enseñó sobre este oficio a su hijo Juan Carlos, quien también colabora en la distribución de bolsas negras plásticas atiborradas de ropa a nivel local y regional.

El joven de 22 años añade que, al menos en Juan de Acosta, esta ocupación no es solo cosa de mujeres. Y no se limita a ponerse como ejemplo, sino que parte de la experiencia de sus amigos. 'Los ‘pelaos’ que no están haciendo nada también se dedican a esto' expresó.

Otro caso es el de Edward Martínez, un mototaxista quien esperaba con un casco en su cabeza y otro en su brazo a un pasajero que solicitara una carrera a la 1:00 p.m. en una de las esquinas de la plaza. Y aunque se dedica a conducir la motocicleta, cuenta que también se le mide a coser.

'Yo sé filetear gracias a mi mamá. Ahora mismo hay tres máquinas de coser en mi casa', afirma el hombre de 31 años.

Finalmente, logra conseguir una carrera, la misma que emprenden los Arteta, con los mismos apellidos por casualidad, para bordar y entregar su arte a tiempo.