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En Palo Alto, corregimiento de San Onofre, en el norte del departamento de Sucre, donde los alzados en armas de manera ilegal sembraron terror y dolor, renace en este 2025 la esperanza entre sus pobladores.

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Como si se tratara de un buen presentimiento o presagio, en este 2025, cuando el mundo católico celebra el Jubileo de la Esperanza, este pedazo del Caribe colombiano cumple 25 años de haber sido epicentro de una masacre en la que cinco hombres, uno de ellos menor de edad, perdió la vida de manos de hombres de las entonces AUC del bloque Héroes de los Montes de María que militarmente comandó el desaparecido Rodrigo Mercado Peluffo, alias Cadena.

Sus dolientes, por años, tuvieron que llorar y recordar a sus víctimas a escondidas, arropados por el sometimiento de los armados ilegales que solo cinco años después fueron desterrados de esta y otras zonas de San Onofre y el país gracias a un proceso de desmovilización.

Sin embargo, ese modo de llevar el dolor, que en nada se parecía a lo que ellos estaban acostumbrados, los llevó a tener represiones que hoy, 25 años después, aún les sacan lágrimas y remueven el dolor de aquel domingo 30 de abril del año 2000.

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Monseñor Amaury Medina Blanco, un hijo de esta tierra que es ministro consejero de la Embajada de la Santa Sede en Austria y que desde hace 22 años es miembro del equipo del Secretariado de Estado del Vaticano, haciendo honor a su misión cristiana y como un compromiso de sanar heridas y llevar esperanzas entre sus amigos, vecinos y hasta familiares de su natal Palo Alto, se dio a la tarea de construir en un predio de su propiedad un monumento en honor a quienes murieron salvajemente en la masacre, antes y después de ella y también a quienes fueron desaparecidos en el marco del conflicto armado en este pueblo, donde antes de las AUC actuó la entonces guerrilla de las Farc con su frente 37 bajo las órdenes máximas del extinto alias Martín Caballero.

María BustamanteMonseñor Amaury Medina en compañía del fiscal David Cruz Dáger, a quien le explicó los detalles del monumento.

El llamado Parque de la Memoria, las Víctimas y el Medio Ambiente que se sitúa en el Centro Emaús, inaugurado hace escasos cuatro días, es un sitio de reflexión, educación y oración que les devuelve a los habitantes de Palo Alto las esperanzas de un mañana mejor. Va, sin proponérselo, de la mano con el objetivo del Jubileo de la Esperanza que es promover la reconciliación, la renovación espiritual y la conversión en el mundo.

Su entrega (del monumento) al pueblo de Palo Alto y en especial a las familias de las víctimas, pudo haber sido antes, pero hizo parte de un proceso de poco a poco que monseñor Amaury Medina dirigió entre su ausencia y presencia, pero que en esta venida en Semana Santa le imprimió celeridad para que coincidiera con los 25 años de la ausencia, por muerte, de Gilberto Julio Vitola, Adolfo Julio, Francisco Arrieta, Jesús Antonio Reyes Solano y Argelio Florez, caídos en la masacre, así como los 24 años de la desaparición forzada de Justo Germán Cortés Mendivil, Benuvia Martínez Pineda y Clara Parra Berrío.

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Y de un año más de los asesinatos extrajudiciales de Luis Manuel Berrío Ricardo, Wilfredo Zúñiga Ricardo, Alí Santiago Márquez Julio, Leonel Santana Camacho, Tomás Sarmiento Monterroza y Alfredo Toro García.

El monumento, al que cualquier ciudadano puede acceder y de paso cuidar y preservar, invita además a perdonar a quienes causaron tanto dolor. En una de las siete placas verticales de mármol está impreso un pasaje que se titula “¡La víctima perdona al verdugo!” que dice: “Todos nosotros somos víctimas de estos atroces hechos. Venzamos a nuestros verdugos perdonándolos. El odio y la sevicia que descargaron sobre nosotros merecen ser superados. Que nunca jamás se repita este execrable acto en ninguna parte de la tierra. Nuestro paradigma es Cristo y Él dijo: amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian, bendigan a los que los maldicen, rueguen por los que los maltratan. El suplicio de la cruz hizo que perdiera toda apariencia humana, pero suplicó: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”.

A ese perdón invita monseñor Amaury Medina a todos los pobladores de Palo Alto, la tierra que lo vio nacer y en la que en la década de los 80 se ofreció al párroco de San Onofre, presbítero Laureano Ordosgoitia, ser su ayudante en las misas. Fue su referente para el sacerdocio y uno de los invitados especiales a la inauguración del monumento que fue un acto lleno de mucho recuerdo, memoria, llantos y silencios.

La voz de las víctimas

Si hay alguien que agradece la obra de monseñor Amaury Medina para con la comunidad de Palo Alto y por ende haber hecho un monumento para recordar a las víctimas esa es Ely Johana Julio Vitola, una de las cinco hermanas de Gilberto, el menor de edad que cayó en la masacre. El muchacho tenía escasos 15 años, era el menor de la casa y aquel 30 de abril de 2000 fue masacrado cuando venía de la finca donde vivía en Bosque María con su familia hacia la zona urbana de Palo Alto con un cargamento de aguacates para vender.

“Lo pararon, lo llevaron para la montaña y allá arriba, en una zona de una finca lo mataron con los otros señores. Eran las 7:00 de la mañana. Nosotros nos tuvimos que desplazar para el pueblo, para la cabecera de San Onofre, y allá nos quedamos unos, y otros con el tiempo se devolvieron aquí a Palo Alto”, narró en medio de lágrimas Ely Johana –la única hermana de Gilberto– ratificando que a pesar de haber transcurrido 25 años el dolor por su hermano menor sigue intacto.

Para ella el Parque de la Memoria, las Víctimas y el Medio Ambiente es un gran homenaje, pero a la vez la llena de dolor el saber que han pasado 25 años de un hecho que los privó hasta de llorar.

“Tenemos un vacío en nuestras vidas y ahora lo podemos recordar y sanar aquí en este sitio, en este lugar que el padre Amaury nos ha hecho para todos”, dijo Ely Johana mientras recordaba que en ese momento, hace 25 años, perdieron todo lo poco que tenían porque salieron “llenos de miedo sin sacar nada”.

Nacira Vitola Hernández, la madre de Gilberto, tiene 82 años y también acudió a la inauguración del monumento.

Una esperanza

Otros de los asistentes a la ceremonia que estuvo liderada por el obispo de la Diócesis de Sincelejo, monseñor José Clavijo Méndez, fueron los hermanos Pedro y José Pablo Parra Martínez, que llevan 24 años sin saber de su mamá, Benuvia Martínez Pineda.

Para ellos es un aliciente que al menos el nombre de su mamá y de su tía Clara Parra Berrío estén en el monumento “porque así la gente las recuerda. Nunca olvidarán que ellas desaparecieron”.

María BustamanteLos estudiantes del pueblo fueron los encargados de portar la pancarta con las fotos de los asesinados y de los desaparecidos.

Y como la búsqueda repara, y más si hay buenos resultados, es decir, que hallan a la persona con vida o sus restos, los muchachos Parra Martínez siguen esperando noticias de su mamá, y antes de que iniciara la eucaristía en el Centro Emaús tuvieron la oportunidad de entrevistarse con dos investigadores adscritos a la Fiscalía 80 de exhumaciones, a cargo del fiscal David Cruz Dáger, para renovar la búsqueda. Antes habían conversado con una funcionaria de la JEP.

Ambos recordaron que siendo apenas unos niños de 12 y 14 años dejaron de saber de su mamá Benuvia porque en una madrugada del año 2001 hombres de las AUC se la llevaron.

“Era de madrugada y la sacaron a la fuerza el 1° de enero. Estaba durmiendo como entre las 4:00 y las 5:00 de la madrugada en su casa del barrio Villa Paz”, recordó José Pablo Parra Martínez, uno de los cuatro hijos de Benuvia, quien desapareció teniendo 38 años de edad, y de quien sus familiares no pierden las esperanzas de encontrarla algún día.

María BustamanteLos hermanos Pedro y José Pablo Parra Martínez llevan 24 años sin saber de su mamá, Benuvia Martínez.

La Fiscalía 80 de exhumaciones escuchó a las víctimas

La presencia de funcionarios de la Fiscalía General de la Nación en la inauguración del Parque de la Memoria, las Víctimas y el Medio Ambiente, en Palo Alto, sirvió para escuchar a algunas de las víctimas que quieren saber de sus seres queridos asesinados y desaparecidos hace más de 20 años en estas tierras del norte del departamento de Sucre en las que las Auc ejercieron como autoridad y cometieron muchos actos atroces.

Monseñor Amaury Medina le agradeció a los funcionarios de esta entidad y de otras que en Colombia trabajan en pro de la justicia y la búsqueda “porque con ello permiten llevar una vida más serena a los familiares de esas víctimas, en especial a las de mi pueblo”.