En toda La Gran Manzana, lejos de su amada Curramba, Yolanda Miranda ha hecho de su vida toda una muestra de perseverancia y optimismo. A sus 63 años no solo lleva con orgullo la corona como reina del Carnaval de la tercera edad de Barranquilla en Nueva York, sino que también acaba de alcanzar una meta que ha marcado su vida por más de tres décadas.
El pasado 26 de julio recibió su grado como contadora pública en la Universidad Autónoma del Caribe. Y es que hace 33 años tuvo que abandonar sus estudios universitarios en el octavo semestre, dejando inconcluso su sueño y el de su madre, quien a sus 95 años y con Parkinson nunca dejó de alentarla para que se graduara.
En el 2021 decidió dar un nuevo rumbo a su vida al radicarse oficialmente en Estados Unidos, luego de años de visitas ocasionales. Su llegada coincidió con su nombramiento como soberana de la tercera edad, un título que ha llevado con orgullo, demostrando que la edad no es un obstáculo para alcanzar nuevas metas.
“Yo para postularme mandé un video y no me vieron tan adulta. Es que normalmente la gente piensa que ser adulto mayor es aquel que ya no puede caminar. Al final me escogieron y desde ese entonces he llevado el Carnaval en alto junto con las otras reinas como la infantil y juvenil”.
La encargada de imponerle la banda a Yolanda fue la reina del Carnaval de Barranquilla 2024, Melissa Cure Villa. Gracias a ello ha tenido la oportunidad de participar en eventos como el Desfile de la Hispanidad y la Gran Parada Puertorriqueña.
“Han sido muchísimos eventos donde hemos tratado siempre de dar lo mejor de nosotros y exaltar la cultura de Barranquilla, no dejar por ningún momento nuestras raíces que es lo más importante”.
Un camino de servicio
En la capital del Atlántico, Yolanda dedicó gran parte de su vida a entrenar a las niñas del hogar de las religiosas de María Inmaculada. Aunque nunca participó en una comparsa, su talento y dedicación quedaron plasmados en su trabajo comunitario. Allí trabajó gratuitamente como docente de básica primaria.
“Las monjas estaban conmigo cada rato porque como ya el colegio iba a cerrar en la parte académica, entonces yo decidí hacer con la Universidad del Atlántico la profesionalización de la docencia”.
En ese momento, decidió convertir su hogar en una escuela, que en ese entonces quedaba en la calle 75 con carrera 65. Desde ese lugar impartía clases a las niñas.
“Me llevé todo, pupitres, todo. Presté la casa, mi patio y todos los días les daba clases a las niñas. Las preparé para los exámenes. Entonces ahí comienza como la parte cultural mía porque descubrí que yo tenía mucho que explotar”.

La fundación que dejó huella
Yolanda también fundó una organización que, aunque tuvo que disolver en septiembre de 2023 por no querer involucrarse en grupos políticos, dejó una huella en aquellos que tuvieron la oportunidad de hacer parte de este proyecto.
Esto nació de su compromiso con las niñas desplazadas y vulnerables. En el año 2000 comenzó a trabajar con población que habitaba en la vereda Altamira, en el municipio de Tubará.
“Hacíamos actividades con mi esposo Reinaldo, pero no había creado como tal la fundación. Ya en el 2008 justamente es que decido legalizarla. Sus habitantes me impulsaron a que hiciera la fundación y más adelante conseguir ayuda”.
Sin embargo, la falta de apoyo y las presiones políticas fueron constantes obstáculos. “A veces me pedían votos y nunca hice nada de eso. Mi fundación es impecable, nadie puede decir nada en contra, pero gracias a eso estuve postulada a ‘Titanes’ del Canal Caracol”.
La edad es un número
Para Yolanda, la edad es solo un número. Con un corazón siempre dispuesto a dar lo mejor de sí misma, ha demostrado que nunca es tarde para seguir adelante y alcanzar sueños.
“La edad no existe cuando tenemos el corazón dispuesto a entregar lo mejor de nosotros. Quiero ser una inspiración para mostrar que en la vida no hay límites para seguir creciendo, para lograr nuestras metas”.
Recientemente completó un curso de zumba en Estados Unidos, un logro que refleja su pasión por el baile. Además, le muestra a los niños la fascinante cultura barranquillera y colombiana.
“Ahora estoy pensando en unir mis conocimientos de danza con lo que he aprendido en zumba para crear algo diferente”.
Aunque no está certificada como instructora general de danza, su experiencia trabajando con niñas en canto, baile y teatro le da una base sólida para este nuevo proyecto.

Seguirá impulsando su rol de educadora
Desde su trabajo con las monjas en el hogar de las religiosas de María Inmaculada, Yolanda ha perfeccionado su habilidad en la danza y ha inculcado en las niñas el amor por la cultura local y los derechos de la mujer.
“Todos mis bailes eran muy buenos porque es algo que llevo en la sangre, algo innato y quiero seguir inspirando a más niñas, jóvenes y adultos como yo de que no hay límites para seguir aprendiendo y quiero seguir enseñando”.





















