En el Atlántico hay héroes anónimos. Personas que con la satisfacción del deber cumplido su alma se reconforta. Todo toma sentido.
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Saliendo de Barranquilla, a unos 95 kilómetros, existe un lugar llamado Villa Rosa, un corregimiento de Repelón, tan lejano y a veces olvidado que no es lo más conocido del departamento.
Pero allí, en medio de toda la vasta vegetación que lo rodea, el Embalse del Guájaro que lo alimenta de agua y un calor que golpea incesantemente hay un hombre llamado José Javier Salas, que es la fiel representación de esos héroes de carne y hueso.
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Con 40 años a sus espaldas y luego de haber tenido que regresar de Venezuela debido a la crisis del país vecino y dejar allá su negocio de comidas y jugos, retornó a su origen con la esperanza de resurgir como el ave fénix.
Y en medio de cuestionamientos de qué hacer con su vida, en 2021 encontró una problemática que ha afectado al medioambiente y que desde sus esfuerzos personales y apasionados ha intentado darle una solución: la caza de hicoteas.
Es así como José Javier ha estado recolectando huevos de hicotea para incubarlos artificialmente, eclosionarlos y luego devolverlos al Embalse del Guájaro para que sigan su curso natural. Su compromiso nació de la preocupación por la caza masiva de estas tortugas, especialmente durante la Semana Santa, cuando se convierten en un manjar tradicional.
Y es que luego de incursionar en la pesca, algo que no había hecho hasta ese momento, vio que cuando los pescadores terminaban su jornada, iban a las islas a buscar estas especies y llevárselas para venderlas y comerlas.
En ese momento decidió emprender este viaje para la conservación de las hicoteas.
Entre ingenio y observación
Pero, José Javier cuenta que él todo lo ha aprendido desde una mezcla del ingenio y la observación, pues es empírico en todo el tema ambiental. Reconoce que todos los días aprende algo nuevo, desde la manera en cómo eclosionan hasta cómo se comportan cuando salen de los huevos, pasando por la alimentación y su interacción.
“Cuando inicié con el proceso, yo hacía huecos en un patio donde una tía, pero no me funcionó bien... de 800, nacieron 500 y pico, se dañaron un poco porque los perforaban”, explica.
Tras varios intentos fallidos, Salas descubrió un método más efectivo utilizando neveras de icopor. Y, partiendo justamente del ingenio y la observación utilizó tres cavas, en una ubicó tierra seca, en otra tierra húmeda y por último tierra mojada completamente y la que mejor funcionó fue la segunda.
“Ya sabía que la arena tenía que tener una humedad, pero cómo logras tú la humedad en la arena mojándola, es imposible porque si tú mojas la arena cuando la coloques se drena el agua al fondo. Entonces también tuve ese problema. Me acuerdo que un día estaba en la orilla del Dique y vi una iguana que estaba allá que bajaba, y entre más profundo el hueco que hacía, la arena salía húmeda. Lo que hice yo, me llevaba una pala hacía el hueco, recogía la arena de cierta profundidad, que estaba húmeda, pero no mojaba los huevos, y ahí salió la técnica del proceso”, dice.
El proceso de incubación dura entre 60 y 70 días, iniciando en el mes de enero con la recolección. Durante este tiempo, Salas vigila atentamente los huevos. “Cuando ya pasan los 60 o 70 días, ellos asoman la cabeza y quedan consumiendo los nutrientes que les quedan en los nidos... ese otro proceso dura unos 10 días”, explica. Una vez los neonatos están listos, los transfiere a albercas preparadas para su crecimiento. “El proceso dura 90 días prácticamente y en mayo las devuelvo al embalse”, añade.
Por otro lado, en ese proceso artesanal que realiza, luego de la eclosión, para ayudarles a cicatrizar utiliza yodo y luego en la alimentación utiliza diferentes técnicas.
“Después de 10 días es cuando empiezan a sentir el instinto de la alimentación yo voy probando principalmente con plantas acuáticas porque ellos no tienen fuerza para morder ni siquiera una lombriz de tierra y a medida que van creciendo, y se les va desarrollando la fuerza de la mandíbula, ya les cambio el alimento a lombrices o pescado picado”.

Un trabajo arduo
“Anteriormente se las comían, ahora me las entregan”, menciona, refiriéndose a cómo ha cambiado la percepción de los pescadores sobre la importancia de conservar las hicoteas.
Y es que el trabajo de la recolección ha sido arduo, no solo porque compite con los cazadores, sino porque sus recorridos en el embalse pueden durar hasta 7 horas, por eso es que los pescadores han ido cambiando su percepción, lo cual es una pequeña victoria para José Javier.
“Depende de la suerte que tenga en que los depredadores no hayan saqueado las nidadas o de pronto que no haya llegado una persona también porque el depredador más grande somos nosotros”.

Una problemática compleja
José Javier lo tiene claro. Su trabajo, que es un esfuerzo personal, difícilmente pueda acabar esta problemática y no porque, como dice el adagio popular, una sola golondrina no hace verano, sino porque mientras haya movimiento económico con esta especie, habrá quien la utilice.
“Mientras que haya una persona que busque huevos para la venta y alguien que los compre, nunca se va a acabar eso”, dice con preocupación y aclara que en contra de eso es lo que está, pero que la depredación natural, es eso, se tiene que dar.
“No voy en contra de la depredación natural porque eso cumple un papel importante en el control, pero yo voy contra el grupo que va aquí buscando huevos para venderlos. Yo voy buscando huevos para hacer la incubación y devolver los neonatos cuando se dé el proceso; entonces, a eso es a lo que me dedico yo”.
“El año pasado recogí 2100 huevos, este año solo recogí 500”, comenta Salas, visiblemente frustrado. La falta de apoyo institucional es un problema recurrente. “Las entidades que les corresponde la conservación, ni siquiera están por aquí... ya para qué”, lamenta el ambientalista.
Usando las plataformas digitales
Todo el proceso que realiza desde el mes de enero hasta finalizado mayo, José Javier lo documenta y lo comparte con el público a través de redes sociales. Inicialmente, tuvo una primera página en Facebook que había logrado monetizar y con ese dinero podía dar algún tipo de pago a los pescadores que le llevaban las hicoteas, pero tras perder acceso a la cuenta no pudo seguir.
Actualmente, maneja otro perfil llamado ‘Tortugas del Embalse y algo más’, pues en los meses que no se hace el proceso de incubación, enseña sobre la riqueza de la fauna que hay en los alrededores del Embalse del Guájaro.





















