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Desde el 12 de diciembre, la cumbia volvió a ocupar un lugar central en la conversación musical del Caribe con el lanzamiento de Días de cumbia, el segundo álbum de Carmen Milena Antolínez, conocida artísticamente como Cumbia Queen.

Son siete canciones que no llegan como una simple continuación de su debut, Llegó la cumbia, sino como la expansión de un universo que ya estaba en gestación, el de la cumbia entendida como espíritu, como ritual y como forma de leer la vida cotidiana.

Para la artista barranquillera nada de lo que ocurre en esta exploración sonora es casual, ni el número de las canciones, ni la estética visual que acompaña a su segundo proyecto. “Todo tiene una relación”.

Si Llegó la cumbia tenía una atmósfera más nocturna y mística, Días de cumbia se abre al color, a la claridad y a la idea de tránsito. “Ese primer álbum era una declaración de tomar el lugar que sentía que es mío, reclamar este espacio para la mujer creadora, para la mujer gestora, ya no como la simple musa”, afirma.

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En esa primera entrega, el ritmo madre aparecía como una fuerza espiritual heredada de las raíces africanas e indígenas. “La cumbia siempre fue para las personas africanas, para los indígenas, esa deidad que proveía alegría, esperanza, pero también lo que se necesitaba para vivir”, recuerda. Con Días de cumbia, ese espíritu ya no llega, sino que se instala. “Cuando llega la cumbia, lo que se vive son días de cumbia. Días de alegría, de esperanza, de cantarle incluso a las tristezas, pero desde otra perspectiva”.

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Canciones para todos los días

El disco está compuesto por siete canciones, una decisión que responde a una lógica simbólica que ya había estado presente en su debut. “Si buscas Llegó la cumbia también son siete canciones y este álbum también está dedicado a los siete días de la semana”, cuenta. Cada tema dialoga con un estado distinto del ánimo, con la forma en que se habita un día. “Hay días en los que uno despierta apacible, otros en los que amanece decidido y le dice a lo que se tenga que ir: si te vas, adiós, que te vaya bien”.

El álbum se abre con Primer amor, una colaboración con la agrupación barranquillera Magende, que pone en diálogo directo la música africana y el folclor caribeño. “Estamos directamente ligados con Mamá África. Todo lo que tenemos en nuestra sonoridad se lo debemos a ellos”, afirma. La canción, además, tiene un origen íntimo, pues fue escrita para su madre. “Un día me sentía triste, la llamé y sin decirle nada me dijo: ‘¿por qué estás llorando?’. Esa conexión es inexplicable”.

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Otro de los temas centrales es Como ellas, una canción que funciona como homenaje a la mujer cumbiambera y que nació a partir de una invitación al Festival Nacional de la Cumbia. “Siempre se habla de la cumbiambera desde lo bonita que se ve, pero realmente las cumbiamberas somos la representación de la cumbia misma”, sostiene. Para Antolínez, la cumbia y las mujeres comparten un mismo carácter. “Es un espíritu libre, poderoso, democrático. Convoca, une, viaja y se transforma”.

En el disco también hay espacio para rescatar géneros que parecían relegados, como el pasebol, fusión de paseo sabanero y bolero que tuvo gran presencia décadas atrás, con el tema Apacible. “Quisimos traerlo desde otra perspectiva, con una letra que invita a recordar ese momento de unidad y placer que se vive en el amor”.

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Uno de los momentos más significativos es el cierre con Decimerío, una apuesta poco frecuente en la producción discográfica actual. La décima, forma esencial de la tradición oral del Caribe, aparece aquí no solo como recurso musical, sino como declaración política y cultural.

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La razón detrás de las décimas del final

“El maestro Marlon Peroza me dijo: deberías grabar un track de décimas. Y eso terminó convirtiéndose en el hilo conductor del álbum. Fue durísimo ligar todas esas palabras, pero también muy interesante. Me sembraron la idea en la tarde y lo grabé a la una de la mañana”, finalizó la artista barranquillera.