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Se volvieron a encender los fogones de Sabor Barranquilla. Desde este jueves, la feria gastronómica más grande del Caribe abrió sus puertas en el Centro de Eventos Puerta de Oro para continuar reuniendo lo mejor de la cocina de la región en un solo lugar.

Esta edición número 18 tendrá 53 muestras gastronómicas, 11 charlas, un conversatorio, 5 chefs internacionales, 19 invitados nacionales y 20 locales. Además, habrá una lista de 25 restaurantes ofreciendo platos exclusivos, algunos diseñados solo para la ocasión, con precios de feria.

El primer bocado fue un foro titulado ‘Cocina, curiosidad y naturaleza en el Caribe: una búsqueda compartida’, donde expertos recordaron que la buena cocina comienza explorando la tierra y sus ingredientes más frescos.

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Haciendo énfasis en el lema de esta edición ‘La cocina es vida, de la tierra nace el sabor que nos une’, la directora de la feria, Patricia Maestre, fue la encargada de inaugurar el evento.

“Me encanta ver a todo tipo de público, especialmente a los jóvenes, porque ellos son los que deben aprovechar este espacio. Sabor Barranquilla es mucho más que una feria comercial, es un lugar para promover nuestra cultura culinaria caribeña en las casas, en los negocios y en los restaurantes”.

Johnny Olivares

El primero en intervenir fue Rafik Neme, biólogo evolutivo y profesor del departamento de Química y Biología de la Universidad del Norte, quien abrió la conversación resaltando la relación entre biodiversidad y cocina como motor creativo.

“Vivimos en un ecosistema que se llama bosque seco tropical. Muchas veces no lo vemos porque hemos construido nuestras casas, calles y edificios, pero está ahí, a nuestro alrededor”.

Con imágenes proyectadas, mostró cómo este ecosistema cambia a lo largo del año: en época de lluvias se llena de vida y verdor, mientras que en temporada seca parece marchito, casi muerto. Sin embargo, aclaró que esa apariencia es solo un espejismo.

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“Es como los árboles en invierno, que parecen sin vida bajo la nieve, pero en realidad están esperando a que cambien las condiciones”, señaló.

Neme explicó que el bosque seco tropical ha sido uno de los ecosistemas más explotados y menos valorados del país: “Lo hemos usado, sobre todo, para tumbarlo y construir. Pero es un ecosistema con un potencial enorme, lleno de especies que podemos cultivar y aprovechar”.

Sostenibilidad y resiliencia

El segundo diálogo estuvo a cargo de Lorena Heras, especialista en dirección y gestión de proyectos, y Alex Quessep, chef sincelejano y propietario del restaurante Palo de Mango.

Su conversación llevó por título ‘Sostenibilidad y resiliencia de la población colombiana en lugares de conflicto y hambre’ y puso sobre la mesa un tema crucial, y es cómo el alimento se convierte en un motor de unión y resistencia en comunidades golpeadas por la carencia.

Johnny Olivares

Alex Quessep inició haciendo una reflexión sobre el territorio y la importancia de reconocerlo.

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“Cuando camino por Barranquilla no estoy viendo solo un árbol, estoy viendo una ceiba, una bonga, un roble y hasta me he encontrado con un zorro. Eso nos recuerda que todavía hay vida en medio del entorno urbano. Para hablar de sostenibilidad hay que partir de reconocer dónde vivimos”.

El chef destacó la experiencia de la que ha hecho parte con programas comunitarios en La Guajira y Montes de María, proyectos desarrollados junto a la Gobernación de La Guajira y Reconciliación Nacional, que tienen en común la búsqueda de sostenibilidad en contextos de hambre y conflicto.

“Alimentarse es un acto que nos une a todos. No importa el medio, siempre necesitamos nutrirnos. Ese simple hecho nos hace convergentes como seres humanos. Y si hay algo que puede movilizar a una comunidad, es el alimento”.

Por su parte, Heras recordó que el alimento está presente en cada momento de la vida cotidiana, desde el primer café de la mañana hasta el plato que evoca la infancia.

“El acto de alimentarnos es parte fundamental de nuestra vida y de nuestro bienestar. Pero no solo nutre el cuerpo: también guarda emociones, recuerdos y placeres”.

Invitó a los asistentes a recordar su plato favorito de la niñez como los espaguetis, el mote de queso, la mazamorra de plátano. En su caso, evocó con ternura las tardes de lluvia en casa de su abuela.

“Cuando llovía, yo le pedía a mi abuela arroz de sartén. Me lo preparaba en una exocandela y el sabor era increíble. Hoy, aunque lo pruebe, no sabe igual. Porque no es solo la receta, es la emoción, es quién te lo preparaba, es el amor con el que se servía”.

Para Heras, la resiliencia de las comunidades rurales se refleja en ese mismo acto de preparar y compartir los alimentos. “Aun en medio de las dificultades, las huertas y sembrados siguen dando vida, y con ellos la capacidad de “volver a escribir una nueva historia”.

Fortalecimiento comunitario

Quessep recordó cómo en su niñez de migrante, al viajar entre Sincelejo y el Caribe, las carreteras eran sinónimo de miedo y conflicto.

“Había horas en las que no sabías si un bus podía ser detenido. Crecimos escuchando la palabra guerra como un eco constante en Colombia”.

Sin embargo, resaltó que en medio de la violencia y el hambre, la gente en territorios como La Guajira y los Montes de María siempre encontró una manera de seguir adelante.

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Johnny Olivares

“La voluntad de las comunidades está por encima de cualquier adversidad. Eso nos enseña que hay un poder muy especial en cada humano: acogerse a lo que es capaz de hacer”.

Desde allí aterrizó su idea de sostenibilidad: “todos hablamos de sostenibilidad, pero ¿qué significa realmente? Empieza con algo básico: alimentarse. Si una persona vive sola y logra sostenerse a sí misma, ya es sostenible. De ahí parte todo”.

El sincelejano insistió en que la sostenibilidad nace del fortalecimiento de lo comunitario.

“No se trata de enseñarles a cocinar. Las cocineras de nuestros pueblos tienen algo que no aparece en la academia: la intuición. Ellas saben cuándo el arroz está en su punto, y esa sabiduría es invaluable”, afirmó.

Para él, espacios como Sabor Barranquilla son vitales porque permiten visibilizar los emprendimientos de las comunidades, sin necesidad de grandes infraestructuras.

“No siempre se trata de construir nuevos mercados o encerrar a los vendedores ambulantes bajo techo. Quizás ellos quieren seguir siendo ambulantes. ¿Acaso no hay plazas en el mundo famosas por sus toldos y por su vida al aire libre?”.