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En mayo, el mes en donde la luz en el Caribe parece arder como una enorme hoguera, partieron dos espíritus incandescentes: Raúl Gómez Jattin y Heriberto Fiorillo. Dos hombres abrazados por el fuego de la palabra y la pasión por la belleza. Uno, el poeta desbordado por la vida; el otro, el cronista que supo mirarlo todo con rigurosidad, ternura y verdad.

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La Fundación Heriberto Fiorillo, bajo la dirección de Claudia Muñoz, extiende una invitación sentida a recordar a Heriberto en el segundo aniversario de su partida, evocando a: Arde Raúl, la biografía en la que retrató, con paciencia de artesano y compasión de hermano, los pliegues más hondos del alma y la tragedia de Gómez Jattin.

Este jueves 5 de junio, a las 6:00 p.m., la Alianza Francesa de Barranquilla (Calle 52 No. 54-75) se convierte en morada para la memoria. Allí se celebrará un acto cargado de poesía, cine y conversación, en el que se escucharán versos en francés de la primera edición traducida de Arde Raúl, como símbolo de ese viaje que ahora emprende la palabra del bardo del Sinú, incendiando otras lenguas, otros corazones.

CortesíaPortada del libro Libro ‘Arde Raúl’.

El conversatorio será moderado por la poeta y gestora cultural María Matilde Rodríguez, con la participación del escritor Leo Castillo, el realizador y productor audiovisual, Juan Manuel Buelvas, y el profesor Luis Elías Calderón, docente de la Alianza Francesa y especialista en literatura comparada, quien leerá los poemas en lengua francesa.

Como joya audiovisual, se proyectará la versión restaurada del documental “Raúl Gómez Jattin, por sus amigos”, realizado por Heriberto en 1998 para la serie Paréntesis. Una pieza que no solo recupera la imagen y la voz del poeta cartagenero, sino también la mirada ética y estética de Fiorillo, quien supo, más que filmarlo, abrazarlo con su lente.

El libro Arde Raúl, publicado originalmente en 2004 y fruto de una investigación íntima y desgarradora, estará disponible esa noche a un precio especial para estudiantes. Porque el fuego de Raúl, como el de Heriberto, necesita expandirse entre nuevas generaciones.

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Este homenaje no es una despedida, es un reencuentro con dos seres que jamás se fueron, porque dejaron sembradas sus palabras en el alma de la ciudad. Dos hombres que caminaron al filo de la belleza y la locura, que supieron incendiar el lenguaje y convertirlo en refugio.