Al reelegir a Juan Manuel Santos como presidente 2014-2018, los colombianos en su inmensa mayoría decidieron darle un voto de confianza a la negociación del Gobierno con las Farc que se llevan a cabo en La Habana.
En efecto, la gran ganadora de la jornada electoral de ayer fue la negociación con el grupo guerrillero, que recibió un espaldarazo de cerca de ocho millones de votos en cabeza de Santos, quien deberá saber administrar su triunfo, porque bajo la sombrilla de la paz no solo encontraron amparo sectores comprometidos legítimamente con la salida negociada al conflicto, sino cuestionados dirigentes políticos a quienes el presidente reelecto deberá satisfacer en sus pretensiones burocráticas y en sus estrechos vínculos con poderosos contratistas del Estado.
El gran perdedor fue, sin duda, el ex presidente Álvaro Uribe Vélez, quien se apersonó de la candidatura presidencial de Óscar Iván Zuluaga y lo había llevado al triunfo en la primera vuelta con más de 400.000 votos sobre Santos.
El nombre de Uribe intimidó a un buen número de electores, quienes -pese a no ser santistas- prefirieron votar por el presidente-candidato, ante la posibilidad de que los diálogos de La Habana se vieran frustrados. Uribe será, sin duda, la gran figura de la oposición de Santos en el Congreso, especialmente en lo que tiene que ver con la negociación con las Farc y el ELN.
De la lectura que haga Santos del triunfo de ayer dependerá la suerte de su segundo mandato. Si lo interpreta como un cheque en blanco para mantener una confrontación abierta con la oposición en cabeza de Uribe y para mantener el 'secretismo' de los diálogos de La Habana, sin duda, deberá prepararse para afrontar cuatro años de fuerte oposición, que comprometerían seriamente su gobernabilidad, pues es evidente que si bien es cierto que los colombianos quieren la paz, también lo es que los diálogos con las Farc deben estar acompañados de una mayor transparencia, que despeje cualquier tipo de dudas que surjan sobre los verdaderos alcances de los mismos.
En la jornada de ayer también ganaron la Región Caribe y Bogotá, que respondieron a Santos cuando más lo necesitaba, pues fue en estos dos nichos electorales donde el presidente-candidato alcanzó los votos que le permitieron revertir los resultados de la primera vuelta.
La Costa en su totalidad apoyó a Santos, al igual que Bogotá, donde las alianzas con Clara López, Gustavo Petro, Claudia López y Antanas Mockus, fueron determinantes para el triunfo oficialista. ¿Dónde estuvo el secreto del triunfo de Santos? ¿La Costa y Bogotá eligieron a Santos? ¿Qué le espera a Álvaro Uribe? ¿Cheque en blanco a los diálogos de La Habana? ¿Quiénes más ganaron aparte de la paz?
Las alianzas inclinaron la balanza
A diferencia de Óscar Iván Zuluaga, cuya gran alianza luego de la segunda vuelta fue con la candidata conservadora Marta Lucía Ramírez, Juan Manuel Santos logró hacer acuerdos políticos con sectores que le garantizaron el triunfo en la segunda vuelta.
Fue el caso de la ex candidata presidencial, Clara López, quien alcanzó dos millones de votos en la primera ronda y ayer fue determinante para el triunfo del presidente-candidato en la capital de la República. Santos pasó de escasos 400.000 votos en Bogotá a más de 1.400.000. Lo propio ocurrió con el alcalde Gustavo Petro, quien también se sumó a la causa santista en la capital, así como el ex alcalde Antanas Mockus y la senadora Claudia López de la Alianza Verde. Todos ellos llevaron a Santos –quien había ocupado el cuarto lugar en la capital en la primera ronda- a superar por amplia mayoría al candidato del Centro Democrático.
Es evidente que a la hora de hacer alianzas, Santos tuvo una mayor capacidad de reacción que Zuluaga, quien le apostó casi que exclusivamente al voto de opinión, no solo en la capital, sino en todo el país.
Ganó la paz, pero también ganaron los otros
Aunque es indudable que los diálogos de La Habana fueron los grandes ganadores de ayer, no se puede desconocer que bajo la sombrilla de la paz, Santos le dio refugio a cuestionados y cuestionables representantes de la clase política nacional, quienes más temprano que tarde le pasarán la cuenta de cobro del triunfo.
El sancocho nacional que armó para poder derrotar a Óscar Iván Zuluaga terminará por comprometer su gobernabilidad, pues es evidente que no podrá satisfacer las necesidades de algunos sectores que lo apoyaron, sin afectar a otros sectores que también se refugiaron en la sombrilla de los diálogos.
Para decirlo en plata blanca: no hay forma de que Santos deje contenta a Claudia López y al mismo tiempo deje satisfecho a Yahir Acuña, o a Piedad Córdoba y a Roberto Gerlein, a Iván Cepeda y a Ñoño Elías. Santos deberá hacer grandes esfuerzos para mantener cohesionada esa nueva unidad nacional.
De manera que así como la paz recibió un espaldarazo, la clase política tradicional que apoyó a Santos y que ha sido duramente cuestionado por la opinión pública también se declaró ganadora ayer.
Los grandes retos de Santos
Aunque la campaña de Juan Manuel Santos logró convertir la segunda vuelta presidencial en un plebiscito entre la guerra y la paz, es evidente que alcanzar la conciliación nacional pasa por la solución de los verdaderos problemas nacionales, que van más allá del conflicto armado con las Farc y el ELN.
Santos deberá iniciar de inmediato tareas urgentes, como las reformas estructurales a la administración de justicia, al sistema de salud y al actual modelo educativo, que siguen siendo graves problemas sin solución. Curiosamente, ninguno de ellos mereció la atención que requiere en las agendas de los candidatos presidenciales.
En Colombia no habrá paz, mientras esos frentes sociales sigan mostrando indicadores precarios como los actuales. El segundo mandato de Santos debe ser el de las grandes transformaciones del país, misión en la que deberá enfocarse ya sin el costo político que podría significarle una nueva reelección, que de alguna manera condicionó su primer mandato.
El posconflicto es, sin duda, su otra gran tarea y para ello debe contar con un Congreso aliado y una Fiscalía y unas cortes independientes y autónomas.
La Costa y Bogotá respondieron
A diferencia de Alfonso López en 1982, que se quedó esperando los votos costeños que nunca llegaron para que derrotara a Belisario Betancur, ayer a Juan Manuel Santos la Región Caribe le respondió de forma contundente.
Así como en la primera vuelta la Costa no le dio la votación que esperaba, en la segunda el presidente-candidato barrió a su contendor en casi todos los departamentos y ciudades capitales de la Región Caribe.
En Barranquilla, por ejemplo, la diferencia fue abismal con una votación por Santos de más del 75 por ciento contra una de Zuluaga de apenas el 25 por ciento. La capital de la República también fue generosa con el presidente-candidato, quien –luego de la derrota de la primera vuelta- movió a sus principales fichas, como Rafael Pardo, Gina Parody, David Luna y Carlos Fernando Galán, para que movilizarán a los electores de la capital, al tiempo que sumó a sus huestes a Clara López, Gustavo Petro, Claudia López, Antanas Mockus, entre otros, quienes también cumplieron con su objetivo de respaldar en las urnas al 'candidato de la paz'.
El futuro de Álvaro Uribe
Con una bancada de veinte senadores y un número significativo de representantes a la Cámara, Álvaro Uribe será el gran opositor de Juan Manuel Santos en el Congreso de la República.
A diferencia del Polo Democrático, que tiene con Santos profundas diferencias ideológicas, las diferencias de Uribe con el presidente reelecto tienen que ver con lo que el ex presidente considera una traición por parte de su ex ministro de Defensa, concretamente en lo que tiene que ver con la negociación con las Farc y sus nuevas relaciones con los gobiernos de Venezuela y Ecuador.
En materia de ideología, Santos y Uribe están en la misma orilla, así haya quienes pretendan empaquetar a Santos como un mandatario de izquierda, que nunca lo ha sido, ni lo será. Mucho menos será un traidor de su clase, como él mismo pregona a los cuatro vientos. Uribe será, pues, la gran muralla contra la que estrellarán las iniciativas del nuevo gobierno.
La derrota de Óscar Iván Zuluaga –que no estaba en su planes, luego del triunfo en la primera ronda- es sin duda un duro golpe político y electoral, pero su nuevo rol como senador de la República le permitirá pasar la página y ponerse al frente de su nuevo reto: amargarle los próximos cuatro años a su más grande enemigo político, su ex ministro de Defensa, Juan Manuel Santos Calderón.